En las vísperas de toda elección política, “las estrellas” -“las vedettes”- son las encuestas que, cuales diosas videntes, cautivan con sus profecías a comentaristas, analistas, dirigentes y por cierto a los candidatos; pero cuando cae el telón y se conocen los resultados, la situación cambia diametralmente: son vilipendiadas y difamadas, acusándolas de no ser más que fantasías especulativas… meras ilusiones intelectuales.
Claramente, las encuestas no son certeras, se equivocaron en España con el PP y en Argentina con Milei. En nuestro país han sido desastrosas: v.gr., el exalcalde de las Condes lideró todas las mediciones hasta que llegó el día de las presidenciales y… ¡Plop!… la realidad dijo otra cosa y aquí estamos (ojo alcaldesa).
Por lo mismo, esta añosa pluma advierte a sus nóveles contertulios que, con el tiempo, ha aprendido que la política es díscola y difícil de predecir, y que, en materia de pronósticos, nadie ha clavado la rueda de la fortuna porque, si fuera fácil y coincidieran siempre las encuestas con la realidad, no sería necesario hacer elecciones, bastaría una encuesta y “san se acabó” … la democracia sería fácil y barata.
Resulta entonces que la gran disyuntiva es entre: la especulación y el realismo. En este sentido, los partidos políticos deberían tener presente que hay “verdades, mentiras y encuestas”, y que las “vísperas”, con sus plumajes de vedette, engañan, especialmente en los tiempos actuales cuando los medios y las redes sociales generan seductoras distorsiones. Por lo tanto… el camino a seguir es el realismo y no la fantasía.
El realismo político implica aceptar las circunstancias, sin idealizar ni distorsionar la realidad; obliga además a tener clara conciencia de las limitaciones y dificultades que se enfrentan, así como de posibilidades y obstáculos que se pueden presentar en el logro de los objetivos propuestos.
Por lo mismo, si las cúpulas de los partidos políticos que creen en una sociedad libre (los que la gente reconoce como de derecha), quieren tener éxito y representar las aspiraciones de la gente común y corriente, deben dejar de “mirarse el ombligo”, de tomar decisiones a puertas cerrada, de cálculos, arreglines y cocinerías cupulares.
La actitud que el ciudadano espera de los políticos de la Sociedad Libre, que dicen defender la libertad, el orden, la seguridad, la justicia, la propiedad, el desarrollo social… es que sean claros y firmes en los principios que representan, en la solución de los problemas reales del ciudadano, y que no confíen en golpes de suerte ni en euforias estadísticas… Deben mirar lejos, pero con los pies en la tierra.
En suma, esta inconsulta pluma sugiere (osadamente) que el desafío de las actuales dirigencias políticas es no dejarse “seducir” por encuestas, sino por las próximas elecciones municipales (octubre 2024) … ¡Eso es mañana! Deben activar “ya” las bases, movilizar las voluntades, mover los espíritus libertarios… deben pensar, planificar y actuar… deben tener “más terreno y menos verbo” porque, como reza el refrán… perro que muerde no ladra.
Por Cristián Labbé Galilea
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