El portaaviones USS Gerald R. Ford, la nave insignia y más avanzada de la flota estadounidense, se dirige al mar Caribe y podría situarse a las puertas de Venezuela en menos de una semana, en un movimiento que incrementa la presión internacional sobre el régimen de Nicolás Maduro.
El gigante militar, considerado el buque más moderno de la Marina de Estados Unidos, zarpó recientemente del mar Mediterráneo y, según informes de portales de monitoreo naval y expertos en defensa, se encuentra en tránsito hacia el área bajo responsabilidad del Comando Sur estadounidense.
El Departamento de Defensa de Estados Unidos confirmó oficialmente el despliegue, asegurando que forma parte de la estrategia regional contra el narcotráfico y de los esfuerzos por fortalecer la capacidad de intervención militar ante organizaciones criminales transnacionales.
“El portaaviones se dirige al Caribe y podría llegar en apenas una semana, dependiendo de las condiciones meteorológicas”, señaló Eric Hershberg, director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la American University.
De acuerdo con datos de rastreo naval, el Gerald Ford fue visto recientemente en el mar Adriático, cerca de las costas de Croacia, antes de cruzar el estrecho de Gibraltar rumbo al Atlántico. Sin embargo, expertos como Stephen Biddle, del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), advirtieron que los buques de guerra pueden desactivar sus sistemas de localización, lo que dificulta el seguimiento exacto de su posición.
“Podría demorar unos días en llegar, pero no hay garantías; los datos pueden ser incompletos”, remarcó Biddle.
Imágenes difundidas por el portal especializado WarshipCam muestran al portaaviones navegando cerca de Split, Croacia, antes de su integración con varios destructores provenientes de puertos italianos, que formarán parte del grupo de ataque.
La mayor movilización en el Caribe desde 1989
La operación militar incluye no solo al Gerald Ford, sino también a una flota de asalto ampliada compuesta por buques de apoyo, un submarino, destructores y aeronaves de combate, entre ellos cazas F-35B y aviones de patrulla marítima P-8 Poseidon.
Se trata de la mayor movilización naval estadounidense en el Caribe desde la invasión de Panamá en 1989, según coinciden fuentes de defensa.
El Pentágono enmarca el operativo dentro de la “lucha contra el narcotráfico”, aunque su despliegue coincide con una creciente tensión política y diplomática entre Washington y Caracas. En las últimas semanas, el Ejército estadounidense ha informado sobre la destrucción de una decena de embarcaciones en el Caribe y el Pacífico, cerca de Venezuela y Colombia, lo que ha provocado fuertes protestas del gobierno de Maduro, que acusa a EE.UU. de realizar “ejecuciones extrajudiciales”.
Escenario de máxima presión sobre Maduro
El envío del portaaviones fue precedido por órdenes directas del presidente Donald Trump a la CIA para ampliar operaciones encubiertas dentro de territorio venezolano, según fuentes citadas por medios estadounidenses.
Aunque expertos como Biddle descartan que el movimiento implique un ataque militar inminente, reconocen que el mensaje para el régimen de Maduro es inequívoco.
“La administración Trump es impredecible. Puede buscar derrocar a Maduro, intimidar a su entorno para provocar una fractura interna o simplemente demostrar fuerza. Por ahora, es imposible saberlo”, afirmó Biddle.
Otros analistas, como Hershberg, sostienen que la operación tiene un objetivo principalmente psicológico y estratégico: aumentar la presión interna sobre el aparato de poder chavista y precipitar un quiebre en las Fuerzas Armadas venezolanas.
“El traslado masivo de activos militares estadounidenses al Caribe es parte de una estrategia diseñada para debilitar al régimen desde dentro. Si no resulta, no se descarta una acción militar dirigida a remover a Maduro y colocar a la oposición en el poder”, explicó Hershberg.
Un punto de inflexión regional
La llegada del USS Gerald Ford al Caribe marca un punto de inflexión en la postura de Washington hacia Venezuela, un país señalado internacionalmente por violaciones sistemáticas de derechos humanos, corrupción y vínculos con el crimen organizado.
El despliegue naval, con su poderoso simbolismo y capacidad disuasiva, redefine el pulso geopolítico en América Latina y podría precipitar cambios decisivos en el equilibrio de poder regional en las próximas semanas.
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