Quienes hoy son gobierno son esos jóvenes que el 2006 reclamaron por la educación y que 2011 pidieron “Educación gratuita y de calidad”, para luego buscar eliminar el lucro. Nunca definieron “calidad” ya que nunca les importó. Movidos por la ideología nunca quisieron una mejor educación, sino terminar con toda posibilidad real de asenso social. Igualar hacia abajo y terminar con los privados. Hoy a años de esa arremetida, y las reformas posteriores, la evidencia dice que los privados lo hacen bien y los públicos mal y la brecha que ellos dicen odiar, se incrementó. Ellos son los responsables.

Hoy en 2023 vemos con horror cómo se terminó por destruir la Educación Pública, y cómo el problema educativo siempre presente, tras la reformas no está mejor, sino que peor. En los 200 colegios con mejores resultados en la PAES brillan por su ausencia los liceos emblemáticos y sólo dos son municipales. Todo el resto son particulares pagados que deben competir por hacerlo mejor para lograr tener demanda y satisfacer su oferta. Eso es lo que hace el mercado, premia a quienes lo hacen bien y castiga a quienes lo hacen mal.

Chile está cada vez peor en materia de educación. Sin educación pública y con el Estado concentrado en usar los colegios como entidades de transformación social, dejaron de educar y se han dedicado a adoctrinar. La Revuelta de los Pingüinos primero y la del 2011, la violencia como parte del plan penetró los establecimientos de excelencia.

Las reformas educacionales profundizaron el problema. Eliminaron la selección con lo que mataron la meritocracia. La idea del ministro Eyzaguirre de quitarle los patines a los aventajados resultó en achatar las posibilidades para la clase media de ascenso real y finalmente incrementó la brecha entre el mundo público y el privado. Lo público que lo hacía antes bien, ahora lo hace mal. La tómbola ha sido y es, funesta. Lo que el ministro Cataldo llamó como “democratización del sistema” ha sido la tumba del mismo.

A esto se le agrega la estocada sobre los colegios subvencionados eliminando el copago, lo que paradójicamente implica que una familia puede gastar su dinero en una TV nueva o cualquier otra cosa, pero no en la educación de sus hijos. A esto hay que sumarle el hecho de inflar las notas de colegio para la ponderación de entrada a la Universidad, el NEM, lo que hizo ver a los colegios altamente académicos como difíciles y perjudiciales para entrar a la educación superior, con lo que se abandonó el academicismo. No hay selección, no hay rigor en los contenidos y está esa idea que todos deben pasar, más allá de los resultados. No se puede expulsar a los alumnos ni por disciplina, ni por mal desempeño, el sistema se mató desde dentro.

Las trabas para abrir nuevos colegios vinieron a coronar esta combinación desastrosa para la real “calidad” de educación. La prohibición de abrir nuevos colegios donde la oferta educativa estuviese cubierta. Es decir si en una zona hay tres colegios malos que cubren a todos los niños que necesitan estudiar, no se puede abrir un colegio bueno. Se puede vegetar haciéndolo mal y recibiendo recursos públicos por asistencia, no por aprendizajes. A esto hay que sumarle los intereses gremiales del Colegio de Profesores, altamente politizado y el Estatuto Docente que impide sacar a un profesor malo. Claro que hay muchos profesores buenos y a esos se los debe premiar, pero un profesor malo es un cáncer en las posibilidades de muchos niños y es un pecado mortal e inmoral.

La educación es la única real forma de movilidad social y es la base para que algún día Chile sea un país desarrollado. Este retroceso no le ayuda a Chile, pero sí beneficia a algunos, los que buscaron destruir para servirse del Estado a costa de las penurias y los sueños truncados de otros. Los resultados de la PAES, esos que el gobierno, quiere ocultar, son decidores y hay que hacer algo al respecto.

Los que hoy son gobierno mataron la educación pública y urge recuperarla. Hay que terminar con la violencia, expulsar a los revolucionarios y volver a establecer el mérito al sistema. Sus reformas no funcionaros y habría que derogarlas todas. El aprendizaje de los niños debiera estar en el centro y la calidad de los profesores debiera ser el foco. Los malos, fuera y quien no es profesor, pero enseña bien debiera poder hacer clases. Basta de defensas corporativas en desmedro de los niños. Es necesario poner foco, los recursos en educación en Chile son altos a nivel OCDE, los resultados paupérrimos. Gastemos bien los recursos que son limitados y pongamos el foco en los niños, que las familias elijan en forma directa lo mejor para sus hijos.

Por Magdalena Merbilháa, periodista e historiadora, para El Líbero

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