Este documento ofrece una visión crítica y detallada sobre el estancamiento económico de Chile, un tema de gran relevancia por su impacto en favorecer una cultura de “suma cero”. El texto hace ver los costos sociales del estancamiento y hace un llamado a la urgencia de tener una misión país concreta: crecimiento sostenido de 4% anual. Para lograrlo plantea la necesidad de consensos basados en lo que la evidencia histórica y la opinión de expertos señalan. Pero advierte que alcanzar esa meta no es fácil, porque hay déficits estructurales, como nuestra lejanía a los principales mercados, lo que obliga a compensar con otras políticas que es necesario realizar muy bien. Recurriendo a lecciones del pasado, propone un listado concreto de acciones para mejorar la gobernabilidad del Estado, volver a despertar la inversión corrigiendo errores cometidos en los últimos años y aprovechando el potencial que emerge con la nueva economía, recuperando el superávit fiscal perdido, volviendo a ser líder en el desarrollo exportador con una alianza diplomática público-privada exportadora y empresarial y retomando el esfuerzo por el empleo y el capital humano.

1. ¿Regreso al subdesarrollo?

Hoy nadie discute que Chile perdió la dinámica del crecimiento. Los expertos lo señalan con total claridad: “Diez años se cumplen este 2023 del estancamiento de la economía chilena, una que en la década pasada fue líder del crecimiento mundial y que hoy se suma a un conjunto de países que perdieron el rumbo y terminaron estancándose” (A. Claro, G. Sanhueza, 2023).

Los datos que lo confirman son indiscutibles y más vale tomar conciencia de esta realidad, si es que no queremos que un nuevo fracaso nos derrote en lograr la meta de ser un país desarrollado (A. Pinto,1958), ambicionada desde hace más de un siglo. Sin embargo, creo útil, más que repetir los datos económicos que lo ilustran, mostrar los desafíos sociales que necesitan del crecimiento económico para ser resueltos.

En efecto, cuando Chile creció fuerte (4,8%) se creaban oportunidades de trabajo (entre 2004 y 2013) a un ritmo de 206.000 empleos en promedio al año y en la década siguiente, con un crecimiento débil (1,9%), sólo se crearon 93.000, menos de la mitad que en la década anterior. En Salud, más de 72.000 personas viven un drama ya que están en listas de espera, con garantías GES incumplidas, y son nada menos que 2,3 millones las consultas en listas de espera en el Sistema Público y más de 3 millones de personas que observan angustiosamente como el Sistema Privado de Salud está a punto de desaparecer. Al respecto, hay estudios que muestran el grave impacto que, en la salud pública, en el presupuesto fiscal y en la estabilidad financiera tendría la quiebra de un grupo de Aseguradoras de Salud (Ricardo Bitrán, et al.2023). En educación, estamos viviendo un problema aún mayor ya que, por un lado, la calidad de la educación escolar, siendo deficiente si la comparamos con la de países OCDE, está estancada o retrocediendo ya por más de una década.

Y ahora, se suma un grave problema de cobertura educacional (Pisa,2023). En efecto, por diversos factores como inadecuadas políticas, mala gestión y la pandemia del Covid, entre 2022 y 2023 han sido 50.814 estudiantes los que han abandonado el sistema escolar. Y en vivienda, también existe un deterioro significativo que llega a más de un millón de viviendas, según los datos de la Casen, 2022.

En suma, una realidad social muy preocupante que nos muestra el enorme costo social de no crecer porque ni el Estado ni la sociedad civil cuentan con los recursos para resolver los problemas mencionados y otros que se acumulan día a día, dañando las oportunidades de bienestar de los chilenos.

¡Y podría no ser así! El país puede volver a crecer, lo hicimos, hoy sabemos cómo hacerlo. Y existe un creciente consenso en el objetivo y en los instrumentos para lograrlo. No estamos condenados a la “Inferioridad Económica” (Encina F,1912).

¡Pero debemos tomar decisiones pronto! Las sociedades también comienzan a frustrarse y a perder la confianza en su capacidad de progresar. La reciente encuesta CEP de septiembre-octubre de este año nos señala un dato alarmante: la gente que considera que el país está “en decadencia” pasó del 12% a fines del 2018 a 32% al año siguiente. El nivel para sept-oct de este año alcanza 34%.

