El Atlético sigue de pie. Se apunta el equipo de Simeone a un baile más después de superar sobre la pista al que se suponía era uno de los mejores danzarines del momento. Suena la música, en este caso la de la Champions, y esta tropa se convierte en lo que fue, en lo que es y en lo que será para plantarse entre las ocho mejores del continente. Puede que haya sido engordar para morir, es caso es que esta noche no se la quita nadie a la buena gente rojiblanca. Por una vez, la pena no es máxima: por penaltis se certifica una clasificación que tuvo que certificarse antes.

Y en la tanda, un héroe. Jan Oblak. Sacando primero el de Alexis. Sacando después el de Klaassen. Con una determinación que otras veces se echó en falta, pero a quién le importa el pasado habiendo un presente. El quinto del Inter lo echa fuera Lautaro para que ni siquiera haga falta tirar el quinto, para que nadie se acuerde ya del que ha errado Saúl. Durante el partido el esloveno ha parado unas cuantas ya, que no todo es la visita al punto. Sobre todo una a Dumfries en el primer acto. Sobre todo otra a Thuram en el segundo.

Los cuartos habían estado antes en la pierna derecha de Riquelme, uno de los que por cierto marca en la tanda. El balón que le había puesto Griezmann tenía que ser gol. El partido estaba en la prolongación y aquello suponía la eliminatoria. Pero la Champions siempre encuentra una manera nueva de burlar a este equipo. Y el canterano la pegó cuando sólo tenía que acompañarla. Y se le marchó alta cuando el Metropolitano iba a estallar. Aquello certificaba una prórroga en la que el Atlético ya no pudo y en la que el Inter apenas quiso.

Mucho antes de todo eso el arranque del Atlético fue aparente, sólo hubiera faltado, y enseguida se tradujo en un Lino contra el mundo en el que Lino pudo con todos menos con Sommer. El equipo rojiblanco amagaba con presionar la salida, pero daba la sensación de que eso precisamente era también lo que buscaba la escuadra transalpina, atraer al rival para luego buscar su espalda, de modo que durante un tramo aquello fue una partida de ajedrez en la que de momento no participaba Griezmann.

Fue sin embargo Morata el que desató otra vez las hostilidades, aunque lamentablemente lo hiciera de cara a la portería de Oblak. Porque una pérdida absurda del ariete provocó el primer despliegue del Inter para que Dumfries encontrara ese latifundio que venía buscando por detrás de la zaga antes de topar precisamente con el portero esloveno. Y no una, sino dos veces. Un disparo lejano de Lautaro que se envenenó provocó también la intervención de Jan para desequilibrar momentáneamente el balance de ocasiones.

Lo peor estaba por llegar, sin embargo. Apenas superada la media hora el Inter combinó sin que el Atlético observara conveniente otra cosa que asistir imperturbable a unos acontecimientos que desde el carril izquierdo fueron buscando portería para que Barella asistiera y Dimarco embocara desde cerca. Doblaba la ventaja de la ida la tropa de Inzagui, pero al fútbol no hay quien lo entienda: enseguida pifió Bastoni en el área para que Grizi primero disparara y después preguntara. La tecnología respondió que sí: que era el empate.

Un futbolista como el 7 tiene estas cosas. Se estaba notando su inactividad o lo que fuera, el caso es que de repente había firmado el primero y aún pudo firmar el segundo antes del refrigerio si no llega a presentarse allí Pavard. Cuando Marciniak dijo que hasta aquí la cosa estaba tal que 46 minutos antes, pero desde la perspectiva local existía cierta sensación de que se había salvado la primera bola de partido y de que el Inter era falible. Mientras hay vida…

Efectivamente, la reanudación trajo cuarto de hora de acoso sin derribo. El esfuerzo rojiblanco resultaba encomiable y daba para meter al Inter en el refugio, pero en ese punto de una eliminatoria conviene acertar con las que se tenga. Y Griezmann falló la que le puso Llorente en la pierna derecha. Y Morata falló la que para colmo pedía a gritos que dejara pasar la pelota para que Antoine, completamente solo, se las viera otra vez con el de las manoplas. Cada minuto más era un minuto menos.

Al primer movimiento de Simeone, doble con Correa y RIquelme, respondió el primer movimiento de Inzaghi, doble con Darmian y Acerbi. Y al segundo movimiento de Simeone, doble con Memphis y Barrios, respondió el segundo movimiento de Inzaghi, doble con Bisseck y Frattesi. Y de los ocho que aparecieron, uno reclamó los focos: el neerlandés. Que tuvo una primera. Que topó con el palo en la segunda. Que, por fin, cuando el partido languideció, provocó el éxtasis del Metropolitano empalando un servicio de Koke.

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Eliminatoria en tablas. Por fin en tablas. Luego, la prórroga. Luego, los penaltis. Y en ellos, Oblak. Siempre hay que creer.

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/Escrito por Alberto Barbero para Marca de España