Frente a este tipo de comportamiento, la respuesta más sabia es la “nobleza, la dignidad, y la convicción”, que animan a los “políticos de talla” -a los estadistas-, las mismas que han mantenido siempre de pie y erguido al soldado chileno. Descender al nivel de un político ruin, por muy alto que sea su cargo, es “una bobada”, porque la dignidad y el honor se resguardan negándose a caer en el juego sucio.
Mis leales lectores saben lo que piensa esta pluma, tanto sobre la injusta persecución y el ánimo de venganza que ha inspirado a la izquierda y sus adláteres, como sobre aquellos políticos que “miran para el lado” cuando se trata de defender a los militares. Por ello, en esta oportunidad sólo subrayará que: “la verdadera fortaleza de un soldado es mantener su dignidad, y la de un político… actuar con consecuencia, por adverso que se vuelva el entorno”.
Lo preocupante, estando ad-portas de una elección, es “la felonía” -la traición política-, no sólo del Presidente por el cierre de Punta Peuco, sino de aquellos sectores políticos en quienes se ha confiado, porque la felonía política, venga de donde venga, hiere la confianza en las instituciones republicanas, fundamento esencial en la convivencia humana.
Desde la antigüedad, la felonía ha sido considerada una degradación moral. Dante Alighieri, en La Divina Comedia, ubica a los traidores en “el último círculo del Infierno”, congelados en hielo, imagen que resume “la fría alma del felón”, aquel que traiciona con frialdad la confianza, pilar que sostiene la paz, la concordia y el respeto en el orden social.
Por último, esta pluma concluye que el elector privilegiará a aquellos políticos que muestren consecuencia con los principios que dicen representar, y coherencia entre la palabra y la acción. En política, donde la tentación del poder suele doblar las convicciones, ganarán quienes tengan claro que: “Los principios no se negocian… se honran”.
Por Cristián Labbé Galilea
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