Parafraseando a Mark Twain, a veces parece que la historia no solo rima, sino que literalmente se repite. Es lo que podría suceder en Estados Unidos en 2024 con una reedición de la disputa entre Joe Biden y Donald Trump, luego de que el primero lanzará esta semana su campaña por la reelección –aunque nadie sabe si esta vez el vencedor será el mismo. O lo que pasa en Argentina con su ciclo infinito de crisis que está estrenando una nueva temporada. Y es también lo que ha pasado por aquí con la reedición del proceso constituyente. Aunque en este caso, hay que reconocer, el proceso es distinto al anterior y al contrario de lo que sucedió hace casi dos años, hay muy poco interés por su desenlace. Incluso, en lugar de Lista del Pueblo, esta vez, la sorpresa podría estar en el otro extremo del espectro.
El ancho camino del medio cada vez se ve más estrecho. Nos vamos escorando de un extremo a otro. Por eso, como escribe Max Colodro, “una preocupación silenciosa ha comenzado a recorrer… La Moneda”, que el 7 de mayo “las dos listas del oficialismo no alcancen ni siquiera el 38%” y que “las tres listas opositoras se acerquen sumadas al umbral del 60%”. Un nuevo 4/S para el gobierno. Para Colodro el problema, sin embargo, no es la Constitución que saldrá de ello, sino los nuevos equilibrios que se establecerán. ¿Quién saldrá ganando en el oficialismo? ¿Y en la oposición? ¿Qué efecto tendrá? “Son interrogantes clave que comenzarán a dilucidarse en apenas dos semanas más”, apunta.
Y una de ellas, para Sylvia Eyzaguirre, es especialmente preocupante: que el 7 de mayo pase “lo contrario de la elección pasada y que la derecha, y sobre todo el Partido Republicano” obtenga “una abrumadora mayoría”. Preocupante “por la sencilla razón de que esa no es la realidad de Chile”, dice. Las lógicas polarizantes de la política actual son un problema cuando se trata de elaborar una Constitución. Aumenta “el riesgo de que el texto que elabore dicho Consejo termine siendo rechazado”, dice. Sólo queda “evitar votar por la coyuntura” para así no perder, apunta, “nuestra última oportunidad en materia constitucional”. Habrá que ver si es posible.
Dicen que fue Joseph de Maistre, el padre del pensamiento reaccionario, quien inmortalizó eso de que “cada nación tiene el gobierno que se merece”. Sea así o no, muchos la sacan a relucir en estos tiempos, como también recuerdan otra cosa que lo identifica, eso de la contrarrevolución. Lo escribe Javier Sajuria el lunes pasado al recordar que pese a que algunos esperaban que “con la elección de Gabriel Boric (…) el péndulo ideológico se mantendría en la izquierda”, eso no ha sucedido. El péndulo se ha ido hacia la derecha. Y el debate constitucional, apunta, “no ha estado exento de ese espíritu reaccionario”. Según Sajuria, “estamos en medio de un contra estallido”, uno “poco cariñoso con la evidencia y muy cercano a los prejuicios”. Son las viejas vueltas de la vida.
Entre memoria y olvido
Hay algo de “la búsqueda del tiempo perdido” en el ambiente actual. Quizá es eso que decía Nietzsche, que “cuando estamos cansados nos atacan ideas que conquistamos hace tiempo”. O tal vez no es otra cosa que la política de la nostalgia, eso de que todo tiempo pasado (parece que) fue mejor. Y para Gonzalo Cordero, la anunciada estrategia nacional del litio tiene mucho de eso. “Hubo una época en que ingenuos y optimistas pensamos que no volveríamos a escuchar cosas como nacionalizar”, apunta. Parecía algo más propio del siglo pasado. “Está claro que nos equivocamos”, dice. La ironía es que “el año pasado SQM le entregó más recursos al Estado que Codelco sin invertir recursos públicos”. Pero a veces las evidencias no bastan y “puede más la compulsión por desenterrar viejas utopías”, según Cordero.