Y como nos advirtió el profesor del MIT, Ricardo Caballero, hay un círculo perverso cuando se deja de crecer: el “bajo crecimiento cambia las mentalidades de la población y sube la probabilidad de implementar políticas anti crecimiento” (El Mercurio Oct.,2023). Y solo para llamar la atención sobre la penetración de esta mentalidad de “suma cero”, recordemos que a pesar de que llevamos una década de bajo crecimiento, el actual Gobierno no hablaba hasta hace muy poco del tema y que vamos a batir el récord de menor progreso desde 1990, con un crecimiento promedio de 1,7%. Peor aún, las proyecciones de los organismos técnicos señalan que en los próximos años continuará el bajo crecimiento. Por ello, no nos debe extrañar la advertencia del ex Presidente Frei cuando llamó a las autoridades a aprovechar las oportunidades de Inversión y con cierta angustia dijo “hay que hacer la pega” (El Mercurio, nov. 2023).

Esta reflexión busca tomar conciencia del grave problema que tenemos y plantear con sentido práctico una agenda básica para superarla. Para ello a continuación trataré los siguientes temas:

– ¿Es fácil volver a crecer?

– ¿Qué aprendizajes obtenemos del reciente periodo con alto crecimiento?

– En base a esa experiencia, ¿cuál es una agenda de corto y mediano plazo para volver a crecer?

2. ¿Es fácil para Chile volver a crecer?

Parte de esa mentalidad que considera que crecer no es importante, que es inconveniente o que crecer es fácil ha penetrado profundamente en nuestra sociedad. Es la “cultura del decrecimiento”. Otros señalan que somos “autocomplacientes” en exceso y por eso nos quedamos dormidos.

Ahora bien, afortunadamente la importancia de crecer tiene hoy un amplio respaldo político y técnico. El reciente Comité de Expertos para el Pacto Fiscal, nombrado por el Gobierno e integrado por distinguidos economistas de todos los sectores políticos y presidido por el ex Ministro de Hacienda Manuel Marfán lo ilustra con total claridad: “Para aquilatar cómo influye el crecimiento en las cuentas fiscales se realizó un ejercicio donde se elevó la tasa de crecimiento en 1 punto porcentual anual” con esto “las holguras adicionales llegarían a 1,76 del PIB en 2034 -aproximadamente… $6.500 mil millones”. (“Comité de Expertos Sobre Espacio Fiscal y Crecimiento Tendencial”, Decreto N.1.076, Min Hacienda, 2023). Con ello nos ilustran cómo el crecimiento es fundamental para enfrentar los problemas sociales que afectan a los chilenos.

Además, se dice que es inconveniente crecer porque daña el medio ambiente, lo cual es contradicho por la evidencia. Por ejemplo, el país podría superar la crisis hídrica en la zona central invirtiendo US$ 20.000 en plantas desaladoras con lo cual aseguraríamos el consumo humano y además las necesidades de agua para fines productivos y sociales. (E. Frei, El Mercurio, mayo 2023).

Lo mismo ocurre con la justicia social. En efecto, si se mide el impacto del crecimiento entre el 2003 y el 2013 en la reducción de la extrema pobreza se aprecia que esta cayó desde 17,9% el 2003 a 4,5% el 2013, producto del crecimiento promedio de 4,8% en ese periodo. Existen proyecciones que muestran que con un crecimiento entre 4 y 5 % y no en torno a 2%, podríamos tener hacia el fin de esta década un 17% más de personas empleadas en comparación al 2019. Y sabemos que el empleo es la principal fuente de la reducción de la pobreza. (“Un Chile Inclusivo y con Empleos de Calidad al 2030”; Deloitte, Fundación Democracia y Desarrollo,2021).

El Comité de Expertos ya mencionado nos advierte con meridiana claridad: “El Comité tiene la convicción de que sin crecimiento no se podrá avanzar sostenidamente en las aspiraciones que le importan a la sociedad… Si se busca el progreso social sacrificando el crecimiento, o se busca el crecimiento sin progreso social, al final del día no habrá ni lo uno ni lo otro”.

