El Colegio Electoral es uno de los pilares fundamentales del sistema electoral en los Estados Unidos, y aunque ha sido objeto de críticas y debates a lo largo de los años, sigue siendo el método mediante el cual se elige al presidente del país.

Este sistema, que se estableció en la Constitución de Estados Unidos en el siglo XVIII, ha sido crucial en varias elecciones presidenciales, incluyendo las victorias de Donald Trump en 2016 y George W. Bush en 2000, ambos candidatos que perdieron el voto popular pero ganaron el Colegio Electoral.

¿Qué es el Colegio Electoral?

El Colegio Electoral no es un lugar físico, sino un proceso en el que participan 538 electores distribuidos entre los 50 estados y el Distrito de Columbia. Cada estado tiene un número de electores proporcional a su representación en el Congreso: el número de miembros de la Cámara de Representantes más dos senadores. Por ejemplo, California, con su gran población, tiene 55 electores, mientras que estados más pequeños como Wyoming solo tienen tres.

El objetivo de este sistema era garantizar que tanto los estados grandes como los pequeños tuvieran una influencia en la elección del presidente. Los autores de la Constitución temían que un sistema basado únicamente en el voto popular beneficiara solo a las áreas más pobladas, dejando a las regiones rurales con menos influencia. De ahí que diseñaran un mecanismo en el que los estados, más que los ciudadanos directamente, tuvieran el poder de decidir al presidente.

Estados clave como Florida y Pensilvania pueden definir el destino de las elecciones presidenciales. (Felipe González/Infobae)

Funcionamiento del Colegio Electoral

El día de las elecciones presidenciales, los ciudadanos estadounidenses no votan directamente por el presidente, sino por los electores de su estado, quienes se comprometen a votar por el candidato que gane el voto popular en su territorio.

La mayoría de los estados tienen un sistema en el que el ganador se lleva todos los votos electorales del estado, independientemente de cuán reñida sea la elección. Sin embargo, Maine y Nebraska tienen una distribución más equitativa, donde los votos se dividen según los resultados en sus distritos legislativos.

Para ganar la presidencia, un candidato debe asegurar la mayoría de los votos electorales, es decir, 270 de los 538 disponibles. Si ningún candidato alcanza este umbral, el proceso se traslada a la Cámara de Representantes, donde cada delegación estatal emite un voto para decidir al ganador. Esto ha ocurrido solo dos veces en la historia, en 1801 y 1825.

Impacto en las campañas presidenciales

El Colegio Electoral afecta significativamente la forma en que los candidatos planifican sus campañas. Debido a que algunos estados tienen una tendencia política bien definida (por ejemplo, California tiende a votar por los demócratas y Texas por los republicanos), los candidatos concentran sus esfuerzos en los llamados “estados péndulo” o “swing states”, aquellos que no tienen una preferencia clara por uno u otro partido y donde el resultado es incierto.

Estados como Florida, Pensilvania y Ohio suelen ser el foco de atención, ya que sus resultados pueden inclinar la balanza en una elección.

Este enfoque en los estados péndulo ha generado críticas, ya que muchos ciudadanos sienten que sus votos en estados con una inclinación clara no tienen el mismo peso que en otros lugares. Además, el hecho de que un candidato pueda ganar la presidencia sin obtener la mayoría del voto popular —como sucedió en 2000 y 2016— ha llevado a algunos a cuestionar la equidad del sistema.

Críticas y defensores del sistema

Los críticos del Colegio Electoral, en su mayoría demócratas, argumentan que el sistema favorece a los republicanos y a los estados menos poblados, ya que estos últimos tienen una representación desproporcionada en el Senado y, por lo tanto, en el Colegio Electoral. Por ejemplo, un voto en Wyoming tiene más peso en el Colegio Electoral que un voto en California debido a la diferencia en la proporción de electores por habitante.

Por otro lado, los defensores del sistema sostienen que protege los intereses de los estados pequeños y evita que unas pocas áreas densamente pobladas dominen las elecciones nacionales. Además, argumentan que el sistema obliga a los candidatos a considerar una diversidad geográfica y no solo a concentrarse en los grandes centros urbanos.

¿Podría cambiar este sistema?

Cambiar el Colegio Electoral requeriría una enmienda a la Constitución, lo que es extremadamente difícil de lograr. Se necesitaría el apoyo de dos tercios de ambas cámaras del Congreso y la ratificación de tres cuartas partes de los estados. Dado que muchos estados pequeños se benefician del sistema actual, es poco probable que apoyen una reforma que reduzca su influencia en las elecciones presidenciales.

En respuesta a estas dificultades, algunos estados han comenzado a buscar alternativas. Una de las más destacadas es el “Pacto Nacional por el Voto Popular”, un acuerdo entre estados para otorgar sus votos electorales al candidato que gane el voto popular a nivel nacional, independientemente de los resultados en su propio estado. Este pacto solo entraría en vigor si suficientes estados se unen para asegurar la mayoría de los votos electorales, pero hasta ahora no ha alcanzado el umbral necesario.

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