Como esos alumnos que se dedican a hacer la tarea a última hora, al gobierno del Presidente Gabriel Boric le entró la urgencia por impulsar una reforma de pensiones justo cuando se empieza a cerrar la ventana de tiempo para aprobar legislación antes de que la temporada electoral ponga fin a su periodo de gobierno efectivo. Aunque existe alguna posibilidad de que haya humo blanco durante el mes de enero, y que se apruebe la muy necesaria reforma de pensiones, el gobierno desperdició tres años de valioso tiempo intentando empujar una reforma cuyo contenido no contaba con los votos suficientes en el Congreso ni gozaba de apoyo popular.
Aunque hay espacio para negociar casi todos los otros puntos, si el gobierno insiste en forzar un componente de reparto que obligue a los cotizantes a que parte de sus cotizaciones mensuales vayan dedicadas a financiar las pensiones de los jubilados que hoy reciben pensiones insuficientes, los legisladores de oposición deberán escuchar la voz del pueblo que está decididamente en contra de esa propuesta.
La gente se opone a que sus propias pensiones en el futuro se vean mermadas porque el gobierno hoy quiere usar las cotizaciones de los trabajadores actuales para mejorar las pensiones de los jubilados hoy. La gente quiere que el gobierno encuentre dinero para mejorar las pensiones de los jubilados hoy buscando recursos en el abultado gasto público innecesario que ya existe en el país. La gente sospecha que una buena parte del gasto público constituye gasto derrochador -lo que en inglés se denomina wasteful spending.
Hay tres verdades incontrarrestables en el debate sobre pensiones que existe en el país. Primero, hay que aumentar las cotizaciones mensuales que depositan los empleadores en las cuentas individuales de los trabajadores y hay que aumentar radicalmente el número de trabajadores independientes que cotizan. En eso, todos parecen estar de acuerdo. Aunque pocos están dispuestos a tomar las medidas necesarias para estimular el empleo formal. Si no hacemos menos oneroso despedir a trabajadores, la creación de trabajos formales seguirá deprimida.
Segundo, hay que aumentar la edad de jubilación de todos, especialmente la de las mujeres, para que las personas puedan acumular más dinero en su vida laboral y logren recibir mejores pensiones. Para poder reunir suficiente dinero para pagar pensiones decentes, nadie se puede jubilar a los 60 años, mucho menos si han acumulado menos de 35 años de cotizaciones. Pero hay pocos políticos que se quieren hacer cargo de esta verdad.
Tercero, hay que buscar recursos para mejorar las pensiones de los que ahora ya están jubilados y de los que se jubilarán en los próximos años. Para ellos, los ahorros que hoy tienen acumulados no serán suficientes para pagarles una pensión decente. En esto, todos están de acuerdo. Pero hay profundas discrepancias respecto de dónde deben venir esos recursos. Mientras el gobierno quiere introducir un elemento de solidaridad -esto es, que los trabajadores formales de hoy subsidien a los actuales jubilados- la oposición correctamente se opone a esa idea. Además de desincentivar el trabajo formal, que ya está estancado, esa propuesta es una forma burda de proponer pan hoy y hambre mañana.
Por casi tres años, el gobierno de Boric ha impulsado esta mala idea de solidaridad (presuntamente intergeneracional, pero que en realidad supone una bomba de tiempo que inevitablemente explotará en el futuro). Como no están ni los votos en el Congreso ni el apoyo popular para esa iniciativa, el gobierno ha venido cediendo terreno en su demanda por un sistema de reparto. Pero tampoco ha logrado conseguir votos ni apoyo popular para sus propuestas alternativas.
Por eso, si quiere lograr una reforma de pensiones durante su gobierno, el Presidente Boric deberá abandonar la estrategia de negociación que ya fracasó en los tres primeros años de gobierno. Para lograr avanzar, deberá poner sobre la mesa una nueva propuesta que logre destrabar la negociación. Una propuesta alternativa atractiva sería si el gobierno ofrece encontrar ahorros sustantivos en gasto público superfluo (sueldos excesivos, trabajadores innecesarios) para mejorar las pensiones actuales sin tocar los ahorros de las cuentas individuales de los trabajadores. Con eso, forzaría a la oposición a hacer otras concesiones y podría salir humo blanco para un acuerdo.
No es el mundo ideal para el gobierno, pero dado que el Presidente se comportó como un estudiante que esperó hasta el último momento para hacer su tarea, esa es la mejor alternativa disponible hoy. La falta de disciplina y la procrastinación tienen costos.
Para un gobierno que no tiene demasiados logros y que llegó prometiendo refundaciones, pero que ha logrado sólo cambios menores, en un contexto en que la gran mayoría de las personas sienten que el país avanza por el sendero equivocado, la reforma de pensiones es la última gran oportunidad que tiene el gobierno para evitar dejar la percepción de que estos han sido cuatro años perdidos.
Es poco lo que se puede hacer cuando los alumnos dejan todo para la última hora. Pero también es cierto que hay alumnos que a última hora son capaces de producir buenos resultados si ponen el hombro a las tareas. Si Boric quiere dejar la impresión de que, aunque haya dejado las cosas para el final, logra entregar un trabajo que le permita aprobar el curso, un gran acuerdo en la reforma de pensiones durante las próximas semanas es la última oportunidad que le queda antes de que se desate la carrera para la próxima elección presidencial en marzo de 2025.
Por Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP, para El Líbero
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