Imaginemos que la tecnología de escaneo cerebral mejora enormemente en las próximas décadas, hasta el punto de que podamos observar cómo cada neurona individual habla con otras neuronas. Luego, imaginemos que podemos registrar toda esta información para crear una simulación del cerebro de alguien en una computadora.

Este es el concepto detrás de la carga mental: la idea de que algún día podremos hacer la transición de una persona de su cuerpo biológico a un ‘cuerpo’ sintético. La idea se originó en un movimiento intelectual llamado transhumanismo y tiene varios defensores significativos, incluido el científico informático Ray Kurzweil, el filósofo Nick Bostrom y el neurocientífico Randall Koen.

La esperanza central de los transhumanistas es trascender la condición humana a través del progreso científico y tecnológico. Creen que la carga mental puede permitirnos vivir todo el tiempo que queramos (pero no necesariamente para siempre). Incluso podría permitirnos mejorarnos a nosotros mismos, por ejemplo, teniendo cerebros simulados que funcionen más rápido y más eficientemente que los biológicos. Es el sueño de un tecno-optimista para el futuro. ¿Pero tiene alguna sustancia real?

La viabilidad de la carga mental se basa en tres supuestos básicos.

  • primero es el supuesto tecnológico, la idea de que podremos desarrollar la carga mental en las próximas décadas
  • el segundo es el supuesto de la mente artificial, la idea de que un cerebro simulado daría lugar a una mente real
  • y tercero es el supuesto de supervivencia, la idea de que la persona creada en el proceso eres realmente “tú”. Sólo entonces la carga mental se convierte en una forma de seguir viviendo.

¿Es posible que estos supuestos se hagan realidad?

El supuesto tecnológico

Intentar simular el cerebro humano sería un desafío monumental. Nuestros cerebros son las estructuras más complejas del universo conocido. Albergan alrededor de 86.000 millones de neuronas y 85.000 millones de células no neuronales, con 100 billones de conexiones neuronales estimadas entre ellas. En comparación, la Vía Láctea alberga alrededor de 200.000 millones de estrellas.

¿Dónde estamos en el camino hacia la creación de simulaciones cerebrales? En este momento, los neurocientíficos están elaborando diagramas de cableado en 3D (llamados «conectomas») de los cerebros de organismos simples. El conectoma integral más complejo que tenemos hasta la fecha es de un larva de mosca de la fruta, que tiene alrededor de 3.000 neuronas y 500.000 conexiones neuronales. Podemos esperar mapear el cerebro de un ratón dentro de los próximos diez años.

El cerebro humano, sin embargo, es 1.000 veces más complejo que el cerebro de un ratón. ¿Nos llevará entonces 10.000 años mapear un cerebro humano? Probablemente no. Hemos visto sorprendentes ganancias en la eficiencia de proyectos similares, como el Proyecto Genoma Humano.

Se necesitaron años y cientos de millones de dólares para mapear el primer genoma humano hace unos 20 años. Hoy, los laboratorios más rápidos pueden hacerlo en cuestión de horas por unos 100 dólares. Con ganancias similares en eficiencia, podríamos ver tecnología que carga la mente en computadoras durante la vida de nuestros hijos o nietos.

Dicho esto, existen otros obstáculos. Crear un mapa cerebral estático es sólo una parte del trabajo. Para simular un cerebro en funcionamiento, necesitaríamos observar neuronas individuales en acción. No está claro si podremos lograrlo en un futuro próximo.

El supuesto de la mente artificial

¿Una simulación de tu cerebro daría lugar a una mente consciente como la tuya? La respuesta depende de la conexión entre nuestra mente y nuestro cuerpo. A diferencia del filósofo René Descartes del siglo XVII, que pensaba que mente y cuerpo son radicalmente diferentes, la mayoría de los filósofos académicos actuales piensan que la mente es, en última instancia, algo físico en sí misma. En pocas palabras, tu mente es tu cerebro.

Aún así, ¿cómo podría un cerebro simulado dar lugar a una mente real si es sólo una simulación?

