La reciente fricción diplomática entre Chile y Estados Unidos trasciende el mero intercambio de declaraciones, constituyéndose como un episodio sintomático de las tensiones inherentes a la política exterior en un mundo bipolarizado. El detonante fue la intervención pública del recién llegado embajador estadounidense, Brandon Judd, quien, incluso antes de presentar sus cartas credenciales, emitió críticas directas al Presidente Gabriel Boric por sus señalamientos contra Donald Trump. Además, Judd se refirió al balotaje chileno del 14 de diciembre, sugiriendo que «nosotros también tenemos una opinión de que a lo mejor va a ser un Gobierno mejor que el otro para la gente de Chile», argumentando que la alineación ideológica facilita la cooperación.

Esta feclaración, percibida como una vulneración a la soberanía nacional, motivó una enérgica respuesta del Estado chileno. El Canciller Alberto Van Klaveren calificó las declaraciones de «inapropiadas y desafortunadas» y elevó una nota de protesta formal a la Casa Blanca, subrayando que tales comentarios «representan una intervención en asuntos internos de nuestro país». La tensión se exacerbó con una nueva réplica del Presidente Boric, quien, frente a las instrucciones de Trump de «vigilar» a países que apoyen el aborto o la diversidad sexual, afirmó en Instagram: «Chile no acepta ningún tipo de tutelaje. Nuestra soberanía no se negocia».

La Grieta en el Escenario Doméstico: Un Espejo de la Polarización

El incidente no hizo más que reflejar la profunda división ideológica al interior de Chile. Desde la oposición, el diputado republicano Stephan Schubert cargó contra la «mala gestión» en relaciones internacionales del gobierno de Boric, acusándolo de priorizar su «mirada ideológica» por sobre el interés nacional. Su colega de partido, Catalina del Real, añadió que es «preocupante» la frecuencia de las críticas de Boric a Trump, arguyendo que «las relaciones internacionales no son un tema de partido ni de ideología personal, sino un interés nacional».

En contraste, la respuesta oficialista defendió la autonomía de la política exterior. La diputada Ericka Ñanco (Frente Amplio) sostuvo que Boric ha actuado con «total responsabilidad al defender los compromisos medioambientales de Chile», mientras que su colega Félix González (Partido Ecologista) tildó al embajador de polemista y lo comparó con el exembajador argentino Rafael Bielsa, señalando que «las relaciones diplomáticas tienen que mantenerse de Presidente a Presidente y de Canciller a Canciller».

La Mirada Experta: Entre el Pragmatismo y los Principios

La crisis concitó análisis de exministros y expertos, quienes ofrecieron perspectivas sobre la delicada encrucijada. El excanciller Ignacio Walker, en diálogo con Emol, catalogó las declaraciones de Judd como «altamente imprudentes», pero instó al gobierno a actuar con «máximo pragmatismo» y «no darse gustitos», delegando las reacciones formales en la Cancillería.

Por su parte, el también exministro Heraldo Muñoz recomendó observar el ejemplo de líderes de izquierda como Lula da Silva en Brasil o Claudia Sheinbaum en México, quienes han optado por un «diálogo pragmático y la negociación con Trump» a pesar de sus diferencias. Este consejo apunta a la compleja disyuntiva entre la defensa de principios como la no intervención y la necesidad de preservar una relación estratégica.

La Dimensión Geopolítica: Chile en el Tablero Global

El analista político de la UDD, Jorge Sanz, profundizó en el trasfondo geopolítico. Sostuvo que las críticas constantes de Boric a Trump han generado un distanciamiento de Washington y un acercamiento a China, una postura que, según él, «puede dañar a los chilenos» al restar apoyos estratégicos. Sanz vislumbra en la actitud del embajador Judd un cálculo de largo plazo: «puede estar jugando a que el próximo Presidente sea de la línea de Trump, como puede ser una elección del candidato Kast», lo que realinearía a Chile más cerca de Estados Unidos y más lejos de China.

El Eco Electoral: Soberanía y Realpolitik

Las reacciones de los candidatos presidenciales encapsularon la dualidad del debate. Jeannette Jara (Unidad por Chile), si bien se declaró disponible para el diálogo, sentenció: «Chile es un país soberano y se respeta… no necesita ningún gran daddy». En la vereda opuesta, José Antonio Kast (Partido Republicano) redirigió la crítica hacia Boric, cuestionando su estrategia internacional: «La pregunta no es la nota de protesta… es qué está haciendo nuestro Presidente para instalar a Chile en la prioridad mundial».

Conclusión: Un Episodio con Profundas Implicaciones

Más allá del hecho mismo, este conflicto diplomático desnuda los desafíos de un país de renta media que busca mantener su soberanía de juicio y acción en un escenario global crecientemente tensionado. El episodio con el embajador Judd no es solo una protesta formal; es un síntoma de un momento de redefinición, donde la política exterior chilena se debate entre la lealtad a sus principios, la presión de un aliado histórico y la incertidumbre de un orden internacional en franca reconfiguración. El desenlace de esta puja no solo moldeará la relación bilateral, sino que también definirá el margen de maniobra del próximo gobierno en un mundo donde la autonomía es un bien cada vez más preciado y disputado.

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