El Spotify Camp Nou vivió una de esas veladas que quedan instaladas en la memoria colectiva.
Con 45.205 espectadores —su capacidad actual al máximo— el estadio se convirtió en una auténtica caldera para presenciar un duelo que honró la tradición histórica entre Barcelona y Atlético de Madrid. Fue un partido vibrante, de alternativas, ritmo frenético y emociones al límite, más cercano a los estándares de la Premier League que al guion habitual de LaLiga. Baena abrió la cuenta para el Atlético, pero el Barça respondió con jerarquía: Raphinha igualó en la primera parte y Dani Olmo dio vuelta el marcador en la segunda, antes de que Ferran Torres sellara un triunfo que desató una celebración catártica en las gradas.
El partido tuvo un protagonista indiscutible: Pedri, autor de una exhibición de control, lectura y aceleración que articuló cada fase ofensiva azulgrana. Fue el futbolista que dio sentido a la posesión, que ordenó y desordenó cuando correspondía, que suministró los tres pases más influyentes del partido —dos acabaron en gol, otro generó un penal fallado por Lewandowski— y que sostuvo al equipo en los momentos de máxima tensión. A su lado, otro retorno luminoso: Raphinha, que mostró liderazgo, agresividad y eficacia, coronando su actuación con un gol decisivo. Enfrente, un Atlético competitivo, ambicioso y dispuesto a disputar la pelota desde el primer minuto.
El encuentro nació con una pugna inmediata por el control del juego. Aunque Barcelona y Atlético representan históricamente corrientes tácticas opuestas, ambos decidieron desafiar ese cliché. Los de Hansi Flick apostaron por atacar los espacios en transiciones rápidas, mientras que los de Diego Simeone no renunciaron a dominar tramos del partido con posesiones más largas. Sin embargo, fue el Atlético el que golpeó primero: Nahuel Molina trazó un pase vertical perfecto aprovechando una descoordinación mínima en la línea defensiva azulgrana, y Baena definió con frialdad tras superar a un Joan Garcia que hizo todo por evitarlo. Tras la revisión del VAR, el 0-1 quedó ratificado.
La desventaja despertó al Barcelona, que encontró en Pedri la brújula ideal para acelerar el juego. De sus botas nació el pase que permitió a Raphinha encarar a Oblak, recortarlo y definir con elegancia para el 1-1. Poco después, otro envío del canario habilitó a Olmo, quien fue derribado en el área por Barrios. El penal lo ejecutó Lewandowski, pero el polaco envió la pelota muy por encima del arco, prolongando su sequía y frustrando la posibilidad de la remontada inmediata. Aun así, el Barça siguió dominando, y solo un atajadón de Oblak evitó el tanto del propio Lewandowski tras centro de Lamine Yamal.
La segunda mitad mantuvo la tensión competitiva. Raphinha volvió a rozar el gol y Lamine Yamal produjo varias acciones punzantes, mientras el Atlético trataba de golpear en un ida y vuelta que exigió la intervención del de siempre: Pedri. De un nuevo pase suyo nació la jugada del 2-1, finalizada por Olmo tras asociarse con Lewandowski. Para entonces, el desgaste comenzaba a notarse: Pedri cayó exhausto a quince minutos del final; Olmo había salido poco antes por molestias, y Raphinha también dejó la cancha. El Barça entró en un modo de supervivencia, refugiado en una línea de cinco con Christensen y apostando a las contras con Rashford. El Atlético olió la fragilidad y Simeone lanzó a Griezmann y Almada, quien tuvo una ocasión clarísima pero no logró superar a Cubarsí y Joan Garcia.
En medio de ese clima de tensión, el Barcelona encontró el golpe final: un ataque conducido por Rashford concluyó con Ferran Torres marcando el 3-1, aprovechando un Dro que, pese a su bisoñez, ofreció destellos de carácter en una noche grande para el club catalán. El Camp Nou estalló, celebrando no solo los goles, sino la resiliencia, el sufrimiento y el talento desplegados durante un encuentro que, por intensidad y calidad, se inscribe entre los grandes partidos de la temporada.
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/José Pablo Verdugo



