No se puede decir que la relación entre las enfermedades de tiroides y la depresión sea una novedad en la medicina del siglo XXI. Muy al contrario. La primera vez que se describió la interacción entre ambas patologías fue en 1825. Aunque entonces se referían manifestaciones como “tensión, irritabilidad e histeria”. Por suerte, la salud mental ha evolucionado lo suficiente como para saber nombrar sus enfermedades.
A día de hoy se sabe que, ciertamente, tanto el hipotiroidismo como el hipertiroidimo pueden afectar el estado de ánimo. Lo afirma el endocrinólogo e internista Juan Brito Campana en este artículo de la Clínica Mayo. Y para confirmarlo se centra en algunos de los síntomas más comunes de las enfermedades tiroideas. El hipertiroidismo se asocia a ansiedad, nerviosismo e irritabilidad, mientras que el hipotiroidismo, a la depresión y el cansancio inusual.
Juan Carlos Galofré, miembro del Área de Tiroides de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), lo explica así: “El paciente con hipotiroidismo está muy fatigado. La vida se le hace difícil; no puede trabajar como antes… El paciente con depresión tiene algunos síntomas similares: está cansado; no puede con el trabajo; todo se le hace cuesta arriba. De modo que, en efecto, los síntomas generales se solapan”.
Esta es la razón de que, en palabras del endocrinólogo de la SEEN, a veces se confundan ambas patologías, “lo que a veces puede llevar a calificar un hipotiroidismo como una depresión. Puede suceder al revés, pero es cierto que el psiquiatra suele pedir la función tiroidea en análisis de sangre para descartarla”.
Hipotiroidismo e hipertiroidismo
A pesar de ello, Galofré deja claro que esta correlación “no significa que una persona que tenga hipotiroidismo irremediablemente vaya a sufrir una depresión. Ni al contrario, porque no existe evidencia científica de que los pacientes con enfermedades de tiroides vayan a desembocar en una depresión”.
En cuanto al hipertiroidismo, el endocrinólogo se centra sobre todo en el provocado por la enfermedad de Graves. “En este tipo de hipertiroidismo, un 50% de los pacientes presenta ojos hinchados, cara desfigurada, dificultad para ver, cansancio y taquicardias. Además, son personas que están muy activas, lo que puede asemejarse a un estado maniaco, y provocar confusión, cuando solo necesitan corregir esta disfunción”.
Esta estrecha relación entre salud mental y enfermedades tiroideas es la que ha llevado a los endocrinólogos a solicitar que haya mayor coordinación entre las Unidades de Endocrinología y Psiquiatría, que actualmente “es escasa en el abordaje de estos pacientes”, afirma Galofré. Y añade: “Contar con un equipo multidisciplinar es magnífico. Y sí se pone en marcha con el cáncer de tiroides. No sucede lo mismo con otras enfermedades de tiroides, probablemente por la falta de tiempo”.
Enfermedades autoinmunes
Las enfermedades tiroideas tienen otros problemas añadidos que dificultan su tratamiento e incluso la diagnosis de otras patologías. Hasta en un 15% de pacientes en los que los parámetros hormonales se consiguen ajustar con medicación, la sensación de sentirse mal persiste. Esto sucede cuando estas patologías tienen un origen autoinmune.
Galofré asegura que se debe a que “estos pacientes tienen más predisposición a sufrir otras enfermedades autoinmunes (intolerancia al gluten, dolores articulares, dificultad en digerir), por lo que no terminan de encontrarse bien y asocian ese malestar con la patología diagnosticada”. Al culpabilizar de todo al tiroides, es posible que “otras se pasen por alto. De hecho, es un caso bastante frecuente”, afirma el endocrinólogo.
Tiroides que se alteran tras el parto
La tiroiditis posparto es un ejemplo muy claro. Se produce en la mujer (la prevalencia es de hasta el 10%) unos tres meses después de dar a luz y se caracteriza por tener hipertiroidismo y más tarde, para compensarlo, hipotiroidismo.
“Es frecuente que a esa mujer se le diagnostique una depresión posparto cuando en realidad tiene un problema de tiroides que debería ser tratado”, concluye Galofré.
/psg