El concepto es de uso habitual en la política argentina para describir a la profunda e irreconciliable división política y social, generada en torno al Kirchnerismo. En el país trasandino durante mucho tiempo sólo hubo dos posiciones posibles: kirchnerismo o anti kirchnerismo. Pero la grieta va más allá de la política, también rompe ambientes laborales, fisura amistades e inclusive divide familias.
El Presidente Boric ha usado la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado para volver a cavar una grieta profunda en nuestra sociedad. El problema es que los chilenos no buscaban ser parte de este ejercicio divisionista. El sentido de conmemorar era construir puentes, no dinamitarlos para así exponernos a las mismas fisuras y traumas del pasado.
La grieta es tóxica, es una forma de desgarrar nuestra convivencia democrática. Por un lado, es certeza, porque te obliga a tomar posición por alguno de los dos bandos: ¿estás a favor o en contra del golpe? ¿suscribes la declaración de los ex presidentes por los 50 años o no la suscribes? Pero por otro, es incertidumbre porque nada puede ser edificado sobre grietas. El 11 de septiembre será un día de grietas, habrá certezas, pero también incertidumbre.
Desde La Moneda simularán una reflexión, pero al unísono repetirán consignas y sabemos que el antónimo de la reflexión es la consigna. Nos convocarán a la unidad, para enseguida volver a la lógica del puño en alto. Se entremezclarán los demócratas de convicción, con los demócratas de ocasión.
El Partido Comunista nos aleccionará sobre democracia, cuando nunca han tenido un compromiso genuino con ella. Intentarán hacer del fracaso de Salvador Allende y la Unidad Popular un mito heroico. Se dirá que la vía chilena al socialismo no conducía al marxismo leninismo, aunque basta leer la carta de Frei Montalva a Mariano Rumor o el reciente libro de Patricio Aylwin, para percatarse de que ese era el destino. El Presidente dirá que avanzamos y ¡seguimos!, cuando en verdad sólo retrocedemos.
En el campo de las incertezas, la pregunta no es si habrá o no habrá violencia, sino cuánta violencia y con qué grado de radicalidad se expresará. Sólo en la “previa” al 11 de septiembre en el INBA lanzaron 170 molotov en 20 minutos y en el Instituto Nacional reaparecieron los overoles blancos quemando parte de lo que queda de liceo.
Pero una cuestión quizás más interesante es que el Presidente al exacerbar el hito de los 50 años del Golpe de Estado, sin quererlo, ha abonado a la construcción de otra grieta.
Una grieta entre la clase política y la ciudadanía. Entre una elite dirigencial de salón preocupada de si se suscribe o no un compromiso a raíz de los 50 años, que moviliza recursos mediáticos y simbólicos para crear una ilusión en la ciudadanía: la ilusión de que las cosas se cambian a punta de declaraciones vacías, donde abundan lugares comunes y se re editan viejas fórmulas retóricas, versus la cruda realidad de los chilenos que no viven de ni para la política. Los ciudadanos ven cómo las declaraciones grandilocuentes pasan, pero los problemas quedan.
La misma semana en que el Presidente buscaba desesperadamente el apoyo a su declaración por el compromiso democrático, baleaban a una niña de 13 años en Recoleta. Pero esto va más allá. De acuerdo con datos recientemente publicados por el Barómetro de Seguridad en Hogares de la Universidad Católica el 67% de los chilenos se siente inseguro caminando por su barrio, un 27% declara oír balaceras en sus barrios, un 32% ha presenciado tráfico de drogas en el vecindario y un 33% declara oír la detonación de fuegos artificiales por las noches.
Lejos de la pirotecnia política de La Moneda y de los cocktails molotov de los grupos violentistas y radicalizados que se desplegarán el 11 de septiembre, este es el triste espectáculo que inunda el entorno inmediato de la gran mayoría de los chilenos. De ahí que no sorprenda que a un 57% no le interese en lo más mínimo la conmemoración de los 50 años del Golpe acorde a la encuesta Pulso Ciudadano.
En definitiva, la obsesión de Boric con Allende lo está llevando a cometer sus mismos errores. Construir grietas y dejar a la deriva a las grandes mayorías por satisfacer un fetiche, revolucionario en el caso de Allende, conmemorativo, en el caso de Boric. Como mostró la encuesta Criteria, no por nada, los chilenos piensan que Boric es el Presidente que más ha contribuido a la división política desde el retorno a la democracia.
Lamentablemente las reglas de la aritmética no siempre aplican a la política, donde un país dividido en dos no es equivalente a uno. Es fácil construir grietas, lo difícil es superarlas.
Por Jorge Ramírez, cientista político de Libertad y Desarrollo, para ex-ante.cl
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