La discapacidad auditiva podría convertirse en una suerte de epidemia silenciosa en pocos años. Al menos es lo que se desprende de los datos aportados por instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS), que asegura que en el mundo hay 430 millones de personas que sufren pérdida de audición en mayor o menor grado.
| El 24% de los adolescentes que usan dispositivos de audio corren peligro de perder audición
Ambos datos, el mundial y el nacional, reflejan una información sin duda relevante. Ahora bien, todavía lo es más si la conectamos con la conclusión a la que llega una revisión científica publicada en la revista British Medical Journal Global Health y que calcula entre 670 y 1.350 millones los adolescentes y adultos jóvenes que están en riesgo de sufrir algún tipo de sordera o daño auditivo. El motivo es la exposición a prácticas de escucha inseguras. La investigación recoge que el 23,8% de los jóvenes que emplean dispositivos de audio personales a intensidad elevada, como música alta por los auriculares, y casi la mitad de los que acuden a lugares de entretenimiento ruidosos, como bares o discotecas, corren peligro de ser diagnosticados de algún tipo de sordera.
Discapacidad de adultos común entre los jóvenes
Según la OMS, la tercera enfermedad más frecuente en el adulto mayor es la sordera. Una aseveración impactante, sin duda. Ahora bien, con lo que deberíamos quedarnos no es con la foto que nos dan de la población afectada en la actualidad, sino con la tendencia, ya que la previsión que hacen estudios como el mencionado vaticinan una incidencia aún mayor. Actualmente, está comprobado que «en mayores de 65 años el grado de sordera es leve, moderado a los 72 años y que el 100% de los mayores de 80 años padecen hipoacusia», apunta Mª Cruz Iglesias, jefa del Servicio de Otorrinolaringología del Hospital Clínico San Carlos, quien recalca que es «acuciante la rehabilitación auditiva de estos pacientes y, por ello, imprescindible poner las prótesis auditivas al alcance de su poder adquisitivo, mediante algún tipo de financiación».
Por otro lado, hay que tener en cuenta que el aumento de la esperanza de vida en la población hace que también se incremente el número de personas aquejadas de esta enfermedad. De modo que, tal y como aconsejan los expertos, es fundamental tomar las medidas oportunas para concienciar a la población sobre la discapacidad auditiva, sus causas, consecuencias, tratamientos y, por supuesto, su prevención.
Una enfermedad con cuatro diagnósticos
A grandes rasgos, la hipoacusia puede describirse como una pérdida de sensibilidad auditiva que puede afectar a uno o a los dos oídos y que, cuando es severa, no solo afecta a la capacidad de audición, sino también a la comunicación y al habla.
Así resume, clara y sucintamente, la experta qué es la sordera, una enfermedad que se presenta de cuatro formas distintas:
- Sordera neurosensorial. Se da cuando hay una lesión del oído interno. En este caso, no solo hay una pérdida de sensibilidad auditiva, sino que también hay afectación de la comprensión del lenguaje. Puede ir desde unos pocos dB de pérdida auditiva hasta la cofosis total (incapacidad de percibir ningún sonido).
- Sordera de transmisión. Aparece cuando se produce una lesión del oído externo y/o medio. En este caso, no está afectada la comprensión del lenguaje. Tiene un límite y no existe una pérdida transmisiva mayor de 70 dB.
- Sordera mixta. Su origen está en una lesión del oído medio, la cual se ha perpetuado en el tiempo y ha acabado afectando al oído interno. Tiene un componente transmisivo y otro neurosensorial.
- Sordera central. La alteración no está en el oído, sino en algún punto de la vía auditiva.
No solo la edad nos resta audición
La sordera que aparece con los años, la presbiacusia, es la causa más frecuente de la hipoacusia neurosensorial. Ahora bien, «existen también sorderas relacionadas con el ruido, y más en el mundo sonorizado en el que vivimos», señala Iglesias. Y añade: «Otras están relacionadas con medicamentos ototóxicos o determinadas infecciones. También existen causas genéticas». Por otro lado, «el origen más frecuente de hipoacusia de transmisión -continúa la experta- es el tapón de cera y las enfermedades del oído medio (infecciones, perforaciones timpánicas…)».
| Los pacientes sordos no quieren que les griten. Prefieren que les hablen vocalizando bien
Si bien la cantidad de cumpleaños de cada uno ya nos advierte de lo cerca que estamos de la sordera, existen también una serie de síntomas que nos alertan de las primeras mermas. Así lo describe Iglesias: «El paciente con pérdida auditiva tiende a aislarse poco a poco, ya que es incapaz de entrar en las conversaciones, sobre todo si está envuelto en un ambiente ruidoso (reuniones de trabajo, comidas familiares…; en definitiva, vida social)». Además, «existe una disminución de la comprensión del lenguaje. El paciente exige que le hablen claro. Es muy importante tener en cuenta que las personas sordas no quieren que les griten, lo que demandan es que se dirijan a ellos vocalizando bien».
Opciones de tratamiento adaptadas
Según la doctora, «cuanto antes se restablezca la audición, mejor, ya que es la manera de ralentizar el proceso de envejecimiento y, con él, el posible deterioro cognitivo, depresión, aislamiento…». Partiendo de esta idea, la búsqueda de un tratamiento idóneo y eficaz es la principal prioridad una vez identificado el tipo de sordera. En este sentido, «las sorderas de transmisión van a tener casi siempre un tratamiento médico o quirúrgico. No ocurre lo mismo con las sorderas neurosensoriales.
Cuando tenemos una lesión o un envejecimiento del oído interno, hemos de recurrir a la rehabilitación mediante prótesis auditiva (audífonos), y cuando el grado de sordera es severo, tenemos el implante coclear, que es una herramienta fantástica para reinsertar a estos pacientes en el mundo comunicativo», asevera la experta. Precisamente es en la sordera neurosensorial donde Iglesias ve el actual reto de la otorrinolaringología: «Existen múltiples trabajos de investigación con terapias génicas para regenerar las células del oído interno y recuperar su funcionalidad».
Cómo conservar un buen oído
Dado que, tal y como afirma Iglesias, «la audición es un sentido que fisiológicamente se va a perder con la edad, es importante cuidar de nuestro oído y no añadirle más traumatismos». Para ello, la experta destaca tres consejos que contribuyen a mantener la capacidad auditiva en las mejores condiciones:
- Reducir la exposición al ruido, ya que es extremadamente tóxico para nuestro sistema auditivo. A veces no es necesario estar expuesto durante mucho tiempo. De hecho, un traumatismo acústico agudo, que puede ocurrir tras la explosión de un petardo, ya podría causar una pérdida auditiva.
- Evitar los fármacos ototóxicos, a no ser que sean extremadamente necesarios.
- Rehabilitar la sordera lo antes posible, ya que es la mejor manera de frenar el proceso de deterioro.
/psg