Finalizando un verano saturado de negativos incidentes de seguridad, violencia, catástrofes, tragedias… nos cayó del cielo una chispa de optimismo: fue el Festival de Viña, con la magia de Andrea Bocelli, quien revalidó que en nuestro país aún se valora lo bueno, lo de calidad, y no se ha perdido el sentido de la estética, de lo bello, de lo clásico…
Cierto lo dicho. Se puede ser optimista, pero también hay que ser realistas. Es tanta la vorágine de noticias que muchas de ellas, aun siendo graves, caen rápidamente en el olvido… Baste recordar el refrán: «Las cosas por sabidas se callan y por calladas se olvidan».
Para muestra un botón: hemos olvidado que en los últimos 12 meses habrían sido contratadas por el Estado más de 100 mil personas, lo que representaría un fuerte incremento del gasto público, y lo más grave es que esto sucede en una economía estancada, en un país que no crece, y sin que nadie sepa explicar dónde están estas nuevas contrataciones. Ni la Contraloría General, ni la Dirección de Presupuestos, y menos el gobierno dan cuenta de esta monstruosidad.
Son muchas las reflexiones que sobre el particular se hace esta suspicaz pluma, entre ellas el que esto obedece a una premeditada estrategia de la izquierda para llevar adelante su “revolución institucional”.
Se equivoca quien cree que “una revolución es ‘un’ suceso” y que, en nuestro caso, ella ya fue sofocada después de cuatro años de muchos “ires y venires…” Lo cierto, y así lo indica la experiencia, es que políticamente “las revoluciones son un proceso”, y ese proceso en nuestro país está en plena marcha.
No hay que ser muy sagaz para deducir que la Izquierda, así como van las cosas, está convencida que dejará de ser gobierno en el próximo periodo (2026 – 2030) y que, aunque será la hoy Oposición quien ocupe la Moneda, ella no va a renunciar a sus objetivos refundacionales; para eso se está preparando desde ya… Al decir de ellos mismos: “podremos perder el Gobierno, pero nos quedaremos con el Estado”.
Si algún incrédulo parroquiano duda de lo anterior, le bastará mirar lo que pasó -y está pasando- al otro lado de la cordillera. Apenas intuyó perdido el gobierno, el Kirchnerismo puso en marcha “el plan K” para copar anticipadamente el Estado, agudizó el ingenio burocrático y creó nuevos organismos y políticas públicas que les permitieran contratar a sus afines.
Por último y, teniendo a la vista la “vecina experiencia”, esta inquieta pluma se pregunta: ¡que está esperando la Oposición, -partidos, parlamentarios, dirigentes gremiales…-, para actuar, ahora que aún existe la oportunidad de pegarse como “perro de presa” en el tema de ¿dónde están y quienes son los miles de nuevos contratos en el sector público?!
En definitiva, si este tema no se aborda con decisión ahora, después, si se es gobierno… los miles de contratados que hoy “no se sabe dónde están”, se habrán transformado en “activistas… en acción” … entonces será demasiado tarde.
Por Cristián Labbé Galilea
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