El oro alcanzó un máximo histórico sin precedentes al superar los US$4.000 por onza, consolidándose como el activo refugio por excelencia en medio de un escenario internacional marcado por conflictos geopolíticos, tensiones monetarias y preocupaciones sobre la estabilidad económica global.
Detrás de este impresionante salto, convergen una serie de factores estructurales y coyunturales, desde la política monetaria de la Reserva Federal de EE.UU. hasta las compras récord de bancos centrales, que fortalecen al metal precioso como instrumento de resguardo en tiempos turbulentos.
Tensiones globales y búsqueda de seguridad impulsan el repunte
El auge del oro está directamente vinculado a la volatilidad internacional. La combinación de conflictos armados —como la guerra en Ucrania, la escalada entre Israel y Hamás, y la inestabilidad política en EE.UU.— ha provocado una mayor aversión al riesgo, llevando a los inversionistas a refugiarse en activos tangibles como el oro.
Diego Montalbetti, analista de mercados de Capitaria, afirmó que «el impulso proviene de un entorno altamente volátil, marcado por los conflictos geopolíticos y la incertidumbre ante un posible nuevo shutdown del gobierno estadounidense».
Por su parte, Rodrigo Castillo, director general de BeFX, destacó que «el oro superó la barrera psicológica de los US$4.000 por una batería de factores: tensiones globales, expectativas de recortes de tasas, inflación persistente y compras históricas de bancos centrales».
Felipe Sepúlveda, analista jefe de Admirals Latinoamérica, coincidió al señalar que «el nuevo máximo fue impulsado por las expectativas de un entorno monetario más expansivo y una mayor incertidumbre geopolítica, especialmente en Europa y Medio Oriente».
La política monetaria de la Fed como catalizador
La trayectoria ascendente del oro también refleja las expectativas de flexibilización monetaria en Estados Unidos. La Reserva Federal (Fed) enfrenta presiones por señales de desaceleración económica, lo que abre la puerta a posibles recortes de tasas de interés.
«Cuando las tasas bajan, el costo de oportunidad de mantener oro —que no genera rendimiento— se reduce, aumentando su atractivo como refugio de valor», explicó Sepúlveda.
Gonzalo Muñoz, analista de mercados de XTB Latam, reforzó esta idea: «El oro ha alcanzado un nuevo máximo en un entorno marcado por la expansión monetaria, la debilidad del dólar y la búsqueda global de seguridad financiera».
Según Montalbetti, «la tendencia alcista podría mantenerse en el corto plazo mientras persistan los riesgos financieros y la política monetaria siga siendo laxa».
Bancos centrales y fondos físicos refuerzan la presión alcista
Uno de los factores estructurales más relevantes ha sido el creciente interés institucional por el oro. Las compras sostenidas de bancos centrales y los flujos récord hacia fondos cotizados respaldados en metal físico (ETFs) han fortalecido la presión sobre los precios.
«Las compras de bancos centrales y la demanda física desde Asia han sido clave para consolidar el precio del oro en niveles históricos», indicó Sepúlveda.
Castillo complementó que este comportamiento refleja «la búsqueda de seguridad de los inversionistas en medio de un escenario global incierto. A pesar de posibles correcciones técnicas, la tendencia estructural sigue siendo claramente alcista».
¿Un nuevo ciclo de precios récord o una corrección en puerta?
El salto del oro por encima de los US$4.000 representa una ruptura histórica en su comportamiento. Hasta marzo de 2024, el precio había alcanzado un máximo en torno a los US$2.450, por lo que este nuevo récord duplica el umbral anterior.
No obstante, algunos analistas advierten que el mercado podría enfrentar una corrección si cambian las condiciones actuales.
«Si la Fed adopta una postura menos expansiva o los mercados de renta variable se recuperan, podríamos ver un retroceso hacia el rango de US$3.800–3.900 en las próximas semanas», alertó Sepúlveda.
Aun así, el consenso apunta a que el soporte estructural sigue siendo fuerte. «Aunque existen señales de sobrecompra en el corto plazo, la tendencia de fondo para el oro sigue siendo positiva», subrayó Muñoz.
El oro como termómetro de la confianza global
Más allá de lo financiero, el oro está funcionando como un termómetro del miedo y la desconfianza global. Su ascenso refleja el deterioro de la confianza en las divisas tradicionales, la fragilidad geopolítica y las dudas en torno a la capacidad de los bancos centrales para controlar la inflación.
«En síntesis, el oro reafirma su papel como activo defensivo clave en tiempos de incertidumbre», concluyó Montalbetti.
Sepúlveda lo resumió así: «El oro está reflejando una búsqueda global de protección. Su desempeño futuro dependerá directamente de la velocidad de los recortes de tasas y de la estabilidad del dólar durante lo que queda del año».
Conclusión: un brillo que podría durar
El oro ha vuelto a ser protagonista en los mercados internacionales. Si bien algunos alertan sobre posibles correcciones técnicas, los fundamentos estructurales —expansión monetaria, alta demanda institucional y riesgos geopolíticos persistentes— siguen alimentando la posibilidad de que el rally del oro continúe en lo que resta del 2025.
/psg