No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. Tampoco 116, los mismos que tenía la Atalanta de vida sin un título continental. Mucho menos 51 partidos, los que duró el invicto del Bayer Leverkusen este curso. Aunque la lógica dictaba lo contrario, Gian Piero Gasperini hizo lo imposible para ganarle el pulso directo a Xabi Alonso y coronar la Europa League en Dublín, alzando el trofeo gracias a un sensacional Ademola Lookman -autor de un triplete- y a un muro levantado para contener todo el poderío ofensivo alemán, reducido a su mínima expresión en Irlanda.

Sorprendió Xabi Alonso con el planteamiento inicial, aventurándose a un Frimpong extremo junto a Wirtz y Adli en zona ofensiva. Pero sus recursos se hicieron insuficientes en la etapa inicial, con una Atalanta aún más valiente, insistiendo en el acoso constante para ahogar las casi siempre limpias salidas de Hincapie, Tapsobah y Stanisic. Casi, porque en Dublín todo era embarrado en el lodo de la presión italiana.

No tardaron mucho en encontrar premio los de Gasperini a poner contra las cuerdas el invicto germano. Lograron por la banda de Grimaldo, metiéndose Zappacosta hasta la cocina para servirle la pelota a Ademola Lookman. El nigeriano aprovechó la siesta de Exequiel Palacios en marca y colgó la sorpresiva ventaja de la ‘Dea’.

Y el africano no se quiso quedar solo en uno, ni la Atalanta quería conformarse con ser otro equipo que asomaba romper la racha del Leverkusen para morir en la orilla. Entonces aseguraron el segundo, obra nuevamente de Lookman. Obra de arte, propiamente. Caño a Xhaka y remate certero que la mejor estirada de Kovar pudo salvar.

LOOKMAN, SIEMPRE LOOKMAN

Para la segunda parte, Xabi Alonso no encontraba respuestas suficientes a las preguntas que le planteaba el fortín ‘nerazzurro’ de los de Bérgamo. Tiró entonces de su ‘9’ de confianza, Victor Boniface, para contrarrestar peso con peso en ofensiva. Y a Gasperini también le tocó mover piezas por la lesión de Kolasinac, dando entrada a Scalvini y, minutos más tarde, a Pasalic para reforzar la medular. Se compenetraba aún más el granítico muro que levantaron los transalpinos en Dublín, impermeable a los intentos germanos.

No obstante, no llegaban las oportunidades claras. Todo lo que bien se generaba, mal llegaba a las manos de Musso. Ni porla inclusión de Schick y Hlozek al ataque, ya desbocado en sus tres puntales para colgar pelotas más allá de la pared bergamasca. Nada. Al otro lado del frontón seguía bien resguardado el trofeo que acariciaban a dos manos los italianos. Y volvió a bailar la marcha italiana al ritmo de Lookman, con ropas del mejor goleador para plantar un zurdazo implacable y certificar la conquista de la Europa League.Imagen

/Escrito por Sebastián Vegas para Sport