La reciente crisis diplomática entre Chile y Venezuela debido al fraude electoral ha generado que Nicolás Maduro expulse al cuerpo diplomático chileno y a su vez retirar a sus diplomáticos en Chile. El Presidente Boric, en respuesta, y diferenciándose de su principal partido de gobierno, el Partido Comunista, ha mantenido una postura firme al no reconocer los resultados de las elecciones venezolanas, cuestionando su transparencia y veracidad.
Es preocupante observar cómo el régimen de Maduro utiliza la entrega de documentos, la inmigración ilegal y poner dificultades para materializar expulsiones como una estrategia para aislarse de las críticas internacionales. Ahora bien, sobre la reciprocidad de la medida, el Presidente Boric ha dicho que Chile “siempre será un país de diálogo”, descartó romper las relaciones diplomáticas con Venezuela, tomando en cuenta la necesidad de mantener el vínculo para concretar la expulsión de venezolanos desde nuestro país. “Yo no puedo hacer, por más voluntad que tenga, que un avión con expulsados administrativo o judiciales aterrice en Venezuela. Necesito la colaboración del Gobierno para aquello”.
Este es un error básico que demuestra la poca capacidad de gestión para resolver los problemas, dado que hay otras estrategias para trasladar expulsados a Venezuela, como cruzar por tierra vía Bolivia y Brasil -países que no solicitan visa a los venezolanos para ingresar a su territorio- o solicitar el aterrizaje en Colombia, y luego cruzar por tierra a Venezuela. En este ingreso, el derecho internacional impone a los Estados la obligación de recibir a sus nacionales, y lo simplifica al ocupar un paso terrestre.
Sobre la pasividad en materia internacional, es incomprensible que nunca consideraron sacar al embajador chileno en Venezuela, que tiene un foco político y no es un diplomático de carrera, y en las gestiones con el país caribeño Chile ha entregado las negociaciones al subsecretario del Interior y al PC en vez de enfrentarlo con experimentados diplomáticos.
El resultado, en un dicho nacional, se ha “hecho el loco” dado que se trató al país con guante blanco, entregando información y privilegios, y sólo se ha recibido insultos y desaires diplomáticos, y extrañamente, aún menos expulsiones que la administración anterior, cuando no había embajador en Caracas.
Chile debe seguir abogando por la transparencia y la democracia en Venezuela, mientras fortalece sus políticas migratorias. La cooperación internacional y la firmeza en la defensa de los derechos humanos deben ir de la mano con una gestión responsable y justa de la migración. La situación actual es una oportunidad para demostrar que Chile puede ser un defensor de la democracia y, al mismo tiempo, un país que gestiona eficazmente sus desafíos internos.
Por Álvaro Bellolio, ingeniero civil industrial en Tecnologías de la Información y Director Escuela de Gobierno Universidad Nacional Andrés Bello, para El Líbero
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