Al analizar las barras bravas, es un error considerar el fenómeno como exclusivamente masculino. Si bien son abrumadoramente hombres, la presencia de mujeres, aunque minoritaria, es significativa y reveladora. Tradicionalmente, se las ha encasillado en el rol de «first lady» o novia de un barrista, pero su participación es hoy más diversa y activa. Algunas asumen roles logísticos, de apoyo o incluso participan en la violencia, desafiando, aunque de forma distorsionada, los estereotipos de género pasivos.

El factor género aquí opera de manera dual. Por un lado, las jóvenes pueden ser atraídas por la promesa de empoderamiento y la ruptura del molde de «chica buena». En un entorno hipermasculino, ganar respeto como mujer implica a menudo adoptar una actitud aún más agresiva para ser tomada en serio. Por otro lado, muchas son cooptadas a través de relaciones afectivas con miembros, encontrando en el vínculo de pareja su ticket de entrada y pertenencia a un grupo que les ofrece protección y una identidad fuerte, aunque sea riesgosa.

Las señales de alerta en las jóvenes pueden ser más sutiles. Además de los cambios comunes (amistades, vestimenta), es clave observar una justificación o romanticización de la violencia. Pueden comenzar a usar un lenguaje degradante hacia hinchas rivales o hacia otras mujeres, internalizando la misoginia del grupo. Pueden mostrar una dependencia emocional extrema hacia una pareja que pertenece a la barra, justificando su comportamiento violento como «lealtad» o «amor por la camiseta».

Identificar estas señales requiere desmontar el mito de que las mujeres son solo víctimas pasivas o acompañantes inocentes. Pueden ser both (víctimas y perpetradoras), atrapadas en una dinámica donde su valor está ligado a su lealtad al grupo y a su capacidad de soportar o infligir daño. La prevención debe incluir programas que fomenten el autoconcepto y la autonomía de las jóvenes, alejadas de la validación que les puede dar una estructura violenta o una relación tóxica dentro de ella.

La inclusión del análisis de género es, por tanto, no solo indispensable, sino una herramienta para una prevención más fina y efectiva. Entender por qué una joven se suma a una barra brava nos obliga a mirar las complejas formas en que las mujeres negocian su lugar en entornos dominados por códigos masculinos violentos, y a ofrecerles salidas que construyan su empoderamiento sobre bases sanas y no destructivas.

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