La semana pasada el proyecto de reforma tributaria fue rechazado en la Cámara, con lo que no podrá continuar su tramitación, ya que para continuar el Ejecutivo debiera presentar una insistencia al Senado que debe ser aprobada por 2/3, lo que parece poco viable.

Esto fue un golpe duro al Gobierno que tenía como norte esta reforma, supuestamente para recaudar el dinero para reformas sociales esenciales. Digo supuestamente, ya que el proyecto era tan malo que probablemente no sólo no recaudaría lo esperado, sino que dañaría aún más a la economía y al sector productivo.

Una reforma tributaria debe siempre centrarse en la recaudación y la evidencia comparada nos muestra que el aumentar los tributos no garantiza mayor recaudación. De hecho, algunas reformas tributarias que han bajado los impuestos recaudan más. ¿Cómo sucede esto? Simplemente incentivan la inversión y activan la economía con lo que en el país, “la torta” crece.

El problema es ideológico, como tantas cosas en estos tiempos. La izquierda cree que los recursos están y que hay que “desvestir a un santo para vestir a otro”. Creen que la “torta” es fija y abundante y que el problema, como dicen siempre, es que el “chancho está mal pelado”. Pero esto no es real.

La riqueza no es fija, ni está disponible por naturaleza. Se crea y para eso deben existir las condiciones para que este crecimiento se produzca. De ahí la importancia de los llamados incentivos para que los agentes creativos y creadores realicen actividades productivas que permitan hacer crecer “la torta”. Si esta no crece, se estanca o decrece, con lo que ciertamente se redistribuye con un norte de empobrecimiento, repartiendo cada vez menos. Algo que la evidencia muestra en todos los países en los que estas “geniales” ideas socialistas se implementan. Se crea pobreza.

Por otra parte, la izquierda que nos gobierna siempre busca aumentar los tributos, nunca bajarlos. Esto se debe a que, más que pensar en eliminar a los pobres, buscan eliminar a los ricos. Pero sin ricos, falta inversión y no hay crecimiento. El trabajo per se no genera riqueza, se necesita capital. Ellos parten de premisas erróneas.

Pero más allá del fracaso momentáneo de esta vieja receta, este rechazo en la Cámara nos muestra más facetas esenciales que requieren análisis. El Gobierno vuelve a mostrar inexperiencia, improvisación y sobre confianza, que nacen de una extrema soberbia. Por otra parte, queda en evidencia que el mundo parlamentario puede actuar en responsabilidad para evitar algo que le hace mal al país, por lo que cual la separación de poderes es esencial, sobre todo cuando es la ideología la que mueve al Ejecutivo. De lo contrario “pasarían máquina” y podrían hacer cualquier cosa.

Es importante también ver las reacciones de los “golpeados”, básicamente la misma que han tenido siempre. La culpa de todo es de la “derecha” que con esto se “niega a discutir la posibilidad de dar debate”, según palabras del mismo Presidente.

Esto es falso, ya que se discutió por más de ocho meses y se plantearon los temores y el gobierno se negó a escuchar. Al más modo Convención, no incorporaron nada del otro lado, querían “su reforma”, como querían y quieren “su Constitución”. No son incluyentes, ni inclusivos; sino excluyentes y totalitarios.

Por otra parte, el Ministro de Hacienda inició sus declaraciones haciendo referencia a la “superioridad moral”. Ellos por una parte y los que evaden y asesoran por otra. Los buenos y los malos. Con esto muestran una vez más que creen que son los “dueños de la verdad” y que aseguran tener una superioridad moral, ya que están llamados a establecer el paraíso igualitario y colectivo sobre la tierra.

Del mismo modo, endosan la no posibilidad de Pensión Garantizada Universal (PGU), de terminar con las listas de espera en los hospitales, mejorar la salud primaria y de lograr un sistema nacional de cuidados. Ciertamente para eso se necesita dinero y mucho, pero esta reforma no se los iba a dar. Hay muchas formas de recaudar más y de hecho licitar litio es mucho más rentable, pero eso no lo evalúan ya que “ privatiza” y no “ estatiza”.

Del mismo modo, podrían no gastar en programas mal evaluados que nadie quiere, ni necesita y enfocarse en las necesidades urgentes. Pero ellos no quieren resolver esos problemas, quieren controlar la vida de las personas y lograr más poder.

Para lograr cubrir más necesidades (que son infinitas) hay que hacer crecer los recursos escasos. El crecimiento debe ser siempre el foco, ya que sin crecimiento la torta decrece. No nos olvidemos que algunos dijeron públicamente que le “meterían inestabilidad” al país y que decrecer era bueno.

Los ministros hablaron al son de Marcel y el Presidente fue la “guinda de la torta” al hacer una «cadena nacional» y quejarse de que “el objetivo de algunos es golpear al Gobierno e impedir cambios”. Esto lo dice habiendo sido parlamentario especialmente obstruccionista, no en miras del país, sino por razones ideológicas. Esto se evidencia al ver qué habían votado contra la reforma tributaria anterior.

Por otra parte, la derecha, que él denosta, a pesar de haber ganado en el Rechazo de salida abrumadoramente, “no pasó máquina”, abriéndose a la posibilidad de una nueva Constitución; incluso estando conforme con la actual.

La evidencia deja claro que el Presidente no habla con la verdad y que este golpe es un revés inesperado. La soberbia no los deja ver ni entender, lo que es más que preocupante. El cambio de gabinete no fue sustantivo, sino quirúrgicamente estratégico.

Por Magdalena Merbilháa, periodista e historiadora, para El Líbero

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