Pero nuestro problema no es solo de cultura de decrecimiento, sino principalmente de que no hay conciencia de los factores objetivos que lo hacen difícil. En efecto, Chile tiene desventajas competitivas que dificultan crecer. Al respecto, hay tres factores estructurales que debemos explicitar para tomar consciencia de ellos y buscar formas para compensar esas desventajas. Son estructurales porque algunas no se pueden remover, ya que están relacionadas con temas de localización y población. Respecto a la localización hay dos grandes desventajas para crecer. La primera es la distancia de Chile de los principales mercados de consumo del mundo. En efecto, los modelos de gravedad del comercio internacional muestran que las ventajas del comercio internacional son mayores a mayor sea el tamaño económico de los países y menores cuando la distancia entre ellos es alta, a raíz del mayor costo del transporte (Anderson,1979). Así, por ejemplo, pensemos en Portugal, país cuyo ingreso por habitante es de alrededor de US$ 36.000 per cápita y sus vecinos poseen un ingreso por habitante promedio de US$ 49.000, es decir un 36% superior. Por el contrario, nosotros tenemos unos vecinos, incluyendo a Argentina, Bolivia, Perú y agreguemos Brasil, por su tamaño, con un ingreso promedio 46% inferior al chileno. Las exportaciones de un país son mayores cuando sus vecinos tienen ingreso alto y cuando gozan de mayor estabilidad económica y política. Evidentemente el factor riesgo, tanto el político, como el económico y social tampoco nos ayuda.

Ahora veamos la distancia. Recordemos que Chile es la “Finis Terrae” del planeta. ¡Estamos muy lejos! Entre Lisboa y Washington DC la distancia es 40% menor que la desde Santiago a la capital de Estados Unidos; y la distancia a Shanghai desde Lisboa es 76% menor que la de Santiago.

Otra manera de ilustrarlo es ver la diferencia con Nueva Zelanda, país un modelo a seguir, que está en el hemisferio sur y tiene ventajas comparativas parecidas a Chile. La distancia desde Wellington, su capital, a Shanghai es la mitad que la desde Santiago. Nuestra lejanía nos impone un enorme costo que reduce nuestra competitividad, la cual debemos compensarla de otra manera. Un buen estudio que lo muestra es la investigación del experto Gonzalo Salinas (G. Salinas, 2021) que concluye que, si pudiéramos reducir la distancia a nuestros países socios “a la mitad, podríamos lograr un 150 % de aumento en exportaciones nacionales de bienes, excluyendo exportaciones de minerales e hidrocarburos industriales (NHM).

La población también influye, ya que países con alta población tienen economías de escala y menores costos de producción. A Chile, con solo 20 millones de habitantes, le resulta muy difícil obtenerlas y por esa razón, tiene más desventajas.

En suma, tenemos desventajas que son estructurales, que no podemos modificar. Pero sí podemos compensar, haciéndolo mejor en otras políticas claves para crecer.

3. ¿Significa esto que estamos condenados y no podemos ser desarrollados?

Por supuesto que no. Pudimos crecer en forma alta y sostenida hasta ser hoy el país de mayor ingreso por habitante de Sudamérica. Y eso ocurrió en las últimas cuatro décadas, gracias al cambio y modernización de la estrategia de desarrollo iniciada a mediados de los 70. Más aún, si hacemos un poco de historia, que desgraciadamente no se enseña en los colegios, ocurre que en el siglo XIX lideramos el crecimiento del continente junto con Estados Unidos y Argentina (Couyoumdjian JP, et al, 2018). Y estábamos igual de lejos de los principales mercados del mundo y teníamos aún menor población.

Veamos qué factores han estado detrás de ese progreso y saquemos lecciones. Son muchos los trabajos que lo investigan. Seleccionaremos el trabajo de Gallegos y Loayza, que estudia el desempeño del crecimiento en las últimas décadas. Una síntesis permite concluir que este se debió principalmente a:

-Una expansión de la Productividad Total de Factores (PTF), es decir un mejor uso de los recursos.

-El aumento del capital humano.

-La mayor profundidad financiera, es decir el desarrollo del mercado de capitales.

-La disminución de las distorsiones en los precios o mayor y mejor funcionamiento de los mercados competitivos.

-La moderación del gasto público.

-La mejoría de la calidad institucional del gobierno, medida por el respeto de derechos civiles y políticos, probidad, y prevalencia de la ley y el orden.

-A la apertura comercial y a la inversión externa.

-A la mayor disponibilidad de bienes y servicios públicos y de infraestructura.

-Y a la complementariedad de las políticas ya mencionadas.

Al respecto, cabe destacar este aspecto y poner atención a los autores cuando señalan: “el resultado más destacable… lo constituye la gran contribución que tiene la complementariedad de políticas… Esto significa que existe un premio importante de realizar reformas en forma conjunta, que supera la suma del solo efecto positivo e independiente de cada política en particular”. (Gallego, op cit).

En otras palabras, no hay “bala de plata”, lo que se necesita es un conjunto coherente de políticas e instituciones que empujen el crecimiento.

¡Pero tan importante como el conjunto coherente de políticas, es tomar conciencia que esas políticas las debemos hacer muy bien!

