El primer planeta que orbita una estrella distinta al Sol, 51 Pegasi b, fue descubierto en octubre de 1995. Entonces nadie podía imaginarlo, pero desde ese primer hallazgo y en apenas un par de décadas, los astrónomos han detectado más de 5.200 mundos fuera de las fronteras del Sistema Solar -conocidos como exoplanetas-. Una cifra increíble que, sin duda, seguirá creciendo a buen ritmo. Lo que resulta más emocionante es que entre todos ellos algunos se consideran potencialmente habitables, a la distancia adecuada de su estrella como para albergar agua líquida. Y dentro de ese grupo prometedor podría encontrarse el premio gordo, el auténtico gemelo de la Tierra. Pequeño, rocoso y templado por un sol como el nuestro. Un lugar en el que, de una u otra forma, la vida sea capaz de abrirse paso. Pero dar con él, si es que existe, no es nada fácil.
Quizás lo consiga un telescopio espacial llamado, por tamaño y ambición, a suceder al James Webb, la ‘máquina del tiempo’ de 6,5 metros lanzada hace más de un año al espacio. Se llama Observatorio de Mundos Habitables (HWO) y tiene el objetivo de buscar rastros de vida en planetas similares al nuestro. Fue presentado por la NASA en una reunión de la Sociedad Astronómica Estadounidense celebrada recientemente y, de momento, apenas es un bosquejo sobre un papel. Sus requisitos serán estudiados este año por un equipo interdisciplinario y podría estar listo para principios de la década de 2040.
«Está previsto que el HWO observe en los espectros óptico, ultravioleta e infrarrojo cercano. Será segmentado y de unos 6 metros de diámetro», describe a este periódico Roser Juanola-Parramon, científica en el Laboratorio de Exoplanetas y Astrofísica Estelar del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA. Como el Webb, se situará en L2, un punto de balance gravitacional a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra.
«Pero a diferencia del Webb estará diseñado para mantenimiento y actualizaciones robóticas por futuras misiones en órbita, lo que logrará alargar la vida del telescopio y sus instrumentos», indica la investigadora. Es lo mismo que, en su momento, se hizo con el veterano telescopio espacial Hubble.
Del HWO se sabe poco más, ni siquiera su aspecto. Tampoco tiene un presupuesto asignado, pero la NASA pretende evitar que se repita lo sucedido con el James Webb, con el que se acumularon sobrecostes (se disparó a los 10.000 millones de dólares) y retrasos. Por ese motivo, ha planteado un enfoque más conservador. El telescopio aprovechará y adaptará tecnologías ya desarrolladas, como el espejo segmentado del Webb; o en desarrollo, como el coronógrafo del Nancy Grace Roman, un telescopio espacial de 2,4 metros que buscará energía oscura y exoplanetas y cuyo lanzamiento se espera para finales de esta década. Este instrumento consiste en un sistema óptico que bloquea la luz estelar de manera que la de los exoplanetas pueda ser observada.
Fotos de 25 mundos
Como funcionará con luz óptica, que tiene longitudes de onda más cortas que la luz infrarroja del Webb, el HWO necesitará un control mucho más estricto sobre la forma de su espejo. Y el coronógrafo tendrá que ser aún mejor que el del Roman, que puede bloquear la luz de una estrella 100 millones de veces más brillante que su planeta. Tendrá que hacer lo mismo con estrellas 10.000 millones de veces más brillantes.
Una vez operativo, el telescopio tendrá entre sus principales objetivos detectar y caracterizar aproximadamente 25 planetas situados en zonas habitables de cien estrellas cercanas y buscar firmas biológicas (evidencias de vida). Es el mínimo necesario para confirmar estadísticamente si la vida es común en nuestra galaxia, la Vía Láctea. Además, estudiará nuestros orígenes cósmicos, la física del universo y la diversidad de mundos dentro y fuera del Sistema Solar.
Para Juanola-Parramon, la construcción de este nuevo observatorio es necesaria porque es «el único que nos permitirá responder preguntas como: ¿Estamos solos en el universo? ¿Existen planetas similares a la Tierra?». Para ello, debemos «caracterizarlos (los mundos descubiertos), estudiar sus atmósferas y detectar firmas biológicas».
De momento, los astrónomos han sido capaces de conocer las atmósferas de algunos planetas, pero se trata de mundos gaseosos que giran alrededor de estrellas muy pequeñas, enanas M muy diferentes al Sol. Con esas características, no es probable que puedan albergar vida. Al menos no tal y como la conocemos.
El gran deseo de los astrónomos «es poder tener la imagen de un planeta tipo terrestre que orbite una estrella parecida al Sol. Porque hasta ahora, la única vida que conocemos se ha desarrollado en la Tierra. Es lo único con lo que podemos comparar», dice Pedro J. Amado, del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC). «Pero a día de hoy no existe ningún instrumento construido o en construcción que pueda hacerlo. De ahí la importancia del HWO», añade.
El investigador explica las dificultades para dar con un planeta habitable: «Cuanto más pequeño es el planeta, más pequeña su atmósfera y más brillante su estrella, más difícil es observarlo. Es como si pusiéramos una lamparita led de dos vatios al lado de un millón de focos de estadio. Hay que anular toda esa luz para detectarlo, algo de lo que será capaz el HWO».
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