En medio de las continuas tensiones geopolíticas, Estados Unidos y China se enfrentan a un nuevo y complejo problema: la epidemia de fentanilo. Esta crisis, que se cobra decenas de miles de vidas estadounidenses cada año, se ha convertido en un polémico punto de debate entre el presidente Joe Biden y su homólogo en Beijing, Xi Jinping.
En una próxima cumbre económica en San Francisco, que probablemente reúna a los mandatarios, el estadounidense abordará sin duda esta creciente crisis en su país, que se cobró más de 70.000 vidas sólo el año pasado. No obstante, Xi se ha desligado de la responsabilidad que se le adjudica, afirmando que Washington está utilizando esta cuestión sobre su país como chivo expiatorio sobre sus propios problemas con las drogas y reclama que deben abordar su problema internamente.
El fentanilo, un opioide sintético 50 veces más potente que la heroína, lleva más de una década devastando las comunidades estadounidenses. La industria farmacéutica china, segunda en tamaño después de la estadounidense, ha desempeñado un papel fundamental en su producción. Los traficantes chinos sintetizan fentanilo y, a menudo utilizando etiquetas engañosas, lo envían directamente a Estados Unidos, donde provoca innumerables muertes, especialmente entre adolescentes.
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