Si el responsable de brindar seguridad a la población es el Presidente Gabriel Boric, hay pocas razones para creer que la gente se sentirá menos atemorizada en los meses que se vienen. Precisamente porque el gobierno ha fracasado en las principales prioridades con las que llegó al poder, resulta poco probable que esta administración sea exitosa en un tema que nunca le importó y para el que tiene muy pocas capacidades.

Además, como los principales líderes del gobierno, empezando por el propio Boric, siempre han visto a las fuerzas de orden y seguridad como adversarias del pueblo que ellos dicen representar, resulta difícil imaginar una colaboración exitosa y fructífera entre el gobierno y Carabineros. Así como se ven las cosas, parece que, igual como en la mítica serie mexicana de televisión de fines de los 70, El Chapulín Colorado, ahora sólo queda desesperanzadamente preguntarse, “y ahora ¿quién podrá defendernos?”.

Los altos niveles de delincuencia y la creciente percepción de inseguridad que existen en el país se han consolidado como la principal preocupación popular de política pública. Si bien los niveles de criminalidad en Chile siguen siendo más bajos que en el resto de la región, es innegable que ha habido un deterioro progresivo y preocupante en la seguridad ciudadana. Hoy se ven con regularidad tipos de delito que antes ocurrían tarde, mal y nunca. La gente tiene miedo y necesita ayuda. La demanda por ley y orden en Chile se consolida como uno de los clamores populares más intensos.

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Aunque este no es problema del que se pueda responsabilizar al gobierno actual, las autoridades buscan ser elegidas para hacerse cargo de los problemas que tiene la gente. De ahí que, capacitados o no, los gobernantes deben abocarse a las prioridades de la ciudadanía, aunque esas prioridades no estén en sintonía con sus propios planes de reforma. Aunque no lo quiera, o sienta que abocarse a combatir la delincuencia desdibuje su legado, el gobierno debe hacerse cargo de forma urgente de la principal preocupación de la ciudadanía si quiere evitar un castigo severo y merecido en las elecciones regionales y municipales de octubre de 2024.

Como si la presión ya no fuera alta, el gobierno además carga con la mala reputación de haber sido infantil e irresponsablemente crítico de la labor de las policías. Incluso en el poder, la administración del Frente Amplio y del Partido Comunista siguió propagando mentiras y acusaciones infundadas sobre el actuar de Carabineros durante el estallido social de octubre de 2019. En octubre de 2022, el Presidente volvió a repetir la acusación de que Carabineros había cometido abusos sexuales durante el estallido. Boric no habló de presuntos abusos ni sugirió que algunos carabineros pudieron haber cometido delito. El destemplado Boric, conmemorando el estallido, leyó una acusación que claramente implicaba a la institución de Carabineros en apremios ilegítimos y abuso.

Como si eso no hubiera sido suficiente afrenta, a fines de 2022, Boric también decidió indultar a delincuentes con amplio prontuario bajo la débil y poco creíble excusa de que se trataba de luchadores sociales y activistas que buscaban un mejor futuro para Chile. La decisión de su gobierno de entregar pensiones de gracia a otros delincuentes con prontuario que han sido condenados por atacar a Carabineros y atentar contra propiedad pública y privada refleja que, cuando se trata de saber si el gobierno está del lado de las fuerzas del orden o de los delincuentes, la respuesta no es tan obvia.

Aunque su gobierno no parece tener un plan coherente ni un norte claro para abordar el desafío de otorgar mayor seguridad a la población y de combatir a los delincuentes, Boric ha hecho uso de numerosas trilladas frases para tratar de convencer a la ciudadanía que él está comprometido en la lucha contra la delincuencia y que él lleva la batuta como líder del esfuerzo por restablecer el orden público. Lamentablemente, repetir las mismas frases no ayuda mucho si no hay hechos concretos que demuestren que el gobierno se está poniendo el uniforme de sheriff y está dejando en claro que sus acciones y prioridades están con los atemorizados chilenos que sienten que las calles han sido tomadas por los delincuentes.

Igual como en esa serie de televisión que marcó una época en América Latina, ante la desesperanzada pregunta “¿y ahora quién podrá defendernos?”, la aparición sorpresiva de un entusiasta, pero débil, torpe e inútil Chapulín Colorado no termina de convencer a las víctimas de la injusticia y abuso que claman socorro. La presencia del inepto héroe no atemoriza a los malos ni da tranquilidad a los buenos. Desesperanzados, los que necesitan ayuda sólo observan con decepción que tuvieron la mala suerte de que justo a ellos les tocó el héroe incompetente e ineficaz. Algo parecido ocurre entre los ciudadanos chilenos que se sienten desprotegidos ante la delincuencia.

Por Patricio Navia, sociólogo, cientista político y académico UDP, para El Líbero

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