El tribunal de apelación de París decidió este lunes poner en libertad bajo control judicial al expresidente francés Nicolas Sarkozy, tras una audiencia celebrada en la mañana en la que el exmandatario intervino por videoconferencia desde la cárcel.
La resolución, comunicada a las 13:40 horas, pone fin a tres semanas de incertidumbre sobre el futuro del dirigente conservador, condenado a cinco años de prisión por asociación ilícita en el caso de la financiación ilegal de su campaña presidencial de 2007 con fondos procedentes del régimen libio de Muamar el Gadafi.
Durante la vista, la Fiscalía General solicitó su libertad bajo control judicial, argumentando que no existía riesgo de fuga y que su situación podía supervisarse mediante medidas cautelares. Sarkozy, recluido en el penal de La Santé, escuchó la decisión desde su celda, tras haber pasado tres semanas en aislamiento.
“Es duro, muy duro. Seguramente lo es para cualquier detenido. Diría incluso que es agotador”, declaró visiblemente emocionado el exmandatario, antes de agradecer “la humanidad de los funcionarios penitenciarios que han hecho que esta pesadilla fuera soportable”.
Tres semanas en aislamiento bajo vigilancia armada
Sarkozy ingresó en la prisión de La Santé el 21 de octubre, convirtiéndose en el primer expresidente francés en cumplir condena en prisión. Su encarcelamiento marcó un hito inédito en la historia política de Francia.
El exjefe de Estado fue instalado en una zona de aislamiento con una veintena de celdas y sin contacto con otros presos. Además, dos oficiales armados lo acompañaban permanentemente, un protocolo que el ministro del Interior, Laurent Nuñez, justificó “en consideración a su estatus y a las amenazas que pesan sobre él”.
El sindicato penitenciario UFAP-UNSA-Justice calificó el dispositivo de seguridad como “una locura y una humillación sin precedentes”, mientras el Gobierno lo defendió como una medida de estricta seguridad. Incluso el ministro de Justicia, Gérald Darmanin, visitó la cárcel en los primeros días del encarcelamiento, gesto que generó controversia política por posible interferencia del poder ejecutivo.
Una condena que divide a Francia
La sentencia, dictada el 25 de septiembre, condenó a Sarkozy a cinco años de cárcel, de los cuales dos son de cumplimiento efectivo, por asociación ilícita en el marco del caso de la financiación libia.
Según el fallo, entre 2005 y 2007, cuando era ministro del Interior, Sarkozy maniobró a través de su entorno para obtener fondos del régimen de Gadafi destinados a su campaña presidencial. Fue, sin embargo, absuelto de los cargos de corrupción pasiva y desvío de fondos, al no haberse probado el uso final de ese dinero.
El expresidente ha negado siempre las acusaciones, asegurando que es víctima de una persecución judicial.
“No hay pruebas, solo sospechas políticas”, afirmó tras conocer la condena.
Su defensa presentó recurso de apelación, que deberá resolverse en los próximos meses. Hasta entonces, la justicia debía decidir si permanecía en prisión o esperaba el fallo en libertad, cuestión que ha dividido a la opinión pública francesa.
Antes de ingresar en prisión, Sarkozy se reunió con el presidente Emmanuel Macron en el Palacio del Elíseo, y posteriormente recibió la visita de Darmanin en prisión, lo que alimentó las críticas sobre una posible interferencia política en el proceso.
Este caso se suma a los otros cuatro procesos judiciales que enfrenta el exmandatario. En diciembre pasado, fue condenado a tres años de cárcel —uno de ellos de cumplimiento efectivo— por corrupción y tráfico de influencias en el llamado “caso de las escuchas”, en el que se le acusaba de intentar sobornar a un fiscal a cambio de información confidencial.
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