El pasado lunes 27 de enero, el Papa Francisco autorizó en el Vaticano la promulgación de un decreto que reconoce un “milagro” atribuido a la intervención de la beata italiana Vicenza María Poloni.

Este supuesto milagro fue concedido a una adulta mayor, que en actualidad tiene 75 años y vive en Chile, en la pequeña comuna de Quilleco, región del Biobío.

Los hechos se remontan al 16 de diciembre de 2013, cuando Audelia Parra ingresó al Complejo Asistencial Doctor Víctor Ríos Ruiz de Los Ángeles para someterse a una colecistectomía laparoscópica programada.

Sin embargo, durante la operación surgieron síntomas de hipotensión y taquicardia, junto con algunas dificultades que requirieron una “cirugía abierta de emergencia”.

Posteriormente, la paciente sufrió una laceración aórtica con shock hemorrágico. Como el panorama era complejo, los médicos informaron a la familia que esperaban lo peor.

Sin embargo, el nieto de Audelia, quien en esa época se preparaba para ser sacerdote, pidió la intercesión de Vicenza Maria Poloni para salvarla. La beata fue cofundadora del Instituto de las Hermanas de la Misericordia en Verona, uno de los focos principales de esta congregación católica es la asistencia y predicas por los enfermos.

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“Fue el milagro más grande que ella hizo”

“Estamos muy contentos con la noticia. Siento que esto, como dice el evangelio de San Juan, se realiza para manifestar la gloria de Dios”, reveló a La Tribuna el nieto, hoy sacerdote Álvaro Martínez Leal.

Si bien, la canonización aún no ha sido definida, el cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, confirmó que la recuperación de la adulta mayor fue suficiente para declarar a la beata como santa.

“Este milagro es un regalo de Dios para la iglesia y un signo elocuente para tantos hombres y mujeres que a veces se han alejado de la fe o han perdido la esperanza”, afirmó Martínez.

En conversación con Meganoticias, Audelia manifestó: “Yo pienso que fue el milagro más grande que ella hizo. Por ella estoy aquí, mi Diosito, que me hizo llegar a la casa”.

También recordó los días en que estuvo internada en el hospital: “Eso sí que fue grande lo que pasé yo. Muy terrible, era un dolor tremendo”.

Mientras que su nieto contó que invocó la intercesión divina y que “ahí comenzó una cadena de oración con la comunidad parroquial y de los amigos, conocidos, vecinos, familiares, para que pudiéramos pedir por la salud de mi abuelita, porque el pronóstico era lapidario”.