En efecto, así como tenemos desventajas estructurales como la distancia, la escasez de población y el entorno, lo importante es tener una economía social de mercado con responsabilidad macroeconómica e instituciones sólidas que nos permitan más que compensar las dificultades ya descritas.

4. Misión Nacional: duplicar el crecimiento potencial

¿Cuál es la Agenda?

a) Lo primero que una agenda debe tener es una META. Y esa meta debe usar como indicador el PIB potencial, es decir aquel crecimiento que se basa en las políticas e instituciones que lo hacen posible en el largo plazo, al margen del ciclo económico coyuntural.

En otras palabras, el que se funda en los esfuerzos para aumentar la inversión, el empleo, el capital humano y la eficiencia en el uso de esos factores. Y eso se logra con políticas e instituciones adecuadas.

Muchas de las propuestas de política económica de la economista italiana-norteamericana Mariana Mazzucato son, según mi visión y experiencia, equivocadas. Como la de promover el Estado Empresario, que en el caso de Chile nos llevó a la hiperinflación en el Gobierno de la Unidad Popular. Sin embargo, hay una idea de ella que debemos adoptar ahora, me refiero a la propuesta que los países deben plantearse una Misión (Mazzucato M, 2021). Y en nuestro caso esa misión es crecer, volver a crecer.

Esa meta concreta es elevar el crecimiento potencial a 4% anual. Los estudios del Banco Central sitúan el crecimiento del PIB tendencial no minero en 1,9% en el periodo 2024-2033, inferior al 2,2% que proyectó hace un año para el periodo 2023-2032. Ese crecimiento es muy similar al que experimentó el país entre 2013 y 2023: 1,8% promedio anual y 0,6% por habitante.

La meta que proponemos se plantee explícitamente, significa revertir esa tendencia, lo cual obliga a dar señales y tomar decisiones que movilicen a “los espíritus animales”. Alentar nuevamente el objetivo de unir al país en torno a un objetivo nacional. Creemos que volver a un crecimiento de largo plazo de 4% anual es factible, y así lo confirman la historia y diversos estudios. (Ver “Un Chile Inclusivo y con Empleos de Calidad”). Es una meta realista.

Por lo tanto, la Misión País es “Crecer al 4%”. Y ello requiere un acuerdo de largo plazo en el que participen el Gobierno, una amplia alianza política comprometida con esa causa, y una sociedad civil que la impulse desde las ideas y la acción.

b) ¿Cómo lograrlo? Para ello hay que tener una agenda precisa. Esta debe basarse en políticas que han dado resultados ya que explican nuestro periodo de mayor crecimiento, como lo muestra la evidencia y que sean el producto de acuerdos razonados. El reciente Comité de Expertos convocado por el Gobierno logró un acuerdo por unanimidad de sus miembros sobre una agenda que vuelva a priorizar el crecimiento económico (los integrantes son: Manuel Marfán, ex ministro de Hacienda; Rodrigo Vergara M., ex presidente del Banco Central; José Pablo Arellano, ex ministro de Educación; Ignacio Briones, ex ministro de Hacienda; José de Gregorio, ex presidente del Banco Central y ex ministro de Economía; Andrea Repetto, académica de la U. Católica y Andrea Tokman, economista Jefa de Quiñenco).

A continuación, propondré un contenido que compatibilice los estudios que señalan las políticas que permitieron el crecimiento económico del pasado reciente (Gallego, op cit) con las propuestas del Comité Marfán. En suma, promover mínimos comunes que hagan posible volver a crecer (Cheyre H,2023)

5. Una Agenda con respaldo técnico y político

Mejorar el Sistema Político

Como dice el informe del Comité Marfán: “Un buen sistema político se basa en su capacidad para lograr cooperación y acuerdos entre las fuerzas políticas que compiten”. Por el contrario, nuestro sistema electoral proporcional, actualmente vigente, ha favorecido la existencia de una veintena de partidos políticos, lo cual acompañado por reglas que han promovido el discolaje parlamentario promueven la fragmentación y la indisciplina en el Congreso. Lo anterior, en un contexto en el cual el cambio tecnológico y su influencia en la sociedad han debilitado el orden institucional y favorecido el populismo y la desconfianza social. Por esto, es urgente resolver este problema. Una acción concreta es incorporar a la ley electoral y del Congreso el texto aprobado por el Consejo Constitucional y que se basa en el aprobado por unanimidad por la Comisión de Expertos. Así, a través de cambios en la ley se lograría reducir el número de partidos políticos y el número de parlamentarios por distrito. Además, incluir las normas de mayor disciplina parlamentaria, que faciliten la gobernabilidad de los partidos políticos, y aquellas que mejoran el funcionamiento del Congreso y la función colegisladora del Poder Ejecutivo. En suma, se trata de aprovechar el proceso constitucional recién finalizado y los acuerdos, orientados a perfeccionar el sistema político.

