“El récord de calor de 2023 debería estremecer al mundo”, afirmó el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, en el inicio de la cumbre climática COP 28 celebrada la semana pasada en Dubai. El diplomático portugués fue contundente en su advertencia e instó a la comunidad internacional a redoblar esfuerzos para luchar contra el cambio climático tras conocerse los alarmantes resultados del informe provisional de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).

El reporte sostiene que 2023 será el año más cálido de los últimos 174 en los que hay observaciones. Asimismo, superará los récords históricos de concentración de gases de efecto invernadero medidos en 2022, y también se registraron récords en las temperaturas de la superficie del mar y la subida del nivel del mar.

Este preocupante contexto se vio reflejado en los últimos meses en impactantes efectos del cambio climático, como calor extremo, sequías, incendios, inundaciones y temporales, entre otros.

Hasta octubre la temperatura media se situaba 1,40 grados Celsius (con un margen de incertidumbre de ±0,12 °C) por encima del valor de referencia del periodo preindustrial (1850-1900). Hasta la fecha los años más calurosos habían sido 2016 y 2020. Pero en comparación con 2023, la diferencia “es muy importante”.

“La diferencia es tan importante que, con toda probabilidad, los valores que se registrarán en los dos últimos meses del año no repercutirán en la clasificación”, señaló la OMM.

Entre abril y octubre se registraron temperaturas mundiales mensuales sin precedentes en el océano, y entre julio y octubre estos récords de temperatura se trasladaron a los valores observados en tierra.

Los investigadores adelantaron, además, que es probable que el efecto de calentamiento del actual episodio de El Niño, que se instauró durante la primavera de este año del hemisferio norte, intensifique todavía más el calor en 2024.

“Las concentraciones de gases de efecto invernadero baten todos los récords. Las temperaturas mundiales registran máximos históricos. La subida del nivel del mar no tiene precedentes. La extensión del hielo marino de la Antártida nunca antes fue tan baja. Esta sucesión de frases es una cacofonía ensordecedora de discos rayados”, comentó Petteri Taalas, secretario general de la OMM.

El profesor advirtió que “no son meras estadísticas” y que, de mantenerse esta tendencia, el mundo corre el riesgo de “perder la oportunidad de salvar nuestros glaciares y frenar el aumento del nivel del mar”.

“No podemos volver al clima del siglo XX, pero debemos actuar ahora para limitar los riesgos de un clima cada vez más inhóspito en este siglo y en los venideros (…) Los fenómenos meteorológicos extremos destruyen vidas y medios de subsistencia a diario. Por tanto, es preciso velar por que todo el mundo esté protegido mediante servicios de alerta temprana”, explicó.

Como consecuencia del permanente calentamiento de los océanos y la fusión de glaciares y mantos de hielo, entre 2013 y 2022 la tasa de aumento del nivel del mar fue más del doble que la registrada entre 1993 y 2002. En estos últimos nueve años la subida media de los océanos fue de 4,72 milímetros por año, mientras que en los diez años anteriores fue de 2,14 milímetros por año.

El informe revela que el último año también batió récords de temperatura de la superficie del mar, superando ampliamente las marcas anteriores, con “valores excepcionalmente altos en el Atlántico Norte oriental, el golfo de México y el Caribe”.

A fines del invierno del hemisferio sur se alcanzó la extensión máxima anual del hielo marino antártico. El valor observado fue el más bajo del que se tiene registro: un millón de kilómetros cuadrados menos que el mínimo histórico anterior, lo que representa una superficie mayor que el tamaño de Francia y Alemania juntas.

En esa línea, la temporada de deshielo de los glaciares de América del Norte y Europa volvió a ser extrema. Según la OMM, en los últimos dos años los glaciares suizos han perdido cerca del 10% de su volumen residual.

Por su parte, las concentraciones de los tres gases de efecto invernadero más abundantes -dióxido de carbono (CO2), metano (CH4) y óxido nitroso (N2O)- alcanzaron niveles sin precedentes en 2022, el último año del que se disponen registros mundiales. Se estima que estos tres gases siguieron aumentando en 2023.

Efectos devastadores

Esta coyuntura climática provocó diversos eventos meteorológicos extremos en cada uno de los continentes. El mundo sufrió importantes inundaciones y crecidas, ciclones tropicales, calor extremo y sequías, e incendios. Fenómenos que han causado grandes pérdidas económicas y humanas.

El ciclón Daniel causó precipitaciones extremas que provocaron inundaciones que afectaron a Grecia, Bulgaria, Turquía y Libia. En ese último país las crecidas causaron la rotura de dos embalses y arrasaron la ciudad costera de Derna, causando unos 4.300 muertos y 8.500 desaparecidos, una de las peores catástrofes relacionadas con el cambio climático del año.

Asimismo, entre febrero y marzo de este año, Freddy, uno de los ciclones tropicales más longevos del mundo, afectó seriamente a Madagascar, Mozambique y Malawi. En mayo, en tanto, el ciclón tropical Mocha fue uno de los más intensos jamás registrados en el golfo de Bengala.

El sur de Europa y el norte de África sufrieron los episodios más significativos del calor extremo. El momento de mayo impacto fue la segunda quincena de julio. Los termómetros llegaron a marcar 48,2 grados en Italia, 49 en Túnez, 50,4 en Marruecos, y 49,2 en Argelia.

En Canadá la temporada de incendios forestales superó ampliamente a todas las anteriores. Hasta el 15 de octubre pasado, la superficie quemada a nivel nacional había sido de 18,5 millones de hectáreas: seis veces más de la media decenal (2013-2022). El fuego provocó, además, graves casos de contaminación por humo.

En Estados Unidos, en tanto, tuvo lugar el fuego más letal del año en Hawaii, donde hubo al menos 99 muertos. Se trató del incendio más mortífero del último siglo en el país.

La región del Cuerno de África sufrió cinco temporadas consecutivas de sequía, lo que provocó una gran ola de desplazados. La sequía también se intensificó en muchas partes de América Central y América del Sur. En el norte de Argentina y Uruguay, las precipitaciones acumuladas entre enero y agosto fueron entre un 20% y un 50% inferiores a la media. Esto provocó pérdidas de cosechas y bajos niveles de almacenamiento de agua.

“Contamos con la hoja de ruta que nos permitiría limitar el aumento de la temperatura mundial a 1,5 °C y evitar un caos climático que entrañaría terribles consecuencias (…) Para ello deberán establecer expectativas claras para la próxima ronda de planes de acción climática y comprometerse a colaborar y a aportar los fondos necesarios para hacerlas realidad; comprometerse a triplicar la capacidad de generación de energía mediante fuentes renovables y duplicar la eficiencia energética; y comprometerse a eliminar progresivamente los combustibles fósiles, fijando un calendario claro acorde con el límite de 1,5 °C”, manifestó Guterres, en un mensaje directo a la comunidad internacional.

Pese a este complejo panorama, consideró que “todavía hay esperanza”.

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