Primero fue la democracia. Nicolás Maduro le dio el tiro de gracia definitivo el domingo cuando concretó el más gigantesco y burdo fraude electoral de la historia de América Latina. Se consumó en el momento en que el Consejo Nacional Electoral (CNE), controlado por el chavismo, anunció que el partido gobernante se había impuesto al candidato presidencial opositor Edmundo González Urrutia. Sorpresa.

Los números que deja el legado de Nicolás Maduro, dictador de Venezuela (Infobae)

Elvis Amoroso, rector de ese ente supuestamente autónomo, indicó que Maduro había conseguido poco más del 51 por ciento de los votos, mientras que González cosechó un 44 por ciento. Los demás candidatos, falsos opositores, nunca supieron cuántos sufragios consiguieron. No eran parte de la contienda, ni siquiera para el CNE. Para peor: Amoroso dijo que el resultado era “irreversible” pese a que aún restaba un 20 por ciento de escrutinio.

Los números anunciados por el régimen contrastaban con la voluntad popular y con lo que los bocas de urna independientes y las encuestas previas vaticinaban: una victoria opositora aplastante.

Incluso, las actas electorales habían comenzado a circular por redes sociales a modo de resguardo. En ellas podía leerse y comprobarse que la victoria del delfín de María Corina Machado -proscrita por la dictadura, lo que constituyó el primer eslabón del colosal fraude- había sido abrumadora, sobre todo en aquellos distritos donde el chavismo supo ser amo y señor durante eternos 25 años.

En la tarde y noche del lunes, cuando las calles de todo el país comenzaban a llenarse de indignación popular, las estatuas de Hugo Chávez caían y la condena internacional aumentaba, Machado anunció que las actas electorales que su partido había logrado rescatar serían publicadas en un sitio web para probarle a los escépticos lo que había ocurrido en Venezuela. A las pocas horas Miraflores lo bloqueó. Aquellos que guarden simpatías con el régimen de Maduro seguirán ciegos. O beneficiándose.

Tal parece ser el caso del Partido de los Trabajadores (PT) brasileño, el de Lula da Silva, uno de los pocos presidentes que creyó en Maduro y que hasta este martes no había dicho una palabra sobre el megafraude. ¿Le seguirá creyendo? Pero el PT, su sello electoral a lo largo de los años, sí se pronunció: “El PT saluda al pueblo venezolano por el proceso electoral ocurrido el domingo en una jornada pacífica, democrática y soberana”. ¿Es la misma postura que guarda Lula? El presidente dejó trascender que estaba enojado con la cúpula del PT por esa nota pública. ¿Por qué no lo dice abiertamente?

Seguramente, el líder brasileño se sienta tironeado -también- por las autocracias a las cuales admira: China y Rusia, entre los primeros regímenes que avalaron el fraude de Maduro y socios de Brasil en los BRICS. A ese selecto grupo -no demasiado afín a la alternancia- fue sumado Irán, la teocracia que convalidó el robo de votos saludando al dictador. ¿A quién o qué espera Lula para pronunciarse? Su voz podría aislar más -o rescatar- a su camarada.

Pero el dilema no es sólo brasileño. Gustavo Petro, el presidente colombiano, tampoco dijo un palabra -al momento de esta nota- sobre la estafa electoral chavista. Colombia es el país que por su cercanía cultural y geográfica más venezolanos acogió en la diáspora. La agencia Bloomberg indicó que tanto Petro como Lula estaban planificando un comunicado conjuntamente con Andrés Manuel López Obrador, AMLO, ya de salida en México.

El méxicano protagonizó una ambigua “mañanera”, sus diarias conferencias donde habla horas sobre diferentes temas de la actualidad. “Ha habido mucha propaganda pero también es normal cuando existe confrontación política. Cuando son golpes de estado eso se condena no se puede permitir, cuando hay elecciones son otras cosas… es pedir que si existen dudas que se den a conocer los resultados, que se limpie la elección si es que hace falta, que se cuenten votos”, dijo AMLO eludiendo condenar el fraude.

Quizás, ninguno de los tres haya podido acceder al sitio web presentado por María Corina Machado. Y todavía dudan. Quedarán aislados -y en ridículo- en un continente que está a punto de romper relaciones diplomáticas en su conjunto con Caracas, que no quiere ninguna delegación que haya pedido transparencia en su territorio.

Tanto Lula, Petro como AMLO deberían apurarse. Antes de que Maduro continúe matando, ahora a su pueblo. En menos de dos días, la dictadura asesinó al menos a seis venezolanos que salieron a las calles indignados por el escandaloso fraude. No sólo les robó su voluntad, sino también su esperanza. Para luego abatirlos con su maquinaria represiva.

Vladimir Padrino López, general y ministro de Defensa chavista, dio una inusual conferencia de prensa en la que pudo entreverse algo de ello. Prepara el terreno para una mega cacería política y una brutal represión. “Estamos en presencia de un golpe de estado. Fraguado por estos sectores fascistas de la derecha extremista, apoyado por supuesto por los factores imperiales, el imperialismo norteamericano y sus lacayos. Para lo cual, Nicolás Maduro se puso al frente para defenderlo y junto a él el pueblo que lo hizo presidente y las instituciones democráticas. Ese golpe de estado lo vamos a derrotar”, dijo el militar que coqueteó con Washington para encontrar una salida para sí.

La maquinaria represiva se intensificará a medida que las protestas crezcan, algo que ocurrirá sin dudas. Fuerzas policiales, paraoficiales, colectivos chavistas y agentes de inteligencia saldrán a impedir que el régimen caiga. Los presos políticos -que hoy suman 301 de acuerdo al Foro Penal- se multiplicarán. Este martes por la mañana esos grupos irregulares secuestraron a Freddy Superlano, del comando de campaña de Edmundo González, junto a dos colaboradores.

La sangre venezolana continuará derramándose mientras la estructura dictatorial se aferra desesperadamente a un poder que el pueblo ya le quitó. Aunque Maduro no quiera aceptarlo y siga asesinando y aunque Lula, Petro y AMLO sigan ocultos sin querer ver.

/psg