Muchos científicos cognitivos creen que el complejo sistema neuronal del cerebro, su estructura, es responsable de crear tu mente consciente en lugar de la naturaleza de su materia biológica (que es principalmente grasa y agua).

Cuando se implementa en una computadora, el cerebro simulado replicaría la estructura de tu cerebro. Para cada neurona y conexión neuronal simulada habrá una pieza de hardware de computadora correspondiente. La simulación replicará la estructura de tu cerebro y, por lo tanto, replicaría tu mente consciente.

Los sistemas de IA actuales proporcionan evidencia útil (aunque no concluyente) del enfoque estructural de la mente. Estos sistemas funcionan con redes neuronales artificiales, que copian algunos de los principios estructurales del cerebro. Y son capaces de realizar muchas tareas que requieren mucho trabajo cognitivo en los humanos.

El supuesto de supervivencia

Supongamos que es posible simular un cerebro humano y que la simulación crea una mente consciente. ¿La persona en la computadora serías tú realmente o sólo un clon mental?

Esto nos remite a un viejo enigma filosófico: ¿cuando te levantas por la mañana sigues siendo la misma persona que se acostó la noche anterior?

A grandes rasgos, los filósofos se dividen en dos bandos sobre esta cuestión. El campo biológico cree que tú por la mañana y por la tarde eres la misma persona porque sois el mismo organismo biológico, conectado por un proceso de vida biológico.

El campo mental más grande piensa que el hecho de que tengamos mente marca la diferencia. Tú por la mañana y por la tarde eres la misma persona porque compartís una vida mental. Por la mañana recuerdas lo que hiciste por la noche, tienes las mismas creencias, esperanzas, rasgos de carácter, etc.

Entonces, ¿qué bando está en lo correcto? He aquí una manera de poner a prueba tu propia intuición: imagina que tu cerebro es trasplantado al cráneo vacío del cuerpo de otra persona. ¿La persona resultante, que tiene tus recuerdos, preferencias y personalidad, eres tú, como piensa el campo mental? ¿O es la persona que donó su cuerpo, como piensa el campo biológico?

En otras palabras, ¿obtuviste tú un cuerpo nuevo o esa persona obtuvo una mente nueva? Mucho depende de esta cuestión.

Si el campo biológico tiene razón, entonces la carga mental no funcionaría, asumiendo que el objetivo de la carga es dejar atrás la biología. Si el campo mental es correcto, existe una posibilidad de carga, ya que la mente cargada podría ser una continuación genuina de la vida mental actual de uno.

Una última advertencia

Pero espera: ¿qué sucede cuando el tú biológico original también sobrevive al proceso de carga? ¿Te dividirías, junto con tu conciencia, en dos personas, dando como resultado dos “tú”: uno en forma biológica (B) y otro en forma cargada (C)?

No, tú (A) no puedes dividirte literalmente en dos personas separadas (B ≠ C) y ser idéntico a ambas al mismo tiempo. Como máximo, sólo uno de ellos puede ser tú (ya sea A = B o A = C).

Parece más intuitivo que, después de una división, tu forma biológica continuaría como tu verdadero yo (A = B), y la carga sería simplemente una copia mental. Pero eso pone en duda que puedas sobrevivir como una carga en una computadora cuando tu yo biológico sea destruido.

¿Destruir el yo biológico elevaría mágicamente el clon mental al estado del yo real? Parece extraño pensar que esto sucedería (aunque una visión filosófica afirma que podría ser cierto).

¿Vale la pena el riesgo?

Desafortunadamente, el supuesto de la mente artificial y el supuesto de la supervivencia no se pueden probar empíricamente de manera concluyente; de ​​hecho, tendríamos que cargarnos nosotros mismos para poder descubrirlo.

Por lo tanto, la carga de la mente en una computadora siempre implica un enorme acto de fe. Personalmente, yo sólo daría ese salto si supiera con certeza que mi ‘hardware biológico’ está a punto de caducar.

Por Clas Weber, profesor titular de Filosofía en la Universidad de Australia Occidental. Trabaja en la filosofía del lenguaje, la filosofía de la mente y la metafísica. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.

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