Pero si de nostalgia hablamos, esta no solo asalta a la izquierda sino también a la derecha, según Paula Escobar, porque “hoy son los principales defensores de los 30 años y a veces defienden con mayor ahínco los 20 años de la Concertación”. Parece ser “una admiración retrospectiva, desacoplada”, apunta. Una que aparece veces disociada de sus acciones, contradictoria, donde prima “la tentación a leer el país como si el estallido hubiera sido un mal sueño”. Ese anhelo a volver al mundo de ayer –como el título de las memorias de Stefan Zweig-, sin entender, según Escobar, que hoy tienen una oportunidad única “de impulsar un proyecto de centro derecha de verdad”.
Vivimos en el país de la nostalgia, pero también del olvido, según Valeria Palanza. “Parece que las élites políticas no aprenden ni del estallido social de 2019 ni del rechazo a la propuesta constitucional en 2022”, dice. En cambio, “siguen con enfrentamientos que desconocen todo valor al oponente político y llevan a cabo estrategias que ayer denunciaban”. Y peor aún, no recuerdan el pasado. “Pareciera que la enfermedad de nuestro tiempo es la amnesia política”, dice, porque la Comisión Experta “avanza como si el trabajo de un año en la Convención no hubiera existido”, olvidando que “la misma ciudadanía que les entregó a las élites una nueva oportunidad, había estallado tan solo tres años antes”. Ciudadanía, en todo caso, veleidosa a la luz de las últimas elecciones.
“Es la rabia, estúpido” o “el invierno del descontento”, lo que está moviendo por estos días al electorado. Como entender si no que los sondeos avizoran que en esta nueva temporada del proceso constitucional podría ser el Partido Republicano el que ocupe el lugar de la Lista de Pueblo como la sorpresa de la elección. Sea así o no, el hecho, según Juan Ignacio Brito es que, al menos el impulso, parece estar del lado de los seguidores de Kast. “En tiempos de hastío con la política tradicional, el desafiante siempre lleva la ventaja”, apunta. Tal vez por eso en la derecha “la competencia se ha ido endureciendo”. Todo para no perder cuotas de mercado. Queda por ver adonde conducen los derroteros electorales.
Los riesgos de la violencia
Si Vivimos tiempos violentos –como el título de la película de Quentin Tarantino. Eso de que el mundo nunca ha sido un lugar más pacífico, como apuntaba Steven Pinker en su ya clásico Los ángeles que llevemos dentro, queda desmentido por las cifras. Según un reciente artículo de The Economist, las guerras civiles y los conflictos internos vienen subiendo. Si en la primera década del siglo en promedio cinco países enfrentaban más de un conflicto simultáneo cada año, hoy el número llega a 15. Y lo que es peor, son más difíciles de contener. Si en los 80, estos duraban cerca de 13 años, hoy se alargan más de 20. ¿Será eso de que la violencia es contagiosa?
O una epidemia, como sugería un artículo de LT Sábado la semana pasada. Punto que comparte el exministro Jaime Mañalich, que de epidemias sabe. “El contagio de la violencia es un fenómeno universal”, dice, uno “que ocurre en todos los niveles de la sociedad y que afecta a un amplio espectro de individuos”. “Se comunica, sobre todo, a través de patronos culturales, configurando ‘memes’ en lugar de genes”, apunta. Por eso, para él, sostener que la violencia es la expresión de un estado de necesidad, no es correcto, porque como decía Hannah Arendt, “la violencia aparece cuando el poder peligra”. Por eso, “un poder condescendiente con la violencia”, escribe Mañalich, “decreta su propia destrucción”. Falta, según él, “tomar en serio lo que se enfrenta”, si no “una epidemia de paz será imposible”.
Pero si de violencia se trata, para Pablo Ortúzar está conlleva otros peligros. “Las posibilidades de mantener viva una convivencia democrática sana es baja”, dice, “con la delincuencia desatada, la clase política deslegitimada” y “el proceso constituyente cojeando. Más aún cuando las advertencias de algunos sobre el riesgo de que Chile entre, políticamente, en una deriva autoritaria, andan dando vuelta. Y la figura de Nayib Bukele crece en el imaginario popular. Somos un país desconfiado y, por estos días, el miedo a los otros comienza a dominar el panorama, basta ver el creciente rechazo a los inmigrantes.Y todo ello, para Ortúzar, puede adelantar un duro invierno para la democracia. Uno que no sólo acecha por acá.
Boletín semanal de Opinión de La Tercera por Juan Paulo Iglesias
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