La semana de Fiestas Patrias se produjeron 37 asesinatos en Chile, esto es entre el 16 de septiembre y la madrugada del lunes 23 del mismo mes. Conocimos las cifras en parte debido a la decisión de las autoridades por transparentar la información. Unas declaraciones de la ministra del Interior –desafortunadas o sacadas de contexto– parecieron relativizar esta tragedia, al señalar que eran cifras similares a las que se tienen habitualmente. Como suele ocurrir con el debate entre los temas políticos y los de fondo, suelen imponerse las luchas de poder sobre la capacidad de enfrentar los grandes problemas nacionales, las disputas entre los partidos y las autoridades dejan en segundo plano aquellos asuntos que deberían ser prioridad, precisamente, de los poderes del Estados y sus representantes más relevantes.

En el tema de fondo, Chile está viviendo un verdadero drama, que no es nuevo, sino que se extiende al menos por el último lustro. Si miramos las cifras -que pueden parecer frías pero en realidad son muy humanas e ilustrativas- los homicidios han aumentado de manera notoria en la última década. Así, por ejemplo, en 2013 se registraron 556 homicidios, lo que representaba 122 más que el año anterior. La cifra fue de 438 en 2014, 419 en 2015, 620 en 2016, 779 en 2017 y 825 en 2018. Es decir, salvo excepciones, hubo un crecimiento constante.

Desde entonces las cifras se han disparado, como muestra el Primer Informe Nacional de Homicidios Consumados: una visión integrada e institucional 2018-2022. En estos años hubo un crecimiento que abruma, con una sola excepción que tiene una explicación puntual: 924 homicidios en 2019, 1.115 en 2020, 906 en 2021 y 1.322 en 2022. Para la disminución de 2021, como explica el informe, debemos considerar que “se trata de un año marcado por las restricciones de movilidad asociadas a la pandemia por Covid-19 que en general provocó una disminución de la frecuencia de todos los delitos”. En síntesis, existió un aumento de más de 50% de homicidios entre 2018 y 2022. Entre las razones del crecimiento se menciona el crimen organizado, así como se destaca un cambio en la nacionalidad de las víctimas: los chilenos bajaron desde el 93,4% al 82,8% en ese período, en tanto los extranjeros subieron del 5,7% al 17,2%.

En los últimos años las cifras continúan siendo altas, si bien muestran una leve disminución: en 2023 hubo 1.248 víctimas fatales de homicidios, y el primer semestre de este 2024 ha habido 579. Sin embargo los números no dan para celebrar, como muestra una última estadística que vale la pena destacar: si hubo 37 asesinatos durante la semana “XL” como se llamó a la del 18 de septiembre de este año, ello se debe comparar con una equivalente, como fue la de 2019, el último 18 de cinco días: en esa oportunidad hubo 31 asesinatos, es decir, seis menos.

Una de las consecuencias más graves derivadas de estas cifras, que han tenido un aumento rápido, alarmante y temible, se manifiesta en la rápida normalización de las nuevas circunstancias, o lo que podríamos llamar la nueva normalidad. Uno de los dramas de cualquier análisis actual que se refiera a los fríos números llegará más o menos a la misma penosa conclusión: efectivamente los asesinatos del largo 18 de septiembre son más o menos habituales. El problema no es que sea normal, porque no lo es. No obstante, se ha ido normalizando. Esto es obvio, considerando que desde el 2022 tenemos más de 100 asesinatos mensuales en Chile, ¡tres veces más que hace diez años!

Como es obvio, podemos discutir sobre las causas del problema, y puede ser una conversación interesante, de la cual pueden emerger análisis valiosos. Muchos expertos explican la situación de Chile por un cambio cualitativo, debido a la irrupción y consolidación de crimen organizado. Se habla del impacto decisivo del narcotráfico, así como del ingreso de bandas criminales al país. Ya fuera de las Fiestas Patrias, nos hemos sorprendido con un caso espeluznante y triste a comienzos de esta semana, en Bajos de Mena, donde hubo una persona muerta, más de 150 disparos y la amenaza de “reventar” un CESFAM. ¿Qué significan esos 150 disparos? Obviamente su finalidad específica no era matar una persona: ahí hay una potente manifestación de fuerza y un mensaje claro de que algunos grupos están dispuestos a ocupar toda la fuerza disponible para lograr sus objetivos.

Ahí radica gran parte del problema de Chile: hay una situación de problemas graves, con objetivos difusos desde el poder e incapacidad de utilizar los medios adecuados para revertir la escalada de muertes y violencia que se repite en las poblaciones del país. Se podría expresar así: la delincuencia y el crimen organizado tienen claros sus objetivos y actúan con una temible determinación para la consecución de ellos. Por el contrario, el poder político actúa demasiadas veces con indolencia e ineptitud, desviando “la pelota para el córner”, acusando a los adversarios, comportándose como comentaristas y, en la práctica, otorgando una prioridad muy baja a un problema que es demasiado grave.

¿Cuál es el objetivo del gobierno para este año o para el próximo? ¿A cuántos asesinatos se quiere llegar? ¿Debemos esperar una reducción en las cifras o más bien acostumbrarnos a más adelante cien muertos mensuales? En otras palabras, es bueno poner objetivos para detener la escalada de la muerte. A continuación, viene otra definición relevante: ¿qué harán las autoridades, legisladores, policías y jueces para cambiar el curso de la historia? Finalmente, el tema crucial: es preciso asumir el desafío con total determinación, con objetivos claros y medibles y con los recursos humanos, económicos y de organización que sean necesarios.

Acostumbrarse a haber triplicado los asesinatos en diez años es una pésima noticia, y mirado en perspectiva resulta inaceptable. No parece haber una preocupación especial, la priorización requerida para enfrentar la delincuencia en general, así como el crimen organizado y los asesinatos en particular. Un cambio de giro, con los liderazgos adecuados –que hoy no se observan a simple vista– será necesario para lograr una victoria después de tantas derrotas. Por mientras, seguiremos escuchando noticias malas, dramáticas y espeluznantes en distintos barrios de Chile, donde son asesinados niños y adultos, con cifras que han llegado a más de cien personas al mes. Impresionante, reiterado, muy doloroso e inaceptable.

Por Alejandro San Francisco, académico de la Universidad San Sebastián y la Universidad Católica de Chile. Director de Formación del Instituto Res Pública, para El Líbero

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