La victoria de Rodrigo Paz en las elecciones bolivianas ha comenzado a redefinir el mapa político de Sudamérica. Su triunfo, respaldado públicamente por Estados Unidos y ocho países latinoamericanos, fue interpretado por muchos como el inicio de un viraje económico y diplomático tras dos décadas de políticas marcadas por el intervencionismo estatal y la confrontación ideológica.

El Departamento de Estado estadounidense difundió un comunicado en el que, junto con Argentina, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Panamá, Paraguay, República Dominicana y Trinidad y Tobago, expresó su respaldo al nuevo gobierno boliviano, destacando que su ascenso “representa un alejamiento de la mala gestión económica de las últimas dos décadas”.

En el texto, los países firmantes manifestaron su disposición a apoyar los esfuerzos de la administración entrante para estabilizar la economía, abrirla al mundo y fortalecer las instituciones democráticas, así como para fomentar el comercio internacional y la inversión.
“El triunfo de la opción de centroderecha refleja la voluntad del pueblo boliviano de abrazar el cambio y trazar un nuevo rumbo para su nación y nuestra región”, subraya la declaración conjunta.


El fin de una era y el inicio de una recomposición diplomática

Economista de 58 años y exalcalde de Tarija, Rodrigo Paz logró imponerse en el balotaje presidencial del domingo con el 54,5% de los votos, superando al exmandatario Jorge Quiroga. Su llegada al poder, prevista para el 8 de noviembre, simboliza el cierre de un ciclo dominado por el legado político y económico del Movimiento al Socialismo (MAS) y la figura de Evo Morales.

En una de sus primeras declaraciones tras confirmarse su victoria, Paz anunció su voluntad de restablecer las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, interrumpidas desde 2008, cuando Morales expulsó al embajador estadounidense acusándolo de conspirar con la oposición. Aquel episodio marcó uno de los momentos más tensos de la política exterior boliviana reciente, acompañado además por la salida del país de las agencias DEA (antidrogas) y USAID (cooperación internacional).


Un escenario regional en transformación

El respaldo de Washington y de varios gobiernos latinoamericanos a Paz no es sólo un gesto diplomático: es también una señal de reconfiguración geopolítica en América Latina. En un contexto de creciente fragmentación ideológica, la llegada de un líder de centroderecha al Palacio Quemado podría significar un retorno de Bolivia a los circuitos económicos y políticos occidentales, con énfasis en la apertura de mercados, la atracción de inversiones y la institucionalidad democrática.

Sin embargo, el desafío será mayúsculo. Paz hereda una economía tensionada por años de subsidios, estancamiento productivo y desconfianza externa. En su intento por revertir esas tendencias, deberá equilibrar pragmatismo económico con sensibilidad social, en un país donde las heridas del pasado reciente siguen abiertas.

Más allá de los apoyos internacionales, la verdadera prueba para el nuevo mandatario comenzará una vez asuma el cargo: demostrar que el cambio no solo se proclama en las urnas, sino que se construye con resultados concretos y sostenibles.

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