Quedarse despierto toda la noche puede parecer una solución rápida para cumplir con tareas pendientes, pero sus consecuencias sobre el cuerpo y la mente pueden ser tan dañinas como un consumo elevado de alcohol, advierten especialistas en salud del sueño.
Según el portal Healthline, permanecer 24 horas sin dormir equivale a tener una concentración de alcohol en sangre del 0,10%, un nivel superior al permitido para conducir en la mayoría de los estados de Estados Unidos. Los efectos incluyen somnolencia, pérdida de coordinación, alteración del juicio y disminución de la percepción, síntomas que empeoran rápidamente si la privación de sueño se prolonga.
La falta de sueño afecta el cerebro como el alcohol
Una revisión publicada en la revista Cureus reveló que la privación de sueño interfiere con la consolidación de la memoria y afecta directamente la toma de decisiones, el control de impulsos y la regulación emocional.
El lóbulo prefrontal, encargado de las funciones ejecutivas y el pensamiento racional, es una de las áreas más sensibles a la falta de descanso. Esto incrementa la impulsividad, altera el juicio y puede favorecer conductas de riesgo.
Además, la tensión muscular, la lentitud en los reflejos y el riesgo de accidentes aumentan de manera significativa. Aunque los síntomas suelen desaparecer tras dormir lo suficiente, los expertos advierten que la repetición constante de noches en vela puede acarrear consecuencias graves y duraderas.
Extender la privación: 36, 48 y 72 horas sin dormir
A partir de las 36 horas sin dormir, los efectos fisiológicos se intensifican. El ciclo sueño-vigilia regula hormonas esenciales como el cortisol, la insulina y la hormona del crecimiento humano, por lo que su alteración genera fatiga extrema, pérdida de motivación y dificultades para tomar decisiones.
Según Healthline, en este punto la atención y el lenguaje se deterioran, surgen trastornos en el habla y dificultades para modular la voz o elegir palabras.
Después de 48 horas, el cerebro puede experimentar microsueños de hasta 30 segundos, breves lapsos en los que la conciencia se desconecta, causando confusión y desorientación.
El sistema inmunológico también se ve comprometido: aumentan los marcadores inflamatorios y se reduce la actividad de las células NK, encargadas de combatir infecciones. Además, se agravan la irritabilidad, la depresión y los cambios de humor.
A las 72 horas sin dormir, la mayoría de las personas no puede permanecer despierta sin estímulos externos. De acuerdo con la Cleveland Clinic, la claridad mental, la memoria y la atención se deterioran gravemente, aparecen alucinaciones visuales o auditivas e incluso episodios de paranoia.
Estas manifestaciones evidencian un deterioro profundo de las funciones cognitivas y perceptivas.
El récord mundial y los riesgos extremos
El récord mundial de privación de sueño se estableció en 453 horas y 40 minutos, lo que demostró los peligros extremos de esta práctica.
Desde 1997, Guinness World Records eliminó esta categoría por sus graves riesgos para la salud.
Tanto la Cleveland Clinic como la Asociación del Sueño de Estados Unidos advierten que la privación prolongada puede provocar daño cerebral, alteraciones metabólicas severas y trastornos psiquiátricos.
Privación crónica: el enemigo silencioso
Más común que pasar noches en vela completas es la privación crónica de sueño, es decir, dormir menos horas de las necesarias de forma habitual.
El Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre de EE.UU. (NHLBI) señala que la falta de descanso regular altera las hormonas del apetito, el metabolismo y la presión arterial, aumentando el riesgo de enfermedades metabólicas, cardiovasculares e inmunológicas.
El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) estima que uno de cada tres adultos estadounidenses no duerme lo suficiente cada noche.
Los expertos asocian esta falta crónica de sueño con ansiedad, somnolencia diurna, problemas de memoria y bajo rendimiento, además de consecuencias graves a largo plazo.
Sueño, metabolismo y alimentación
Un informe de la American Heart Association, publicado en Current Atherosclerosis Reports, concluye que la mala calidad del sueño se asocia con una mayor preferencia por dietas ricas en grasas y azúcares.
La privación de sueño altera las hormonas leptina y grelina, encargadas de regular el hambre, lo que genera antojos por alimentos hipercalóricos y contribuye a un círculo vicioso de fatiga y aumento de peso.
Los especialistas de Healthline también destacan que la calidad del sueño es tan importante como la cantidad, y que, en promedio, las mujeres duermen más que los hombres, aunque las causas aún se investigan.
Consejos para mitigar los efectos de una noche sin dormir
Cuando la falta de sueño es inevitable, la alimentación y la hidratación pueden influir en la intensidad de los síntomas. Los expertos recomiendan priorizar proteínas magras —como frutos secos, mantequilla de maní, queso cottage o tofu— para mantener la energía.
Por el contrario, se desaconseja el consumo de proteínas grasas, como carnes rojas o quesos fuertes, ya que aumentan la somnolencia.
La hidratación constante ayuda a reducir la fatiga y mejora la concentración. Sin embargo, los especialistas de la Cleveland Clinic advierten que si las noches en vela se vuelven frecuentes, se debe consultar a un profesional de la salud para reestablecer un patrón de descanso saludable.
Dormir: un pilar de la salud
La literatura médica coincide en que dormir entre siete y nueve horas por noche es esencial para el bienestar físico, mental y emocional.
Mantener rutinas regulares de sueño, evitar el exceso de cafeína y reducir la exposición a pantallas antes de dormir son medidas simples, pero respaldadas por la evidencia científica, que ayudan a prevenir el insomnio y sus efectos a largo plazo.
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