Estados Unidos ha entrado en una fase inédita de presión sobre Venezuela, luego de que, según fuentes citadas por The New York Times, el presidente Donald Trump aprobara un paquete de medidas que incluye operaciones encubiertas de la CIA dentro del país sudamericano y un amplio despliegue militar liderado por el portaaviones USS Gerald R. Ford, el mayor de la flota estadounidense.

El movimiento militar, que ya ha posicionando a 15.000 efectivos en el Caribe, marca un punto de tensión no visto desde la Crisis de los Misiles de 1962.

Aunque el aumento de fuerza es significativo, Trump no ha autorizado el ingreso de tropas terrestres a Venezuela. No obstante, sí abrió la puerta a posibles sabotajes, operaciones cibernéticas y campañas psicológicas, consideradas por sus asesores como etapas preliminares de un conflicto de mayor envergadura.

El mandatario sostuvo dos reuniones en la Sala de Situación de la Casa Blanca la semana pasada para revisar escenarios y evaluar el alcance del operativo. Mientras tanto, el Pentágono elabora una lista de posibles objetivos, que incluiría instalaciones vinculadas al narcotráfico y unidades militares cercanas a Nicolás Maduro. Paralelamente, la CIA habría recibido autorización para poner en marcha operaciones secretas, cuyo contenido aún no se ha dado a conocer.

La oferta fallida de Maduro

En paralelo al endurecimiento militar, la Casa Blanca reactivó discretamente conversaciones con el gobierno venezolano, luego de suspenderlas temporalmente el mes anterior. Según el medio estadounidense, Maduro habría planteado la posibilidad de dejar el poder tras un período de transición de dos o tres años, propuesta que Washington rechazó por ser incompatible con sus objetivos.

El líder venezolano también habría ofrecido abrir el sector petrolero a compañías estadounidenses, un gesto interpretado como señal de la necesidad económica del régimen.

Trump reconoció públicamente la existencia de estos contactos indirectos, afirmando que “podríamos estar teniendo algunas conversaciones con Maduro; veremos cómo resultan”. Aunque el presidente suele justificar su estrategia en la lucha contra el narcotráfico y la migración irregular, fuentes internas señalan que también ha discutido el interés estratégico estadounidense en el petróleo venezolano.

Operación Lanza del Sur

El despliegue militar se enmarca en la llamada Operación Lanza del Sur, que combina buques de guerra, marines en naves anfibias y tropas estacionadas en Puerto Rico. Su objetivo es no solo presionar al gobierno venezolano, sino también establecer la infraestructura necesaria para posibles acciones militares futuras.

Como parte de esta ofensiva, el Departamento de Estado anunció que designará al Cartel de los Soles —término que alude a redes vinculadas al régimen y relacionadas con el narcotráfico— como organización terrorista, una medida que ampliaría el margen legal para acciones militares directas contra funcionarios del gobierno venezolano.

Entre las medidas ya ejecutadas se cuentan 21 ataques contra embarcaciones que Estados Unidos acusa de transportar drogas, con un saldo de al menos 83 personas muertas. Estas operaciones, realizadas sin autorización del Congreso, han generado fuertes cuestionamientos por parte de expertos legales y legisladores demócratas, quienes advierten que podrían haberse atacado embarcaciones civiles sin garantías suficientes sobre su verdadera carga.

Aunque Trump ha afirmado que los operativos buscan frenar el tráfico de fentanilo, altos oficiales del Pentágono reconocieron de forma privada ante congresistas que las embarcaciones transportaban cocaína, no fentanilo.

La escalada sitúa nuevamente a Venezuela en el centro de la tensión geopolítica regional, en un escenario donde la diplomacia, la seguridad hemisférica y los intereses energéticos vuelven a cruzarse en un tablero altamente volátil.

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