Las sucesivas crisis que afectaron a algunos bancos en Estados Unidos y Europa la semana pasada instalaron dudas en torno a la competencia de la regulación bancaria mundial, en un contexto en el que la elevada inflación ha forzado a desplegar políticas monetarias más restrictivas -en otras palabras, aumentar las tasas de interés- en las principales economías, afectando el valor de las carteras de bonos.

El viernes 10 de marzo Silicon Valley Bank (SVB) fue víctima de una corrida bancaria clásica que lo llevó a enfrentar el mayor colapso bancario del que haya registro en la potencia norteamericana desde la crisis Subprime, y de paso arrastró consigo a Signature Bank.

Tras ello, fue necesario reforzar a un tercero, First Republic Bank, desatando el temor en los mercados por lo que podría convertirse en la primera gran amenaza desde 2008.

Dicha situación elevó el estrés entre los inversionistas y empujó incluso la compra del segundo gigante de la banca suiza Credit Suisse -una entidad con 167 años de historia que en los últimos cinco ha sufrido su peor desequilibrio- por su rival, UBS.

Así, pese a que los índices económicos han tendido a normalizarse, el nerviosismo está latente por el efecto contagio que se podría desencadenar en la banca de países desarrollados.

Semejanzas con la crisis subprime

La quiebra de SVB ha hecho reflotar la metáfora de las fichas de dominó y el fantasma de la debacle bancaria de 2008. De hecho, Hermann González, coordinador macroeconómico de Clapes UC, menciona que «existen diversas similitudes porque se trata de una crisis financiera que se origina en el sistema bancario, que provoca contagio hacia otras entidades y que se propaga rápidamente en la forma de un ajuste de la liquidez global en dólares».

«Observamos, como es habitual en una crisis como esta, un período de ‘flighttoquality’ que provoca la caída de los precios de los activos considerados menos seguros, como las materias primas, las bolsas y las monedas; una acción coordinada de los bancos centrales para proveer liquidez en dólares y la intervención o liquidación de algunas entidades. Todo esto lo vimos a fines del año 2008», añadió.

Carlos Budnevich, académico de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de los Andes, dice que «ambas crisis nos recuerdan que la banca presenta vulnerabilidades y que una inadecuada gestión de riesgos puede llevar a quiebras de las instituciones financieras.

También ambas crisis nos indican que un mal manejo de la liquidez de un banco puede producir corridas de depósitos, y eventuales contagios hacia otras entidades financieras».

Diferencias

Ahora bien, también existen marcados contrastes entre lo ocurrido en 2008 y los hechos que gatilló la caída de SVB. Según Sergio Lehmann, economista jefe de BCI, «se reconoce bajo el actual escenario, tras los aprendizajes de 2008 y la pandemia, que los bancos centrales están muy encima de los desarrollos, prestos a actuar con toda la fuerza necesaria par contener las tensiones y asegurar el buen funcionamiento del sistema financiero. Hoy el marco de políticas es infinitamente más flexible y potente para evitar que situaciones como las experimentadas escalen».

El presidente de Quiroz y Asociados, Jorge Quiroz, resalta que «en la subprime, la burbuja era en una categoría de activos en particular, pero con ramificaciones exacerbadas en el mercado de capitales por efecto de los derivados. En esta, la crisis es potencialmente más seria porque la burbuja estaba generalizada, en acciones y bonos, pero las regulaciones han permitido que a nivel de los grandes bancos, las ramificaciones, estrictamente financieras, sean menores».

Eso sí, a su juicio, «la crisis actual es menos espectacular que la Subprime porque ocurre en zonas más opacas del mercado de capitales, pero eventualmente con mayor duración porque la burbuja que está en proceso de desinfle es doble y generalizada: acciones y bonos, y en la anterior era una categoría de activos especial -créditos hipotecarios sub prime securitizados».

Las lecciones

Consultado por el tema, González señala que «una de las principales lecciones es que incluso la caída de un banco que, a priori, se estima que no tendrá implicancias sistémicas, un banco de nicho como Silicon Valley, puede generar un contagio al resto del sistema financiero y tener efectos globales. Esto podría llevar a un endurecimiento de la regulación de estas entidades».

«Como consecuencia de estas turbulencias, el péndulo para los bancos centrales se movió desde el control de la inflación hacia la estabilidad financiera. El aumento de la liquidez impulsado por los bancos centrales para enfrentar esta crisis es contradictorio con el proceso de alzas de tasas de interés que se pronosticaba hace solo diez días. Es por eso que hoy se pronostican menos alzas de tasas de interés y/o recortes anticipados», acotó.

Lehmann expone la principal lección es que «pueden haber instituciones en las que la gestión de activos exhibe falencias, al no reconocer con suficiente fuerza las consecuencias en materia de tasas que llevan las presiones inflacionarias. Es posible entonces que la flexibilidad en materia regulatoria que se adoptó en la administración Trump se revise, de modo de asegurar que no se repitan escenarios como los vividos en los últimos diez días».

Respecto a la política monetaria, el economista jefe de BCI explica que «su foco debe ser, por cierto, en controlar las presiones inflacionarias con toda la fuerza necesaria. El marco regulatorio es el que debe garantizar que esto no conlleve a tensiones en el sistema financiero. Estas dos dimensiones deben naturalmente seguir operando de forma independiente».

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