El fin de semana, una tragedia golpeó al mundo del circo internacional. El acróbata chileno Christian Quezada, de 26 años, falleció mientras ejecutaba un número de motocicletas en el conocido “Globo de la Muerte” en un circo de la ciudad de Nápoles, Italia. En los registros difundidos en redes sociales se aprecia cómo el espectáculo —realizado a oscuras y solo iluminado por las luces LED de los trajes— se desarrollaba con tres motociclistas en simultáneo. En cuestión de segundos, la coordinación milimétrica que exige este tipo de actos se quebró: Quezada perdió el control de su moto y cayó al centro de la esfera metálica. Sus compañeros intentaron disminuir la velocidad para esquivarlo, pero el choque fue inevitable. El joven acróbata falleció en el acto.

El impacto no solo dejó la muerte del chileno. Un motociclista mexicano de 43 años resultó con heridas de extrema gravedad y fue trasladado al Ospedale del Mare, donde permanece en riesgo vital. Un tercer integrante, un acróbata colombiano de 26 años, quedó lesionado, aunque se recupera consciente y sin riesgo de muerte. Los Carabinieri retrasaron la divulgación de las identidades debido a que las familias de los artistas residen en el extranjero, mientras se desarrolla una investigación que busca esclarecer las causas del accidente que conmocionó al público napolitano.

¿Quién era Christian Quezada? La vida detrás del riesgo

El sitio especializado Circusfans describe a Quezada como “un artista magnífico y multifacético, capaz de pasar del trapecio a la rueda, de la comedia al mundo. El riesgo era parte de su vida, como el circo”. Su capacidad técnica era reconocida a nivel internacional: podía ejecutar un triple salto mortal en el trapecio volador, dominio reservado para una élite de acróbatas. Pero más allá de su destreza, su entorno destaca una dimensión más íntima: “lo que impactó a todos fue su calidad humana, su humildad, su franqueza, sus modales, su forma de ser”.

Su pareja, la acróbata ucraniana Angelina Fedorchenko, con quien compartió ocho años de relación, publicó un mensaje profundamente emotivo tras la tragedia. “Anoche mi mundo se rompió. Mi Christian ya no está. Él no era solo mi pareja. Era mi hogar, mi fuerza, mi apoyo, mi risa y mi silencio (…) Todo pasó en un instante, tan rápido que todavía no puedo creerlo”, expresó. Sus palabras revelan no solo el dolor personal, sino también la fragilidad e intensidad que rodean la vida de quienes viven del riesgo.

Una investigación que apunta a las condiciones del espectáculo

El accidente abrió un proceso exhaustivo de investigación en Italia. La estructura metálica —conocida formalmente como la “rueda” o “Globo de la Muerte”— fue incautada, al igual que las tres motocicletas involucradas. Las autoridades buscan determinar si el siniestro se originó por una falla mecánica, un error humano o deficiencias en los protocolos de seguridad.

Se ordenó la autopsia al cuerpo de Quezada, mientras la Fiscalía reconstruye la secuencia exacta del accidente. El análisis de las grabaciones y testimonios será clave para establecer por qué se produjo la caída inicial que desencadenó la colisión fatal.

El presidente de la Autoridad Nacional del Circo en Italia, Antonio Buccioni, explicó que se trata de un número “entre los considerados emocionantes”, lo que en la jerga del sector implica un acto de alto riesgo cuyo atractivo radica precisamente en su complejidad y peligrosidad. Sin embargo, la tragedia reabre un debate más amplio: ¿cuáles son los límites aceptables del riesgo en los espectáculos circenses contemporáneos y qué responsabilidades recaen en los organizadores para garantizar condiciones seguras?

La muerte de Christian Quezada no solo enluta al mundo del circo; también expone las tensiones entre espectáculo, riesgo y seguridad en una industria donde la adrenalina suele ser parte del valor artístico. Su historia ahora se convierte en un recordatorio de que detrás de cada acrobacia extrema hay vidas dedicadas a un oficio que, aunque fascinante, jamás deja de ser vulnerable.

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