A pesar de los esfuerzos por reactivar sus economías tras el impacto de la pandemia de COVID-19, América Latina sigue enfrentando importantes desafíos estructurales que limitan su recuperación. El crecimiento económico promedio de la región en 2023 se estima en un 1,7 %, según la CEPAL, un nivel insuficiente para abordar problemas como la desigualdad, la pobreza y el desempleo.
El sector informal sigue siendo un obstáculo significativo para el desarrollo sostenible. En países como Perú y México, más del 50 % de la fuerza laboral trabaja en condiciones precarias, sin acceso a seguridad social ni beneficios laborales. Además, la inflación ha reducido el poder adquisitivo de millones de familias, especialmente en países como Argentina y Venezuela, donde los índices inflacionarios alcanzan niveles extremos.
Por otro lado, el aumento de la deuda pública ha limitado la capacidad de los gobiernos para implementar políticas expansivas. Muchas economías de la región dependen de las exportaciones de materias primas, lo que las hace vulnerables a las fluctuaciones de los mercados internacionales. La desaceleración en China, principal socio comercial de varios países latinoamericanos, también ha afectado negativamente las perspectivas económicas.
A pesar de este panorama, hay señales positivas. Países como Brasil y Colombia han implementado estrategias para diversificar sus economías, impulsando sectores como las energías renovables y el turismo. Además, el auge de startups tecnológicas en la región está generando empleo y atrayendo inversión extranjera, aunque su impacto todavía es limitado en comparación con las necesidades económicas generales.
Los organismos internacionales instan a los gobiernos latinoamericanos a priorizar reformas estructurales que fomenten la productividad, la inclusión social y la resiliencia frente a futuros shocks económicos. Sin estas reformas, advierten, la recuperación será lenta y desigualmente distribuida.