Hace unos días se habló del fin de semana rojo en Chile. En sólo tres días 17 muertos en la Región Metropolitana y sumando. Crímenes violentos que muestran el triunfo y normalización del crimen organizado y la ausencia del Estado en los llamados “territorios”. Las disputas por el control dejan fuera a quien se supone tiene el “monopolio de la fuerza”. Sin monopolio de la fuerza, no hay opción de decir que el único violador de los derechos humanos es el Estado y sus agentes.
En Chile, el Estado no tiene el monopolio de la fuerza y bandas diversas tienen alto poder de fuego y sin duda operan con menos restricciones que el Estado mismo. Son ellos los violan constantemente los derechos de las personas. Sin certeza de la vida, nada tiene sentido.
El Presidente volvió de Paraguay, ya que como siempre, ante una crisis no estaba en al país. Canceló su viaje a Francia en el que iba a asistir a los Juegos Olímpicos. Gran sacrificio para él, ya que probablemente, esa actividad era por lejos, la que más quería hacer. Puso al país por delante y renunció a sus deseos por Chile. En un comité que buscaba resolver, “dando vueltas en círculos”, los problemas de decisión de sus propios miembros anunciaron una serie de medidas, no inmediatas y bastantes vagas, para paliar la crisis de seguridad inmediata. Nuevas cárceles de alta seguridad con estándares europeos, sin personal de gendarmería, ni presupuesto para eso. Nuevas fuerzas de carabineros en las calles que venían formándose antes del anuncio y, por supuesto, la guinda de la torta, el “pacto fiscal” y “levantar el secreto bancario” para seguir la ruta del dinero.
El Presidente anuncia medidas que no resuelven nada ahora y pasa la “cuchufleta” de la minuta del minuto. El reiterativo “pacto fiscal”, que es la solución tipo “mentolatum” para cualquier problema, el requisito “sine qua non” para cualquier medida. Esa idea que supone que subir impuestos aumentará la recaudación y la cantidad de dinero disponible para redistribuir. Esto muestra una vez más, el abundante y ampliamente repartido “analfabetismo económico” de los sectores de gobierno.
Pareciera ser que quienes nos gobiernan y los sectores ideologizados no comprenden la realidad y no aprenden de la experiencia. La realidad es que necesitamos frenar la criminalidad y para eso hay que tomar medidas concretas y específicas que definitivamente quienes nos gobiernan no quieren tomar. Ni siquiera usan las medidas constitucionales con que cuentan porque entre sus traumas poner orden es algo contrario a su naturaleza. Ellos culpan a la sociedad y al sistema de las malas acciones de los individuos. No quieren declarar Estado de Sitio ni poner mano dura para reprimir y controlar a los desatados.
Las visiones garantistas para con los delincuentes han sido la tónica permanente de ellos. Les cuesta y les tiembla la mano de hacer lo que saben que deben hacer. Por eso desvían la atención a lo que quieren y siempre han buscado hacer. Quitarles a los ricos, no para darle a los pobres, como en la versión marxista de la leyenda de Robin Hood. Este héroe británico no les robaba a los ricos para repartir entre los desposeídos, sino que le quitaba al Estado los impuestos que injustamente le había quitado a las personas para devolvérselos. La ideología de quienes nos gobiernan no es terminar con los pobres, sino con los ricos y para eso necesitan reformas tributarias para cobrarles más, aunque recauden menos y levantar el secreto bancario para desde esa herramienta, controlar la vida de las personas. La excusa es perfecta, controlar el crimen. Ciertamente con eso, no lo harán y hoy, ya cuentan con herramientas necesarias para hacerlo, el punto es realmente tener la determinación y deseo de hacer lo que saben que deben hacer, que no es fácil y no es algo exento de costos.
Es importante recalcar la falacia del pacto fiscal en el marco de la promesa del control del crimen y el restablecimiento del orden. Si aumentamos el impuesto al 100% de la producción, no se recaudará nada, ya que nadie quiere ser “esclavo” del Estado. Si hay que trabajar para no ganar nada y dárselo todo al Estado, para qué trabajar. Si me lo quitan todo, no trabajo y entonces el país produce menos y se recauda menos. Esto que es evidente, es lo que siempre ha sucedido donde se suben los impuestos y queda demostrado en que donde más aumenta la recaudación es donde han bajado los impuestos, ya que eso traer inversión y aumenta la producción.
La verdad es que Chile está dando vueltas en círculos, sin seguridad no hay confianza. Sin confianza no hay inversión. Frente a la inseguridad, el gobierno promete subir los impuestos y atentar contra la privacidad de las personas, eso sólo hace perder la confianza país y lograr menos inversión. El camino ideológico no ayudará a que nadie esté mejor, sino que nos dejará en el callejón sin salida. Con la inseguridad creciendo y con las personas cada vez en peor situación… Nos vamos en picada.
Por Magdalena Merbilháa, periodista e historiandora, para El Líbero
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