Todo salió como estaba esperado, el triunfo fue contundente. El candidato -nuestro candidato- que representó las ideas de la Sociedad Libre (orden, seguridad, justicia, propiedad, desarrollo y bienestar social) se impuso en todas las regiones. La comunista, representante de un gobierno cuyo principal legado será el haber transgredido todos los valores republicanos, sufrió una estrepitosa derrota, con lo cual se abrieron para el país y su futuro… ¡grandes esperanzas!
“Grandes Esperanzas” … que nos traen a la memoria la novela homónima del novelista inglés Charles Dickens, donde él nos recuerda que “el crecimiento real” se produce cuando una sociedad aprende a reconocer los verdaderos valores por sobre las ambiciones personales, remarcándonos también en sus páginas que “todo desarrollo individual o colectivo” toma tiempo, sacrificio, coherencia y coraje. En buen chileno diríamos… “paciencia, que a su tiempo maduran las brevas”.
Recalcar lo anterior en estos días es importante, porque pareciera que las expectativas “se fueron a las nubes…”. No faltan los ansiosos pretendiendo que se muestren “todas las cartas” con las que se va a jugar el futuro gobierno, lo que puede resultar comprensible… porque las esperanzas son necesarias -empujan y orientan- pero, cuando se convierten en obsesión, suelen nublar el juicio y crear desilusión.
Mis experimentados (por no decir añosos) contertulios saben perfectamente que, en política, la vida no se revela de golpe; todo se toma su tiempo, y hay que saber darle tiempo al tiempo, lo que en ningún caso significa renuncia o desazón, sino más bien… confianza.
Dicho lo anterior, esta optimista y realista pluma siente que es su deber levantar una pequeña advertencia, en cuanto a que las nuevas autoridades no pueden confundir la prudencia -tiempo al tiempo- con la necesidad de darle “ahora”, a los electores y al país entero, “señales claras” sobre la línea que el nuevo gobierno tendrá con aquellos problemas que afectan a la realidad nacional, y para cuya solución fueron elegidos.
A un gobierno elegido específicamente para hacer frente a una situación nacional crítica, y que se ha definido como “de emergencia”, le es prioritario dar “señales claras” en materias como: seguridad, narcoterrorismo, migración ilegal, corrupción judicial, DDHH y otros etcéteras… El país está cansado de ambigüedades, por eso quiere, en buen chileno… ¡las cosas claras y el chocolate espeso! pero siempre cuidando un ambiente de concordia republicana.
Por lo tanto, si el diagnostico no ha cambiado, tampoco pueden variar las señales que den las futuras autoridades, porque ello invariablemente terminará por minar las confianzas con sus electores.
En definitiva, cuando en política los mensajes son ambiguos se instala la incertidumbre, se debilita la credibilidad abriendo paso a la especulación y la polarización. Dar señales claras no implica rigidez ni radicalización, sino honestidad, coherencia y consecuencia. La ambigüedad actúa como una niebla que confunde, diluye intenciones y siembra dudas, mientras que las señales claras funcionan como un faro que orienta, revela y construye confianza… En suma: ¡La ambigüedad oscurece… La claridad ilumina!
Por Cristián Labbé Galilea
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