La caminata continúa siendo una de las actividades físicas más accesibles y recomendadas para quienes desean bajar de peso, pero su efectividad está determinada por múltiples factores que van más allá del simple acto de desplazarse. Según un artículo reciente publicado por Men’s Health IT, la edad, el sexo, el peso corporal y el nivel de condición física influyen directamente en la cantidad de calorías quemadas al caminar y, en consecuencia, en la pérdida de peso asociada.

No todos quemamos lo mismo caminando

Estos factores fisiológicos modifican la respuesta del organismo al ejercicio, lo que significa que no todas las personas gastan la misma energía al recorrer una distancia similar a una misma velocidad.

Además, la duración de las sesiones, la frecuencia con que se camina y la alimentación que acompaña la rutina también afectan los resultados. Así, caminar puede ser altamente efectivo para perder peso, siempre que se adapte a las características individuales y se combine con hábitos saludables.

Más que pasos: el estilo de vida importa

De acuerdo con una investigación publicada en el British Journal of Sports Medicine, no solo importa cuántos pasos se den al día, sino cómo se integra la caminata al estilo de vida. Incorporarla como parte natural del día a día —más allá del gimnasio o el parque— puede marcar una diferencia significativa en el gasto energético y en el control del peso a largo plazo.

¿Existe una velocidad ideal para bajar de peso?

Aunque es una pregunta frecuente, los expertos coinciden en que no existe una velocidad única y universal que garantice la pérdida de peso. Cada cuerpo responde de forma distinta al ejercicio, por lo que adaptar la rutina a las condiciones personales es esencial.

Sin embargo, los estudios coinciden en que un ritmo moderado, entre 4 y 6 km/h, es adecuado para la mayoría de las personas adultas. Esta velocidad permite mantener la actividad en la llamada zona aeróbica, donde la quema de grasa es más eficiente.

Frecuencia cardíaca: un indicador clave

Más allá de la velocidad, lo recomendable es vigilar la frecuencia cardíaca durante la caminata. Según el Instituto Nacional de Salud (INH), lo ideal es mantenerse entre el 50 % y el 70 % de la frecuencia cardíaca máxima, cifra que puede estimarse restando la edad al número 220.

Por ejemplo, una persona de 40 años tendría una frecuencia máxima estimada de 180 latidos por minuto, por lo que su zona de entrenamiento óptima estaría entre los 90 y 126 latidos por minuto.

Trabajar dentro de este rango asegura que el cuerpo utilice la grasa almacenada como fuente principal de energía, en lugar de depender exclusivamente de los carbohidratos.

Beneficios de caminar en la «zona dos»

Entrar en lo que algunos especialistas denominan “zona dos” de entrenamiento implica caminar a un ritmo ágil pero sostenible, lo suficientemente exigente como para activar el metabolismo pero sin llegar al agotamiento. Una buena señal es que se puede mantener una conversación sin dificultad ni sensación de ahogo.

Este nivel de esfuerzo favorece la oxidación de grasas, mejora la salud cardiovascular, potencia el uso eficiente del oxígeno y aumenta la resistencia general. También contribuye a mejorar el control de la glucosa, reducir el colesterol, la hipertensión y la resistencia a la insulina, todos ellos factores relacionados con el sobrepeso y la obesidad.

Cómo potenciar la quema de calorías al caminar

Además del ritmo y la frecuencia cardíaca, hay estrategias adicionales que pueden potenciar el gasto energético. Investigadores de la Universidad de Milán, en un estudio publicado por The Royal Society, descubrieron que interrumpir la caminata con pequeños descansos de entre 10 y 30 segundos puede aumentar el gasto calórico entre un 20 % y un 60 %.

Este enfoque, aunque en apariencia contradictorio, eleva el desafío metabólico al alternar períodos de movimiento y pausa, generando así un efecto positivo en la quema de calorías.

Movimiento cotidiano: el gran aliado invisible

Los especialistas también destacan la importancia del movimiento espontáneo diario. Levantarse regularmente de la silla, subir escaleras, o realizar desplazamientos breves a pie durante el día suma significativamente al gasto calórico total.

Pequeños cambios como estos, incorporados a la rutina, pueden multiplicar los efectos de las caminatas planificadas sin necesidad de entrenamientos extremos.

Conclusión: caminar sirve, pero con estrategia

La caminata sigue siendo una herramienta eficaz y sostenible para perder peso, siempre que se practique con conciencia y adaptación individual. Controlar la frecuencia cardíaca, mantener un ritmo adecuado, incorporar pausas inteligentes y moverse más durante el día puede marcar la diferencia.

Con estas claves, cualquier persona —independientemente de su edad o condición física— puede acercarse a un estilo de vida más activo y saludable, con mejoras concretas en el peso corporal, la salud metabólica y el bienestar general.

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