Chile es un país corroído por la envidia. Un país que desgraciadamente no reconoce los méritos ni ensalza a quienes han logrado tocar el cielo. La pulsión de “quitarle los patines” a quien se adelanta es algo que ha estado presente siempre y que hoy ha tocado fondo y duele. Los emblemas nacionales, son más que la bandera y el escudo, a esa categoría se puede elevar a muchos connacionales que han hecho patria desde diversas disciplinas destacando a nuestra país a nivel nacional e internacional. Muchos han brillado en la historia y son excelsos para Chile. “Son únicos, grandes y nuestros”. Otras naciones celebran la gloria, la recuerdan e intentan emularla. Chile la achata ya que por la borrachera igualitaria, quien se destaca es indeseable. La ideología mata la creatividad, la belleza y el arte.

Chile inicia su historia como el Reino de Chile, acá se escribe La Araucana, obra que el propio Cervantes elogia y salva de las llamas en El Quijote de la Mancha. Hoy pocos saben que fuimos el Reino de Chile y que esa obra producida en nuestra tierra es ensalzada a nivel internacional, ya que aquí casi está olvidada. Si Ercilla hubiese escrito en Argentina ellos intentarían establecer que es más grande que el mismo Cervantes. Acá poco se sabe de esa historia. Pero Ercilla no es el único “chaqueteado”.

Tantos emblemas nacionales que crearon nación hoy están en el reino del olvido. Esto no es casual, ha sido deliberado. La ideología igualitarista odia a quien destaca. Chile es un país que ensalza al pequeño, pero que cuando este tiene éxito y crece, es visto como malo. Esa idea de la izquierda que el empresario y la élite son malos. Eso hizo que desde el arte, Vicente Huidobro, que es ensalzado en el mundo, acá sólo haya recibido un premio, el que le dio su colegio San Ignacio a los 12 años. Quitarle méritos por su origen algo solo propio de Chile. El clasismo en Chile castiga el éxito y la cuna. Odia al rico por envidia, odia al exitoso, odia lo excelso por eso el afán de que nadie tenga “patines”. Los connacionales que logran éxitos en el extranjero rara vez son valorados en Chile. Pocos o nadie se entera.

Este afán ha tocado fondo en estos últimos meses en nuestra nación. En la historia de la escultura mundial hay tres gigantes que calificaría de equivalentes. Si pensamos en esa disciplina siempre tenemos en la retina a “Il Divino”, Miguel Ángel Buonarroti. Sin duda en sus manos el perfecto mármol es aún más excelso. Podíamos decir que su arte es sublime y perfecciona la creación. Gian Lorenzo Bernini es otro gigante que es capaz de transformar la piedra en carne, algo que asombra hasta hoy y congrega millones de turistas para ver la chispa divina que trabajó la piedra. El tercer gigante es una mujer, que las feministas olvidan, es una chilena, Rebeca Matte. Una gigante de la escultura valorada a nivel mundial que cuenta con magnificas obras en Chile. Muchas en el Cementerio General, la entrada del Club de la Unión , el museo de Bellas Artes. Tal vez el ícono más excelso y emblemático de nuestra nación es “Unidos en la Gloria y en la Muerte”, el Dédalo e Icaro en bronce de la artista instalado en frente al Museo del Bellas Artes.

Chile en su “chaqueteo” y culto a “lo penca”, no respeta lo sagrado, lo que hace nación y desde el Estado apoya con un Fondart de más de 22 millones de pesos al “supuesto” artista Enrique Matthey, profesor de la Chile, para hacer una gigantesca roca falsa, con presuntas marcas de la cultura Selkman que fue colocada sobre la obra de la gigante mundial Rebeca Matte. Sí, esa obra quedó cubierta, no se ve. Este proyecto instalación, arte desechable, llamado “Palabras mayores” ha causado indignación en muchos y es un atentado contra cualquier inteligencia. Esto no es arte y es sin duda una falta de respeto contra el arte mismo. Es claramente una contracultura y contra arte.

Representa la decadencia cultural y moral. Es el reflejo no sólo del Chile “chaquetero”, “penca” y resentido, sino que es una muestra de la crisis moral total de nuestra nación. Esos que niegan la verdad y que creen que el bien es definido por ellos de modo subjetivo, odian también la belleza y arremeten contra ella. La belleza tiene el poder de redención y Rebeca Matte es parte de esa estética que elogia la triada sagrada verdad, bien y belleza. Para la contracultura deconstruida no debe haber verdad, ni bien, ni belleza… son “chaqueteros”, “pencas” y resentidos.

Por Magdalena Merbilháa, periodista e historiadora, para El Líbero

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