Es difícil hablar de Inteligencia Artificial sin pensar en un ejército de robots que va a dominar el mundo. Y es que lo que veíamos en las películas de ciencia ficción ha llegado demasiado rápido a la realidad: hoy existe una tecnología rápida, que nos responde, crea poesía, nos simplifica la vida y crea contenido por sí sola.

Y aunque hay personas que sí están convencidas en que la IA será un peligro para la humanidad cuando sea lo suficientemente inteligente como para dejar de seguir órdenes de los humanos, existe otro riesgo de esta tecnología de la que no se habla tanto: su costo eléctrico y medioambiental.

Según explicó el periodista experto en tecnología, Steve Lohr, en The New York Times, apenas estamos experimentando con la IA pero su gasto ya es colosal: las grandes empresas tecnológicas están haciendo gastos inmensurables para construir y alquilar centros de datos y salas de máquinas.

Tan solo el año pasado, se estima que se invirtieron cerca de 105.000 millones de dólares en estas instalaciones gigantes que, claramente, consumen mucha energía.

Todo esto apunta a que si la Inteligencia Artificial no termina con la humanidad al revelarse, es probable que aún así destruya al planeta, pero por su excesiva demanda de electricidad y contribución al cambio climático.

Cómo la Inteligencia Artificial podría acabar con el planeta

Son muchos los expertos que llevan un tiempo advirtiendo al mundo y a los grandes empresarios que la Inteligencia Artificial tiene demandas energéticas “obscenas”.

No obstante, para el periodista Steve Lohr, mirar este problema desde otro ángulo podría resultar interesante: y es que para él, paradójicamente la IA podría reparar por sí misma el daño que se está produciendo a partir de su creación.

“La IA tiene el potencial de ayudar a acelerar el descubrimiento científico y la innovación en un campo tras otro, aumentando la eficiencia y reduciendo las emisiones de carbono que calientan el planeta en sectores como el transporte, la agricultura y la producción de energía”, escribió el experto en un artículo del NY Times.

Según explicó el periodista, la IA generativa —como ChatGPT, Copilot, entre otros— requiere de muchísima energía para funcionar: “Una consulta a ChatGPT requiere casi 10 veces más electricidad que una búsqueda normal en Google, según una estimación reciente”.

Y ahora que muchas otras empresas le han seguido el ritmo a ChatGPT (y se están creando un sinfín más de herramientas con la IA generativa), es probable que en pocos años, el consumo de energía que requieren los centros de datos del mundo se multipliquen.

Según un pronóstico de la Agencia Internacional de la Energía, la demanda se duplicaría con creces para 2026.

Esto es preocupante, pues si los centros de datos optan por obtener su energía de los combustibles fósiles contaminantes como el carbón y el gas natural, es posible que las emisiones de gases de efecto invernadero aumenten.

Es por esto que el periodista del New York Times aseguró que, para evitar terminar con el planeta y contribuir a la contaminación, la IA debiese ser una “tecnología verde”.

Es más, si la IA se utiliza sabiamente, incluso se podrían reducir las emisiones de gases de efecto invernadero entre un 5 a un 10% para 2030, según un estudio del Boston Consulting Group, encargado por Google.

Y también puede ir más allá: por ejemplo, el académico de bioingeniería de la Universidad de Stanford, Drew Endy, le dijo al mismo medio que la IA podría darle “un impulso al diseño biológico” y ayudar a descubrir fórmulas de ADN adecuadas para tener una agricultura más eficiente y menos contaminante.

Es decir, aplicar la IA como herramienta para sanar el planeta podría ser la mejor alternativa para evitar su destrucción.

Otro ejemplo de cómo esta tecnología puede ayudar al medioambiente es que se utilice para encontrar metales fundamentales para la industria tecnológica pero también para la lucha contra el cambio climático, como el cobre (que es necesario para crear vehículos eléctricos), o encontrar energía geotérmica para las centrales eléctricas.

Un caso reciente es el de Zanskar, una startup de Salt Lake City, Estados Unidos, que con la IA está intentando aumentar la tasa de éxito de los proyectos geotérmicos: según explicó el cofundador de Zanskar, Carl Hoiland, el 90% de los proyectos iniciados desde cero fracasan al perforar en lugares equivocados.

Pero, combinando la IA con datos geológicos, la tasa de éxito puede duplicarse o hasta triplicarse.

Cómo el avance de la tecnología podría dar abasto en la demanda de la IA

Con el mismo optimismo y mirando los antecedentes históricos, el periodista Lohr aseguró que es probable que la eficiencia de la tecnología aumente a un ritmo incluso mayor que con el que se desarrolla la IA.

Tal y cómo sucedió con las famosas “nubes” de computación, en un inicio (en la década del 2000) se creía que el consumo de energía iba a ser desbordante, no obstante, la producción de los centros de datos del mundo se multiplicó antes de que eso sucediera, y el consumo de energía aumentó tan solo en un 6%.

Algo similar podría pasar con la IA, creen los expertos.

“Una vez que se ha calmado la manía, entran en acción otros incentivos. Hay un enorme incentivo para que la industria se vuelva más eficiente”, dijo al NY Times el excientífico del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley, Jonathan Koomey.

Según el periodista, actualmente las grandes empresas de tecnología ya están buscando cómo optimizar sus sistemas de Inteligencia Artificial.

Por ejemplo, estarían ubicando sus instalaciones en países del norte, para que el aire frío del exterior pueda servirles como refrigerante, además de buscar fuentes de energía alternativas para poder reducir el consumo de electricidad y no destruir al mundo, al menos no de esa manera.

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