El viento suele llevarse muchas cosas, no sólo el amor de Rhett Butler por Scarlett O’Hara en la novela de Margaret Mitchell llevada magistralmente al cine en 1939, protagonizada por Vivien Leigh y Clark Gable, titulada, “Lo que el Viento se llevó”. Los huracanes, comunes en muchos lugares del planeta, se llevan muchas cosas y lo hemos visto. En Chile, estos fenómenos no son comunes, por lo que las ráfagas de viento registradas el 1 de agosto sobre 120 km por hora, sorprendieron a muchos. No eran esperadas. Por lo mismo, y confiados en que estas cosas no pasan, la ley promulgada hace cinco años para obligar al retiro de los cables en desuso, aún esperaba que se dictara el reglamento, materia que le compete al Ejecutivo. La burocracia es lenta e ineficiente. Ciertamente no prevé, pero frente al desastre, rápidamente apunta con el dedo y no asume responsabilidades.
Es cierto y curioso ver cómo los “desastres” rodean al gobierno. Cual “plagas de Egipto”, primero vino el fuego, luego el agua y ahora el viento, lo que al menos parece premonitorio. En todos los casos, se llevó mucho y en todos los casos hay un patrón común, no hay responsables, ni hay eficiencia en el manejo de crisis. En el fuego, se diluyeron las responsabilidades en la prevención y reacción ante el evento. El Presidente se demoró en llamar al comité de crisis, se fue de vacaciones y luego cambió por razones políticas a los supuestos responsables de reconstruir. Los informes presentados por la municipalidad para prevenir el fuego eran “copy -paste”, un plagio indecente e inservible. Pero la alcaldesa Ripamonti en vez de asumir, aprovechó el punto mediático del Festival de Viña para mostrar un letrero que decía “Ley de Incendios Ahora”. Se hizo una Teletón para juntar los recursos de reconstrucción y a pesar de todo, los vecinos siguen esperando. Aún nos preguntamos, donde está esa plata. El Estado falló. Es ineficiente e indolente. Se supo lo evidente, los incendios eran provocados y aunque hay confesos, como siempre “paga Moya”, paga usted. Hasta la opinión pública olvidó a quienes aún esperan recuperar lo perdido.
Con el agua, pasó lo mismo. El Presidente de viaje en Europa, monitoreando la contingencia por Zoom. El frente de mal tiempo dejó a más de 800 personas aisladas, 1.700 casas dañadas, 74.000 hogares sin electricidad y daños entre US$230 y US$275 millones de dólares, según Clapes UC. Senapred al debe una vez más. Tras el desastre se levanta la voz de la necesidad de una ley que obligue a las personas evacuar. Todavía se esperaba la reconstrucción de los eventos climáticos de 2023 cuando llegaron los del 2024. Prevención escasa o nula. Falló el Estado y los afectados siguen esperando.
Llegó el viento y se llevó la luz. Las ráfagas de viento de este agosto botaron árboles y postes generando un daño a la infraestructura eléctrica mayor a la del terremoto de 2010. Ciertamente este fue un evento extraordinario para nuestro país, que generó consecuencias desastrosas que aún no se resuelven. Nadie ha dado el ancho. El gobierno cual “Poncio Pilatos” buscó lavarse las manos y culpar a las empresas de generación y distribución eléctricas, Enel y CGE. Los ataques se han concentrado en Enel, ya que atacar a los chinos, no es lo suyo. Ciertamente las empresas han comunicado muy mal a los afectados y han tenido un mal manejo de crisis. Esto ha generado una animadversión en las personas, lo que ha sido canalizado por el gobierno para expiar sus responsabilidades en la situación actual y para marcar un punto ideológico y sin duda desviar la atención.
En este evento una vez más falló el Estado. El Ejecutivo olvidó por desidia el reglamento de la ley “Chao Cables” ya promulgada. Esto habría ayudado a prevenir. La excesiva burocracia estatal y municipal impide que los dueños de las casas puedan sacar los árboles podridos, lo que es siempre un peligro y quedó en evidencia hoy. Falló la fiscalización y el exigir acciones de prevención a las compañías. Falló el Estado. Hoy el Estado una vez más se lava las manos, exige y apunta con el dedo específicamente a Enel. Amenaza quitarle la concesión y se habla de “nacionalizar”, marcar un punto ideológico que le sirve para que la opinión pública deje de mirar a Venezuela, cosa que le incomoda, ya que muestra sus incongruencias. Hasta el gobierno de Italia, principal accionista de Enel, ex estatal, presionó para que la compañía cumpla con sus responsabilidades. El punto es que estas acciones no ayudan a que los clientes recuperen el suministro eléctrico, incluso amenazan con ralentizar el proceso. ¿Qué incentivo hay para hacer nuevas inversiones? ¿Si pierdo todo, para qué perder más? Si se les quita la concesión a Enel, ¿quién les dará la luz? Son acciones de corte populista, poco eficientes e irresponsables que buscan marcar un punto político que alimentan las esperanzas de quienes, en desesperación, necesitan el suministro eléctrico. Si el servicio no se restablece rápido el viento no sólo se habrá llevado árboles, postes y la luz, sino que, además, la mismísima credibilidad del gobierno que una vez más falló.
Por Magdalena Merbilháa, periodista e historiadora, para El Líbero
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