Mejorar la política fiscal

Existe un amplio acuerdo sobre la necesidad de robustecer la responsabilidad fiscal.(Schmidt-Hebbel,K.2020) Así, lo ha señalado el Consejo Fiscal Autónomo (CFA). Para la sostenibilidad fiscal de largo plazo, el CFA estima que se requiere converger a un Balance Estructural equilibrado para no superar el nivel prudente de deuda bruta de 45% del PIB. Expertos temen que al ritmo actual de déficit y su proyección, la deuda neta no se estabiliza, sobre todo por las necesidades de “otros requerimientos de capital del Fisco”, como los originados por la realidad de déficit de empresas estatales, el pago de bonos de reconocimiento y promesas de campaña como la condonación del CAE.

Pero eso no es todo, esas advertencias del CFA no tienen en consideración eventos de alta probabilidad de impacto en las necesidades del Fisco, como mayores recursos para enfrentar desastres, crisis internacionales y otras contingencias futuras. Cabe recordar que el país fue capaz de superar la pandemia, la violencia del octubrismo, la sequía y los incendios gracias a que durante años siguió una política de superávit estructural que posibilita acumular recursos para usarlos en los periodos “de vacas flacas”. Se necesita retomar con urgencia esa política, sino es altamente probable que no se cumpla la meta de no superar el límite de 45% del PIB de la deuda bruta. Colombia acaba de alcanzar el 60% y perdió el grado de inversión con el consiguiente impacto en el alza de la tasa de interés. Por todo lo anterior, es imprescindible que la Política Fiscal retome la austeridad estableciéndose nuevamente un compromiso de superávit estructural anual. Dos antecedentes que muestran la viabilidad de esta propuesta lo señala Gonzalo Sanhueza, ex miembro del CFA, cuando señala que en años pasados se han realizado ajustes de entre” US$ 1.000 millones y US$2.000 millones, y es algo que se puede acomodar”. (El Mercurio, agosto 2023)

Modernizar el Estado

Son demasiados los antecedentes que muestran la necesidad de acometer la tarea de aumentar la eficiencia del Estado con rapidez y profundidad. La buena noticia es que las coincidencias en los diagnósticos provienen de los expertos y del mundo político. Así lo plantean instancias transversales como el Consejo Asesor Permanente para la Modernización del Estado, la Comisión Marfán, las iniciativas populares originadas en el Proceso Constitucional y muchas otras.

En suma, hay una agenda y sus principales componentes son: reformar el empleo público tanto a nivel centralizado como descentralizado para aumentar la calidad de los servicios públicos.

-Permitir más flexibilidad en las atribuciones del Presidente de la República para organizar el Gobierno.

-Modificar el Gobierno Corporativo de instituciones centralizadas, descentralizadas y empresas estatales.

-Fortalecer la estructura jurídica y capacidad operativa de instituciones que velan por la competencia como el Tribunal y la Fiscalía Nacional Económica y la calidad de las políticas públicas como la Comisión Nacional de la Evaluación y Calidad de las Políticas Públicas y Leyes.

-Aumentar la Inversión

Es urgente subir la tasa de inversión para llevarla a los niveles del 28% del PIB, como era la del periodo que impulsó al crecimiento en el pasado reciente. El Gobierno ha planteado un Pacto Fiscal que posee aporte con rebajas de impuestos, créditos tributarios, depreciación semi instantánea, etc. e impulso a la inversión pública. Además, ha puesto énfasis en una Reforma Integral a la Tramitación de Permisos Sectoriales con el objeto de racionalizar el rol regulatorio para facilitar los proyectos de Inversión. Son medidas en la dirección correcta. Sin embargo, son insuficientes. En efecto, el país ha deteriorado en forma significativa la confianza de los inversionistas a raíz de los procesos de pérdida del Orden y la Seguridad y el debate constitucional, lo cual se suma al daño de la reforma tributaria y la modificación del sistema electoral realizado en el segundo Gobierno de la Presidenta Bachelet. Además, hemos cometido errores de políticas, como el alza desproporcionada del impuesto a las empresas y la derogación del estatuto al inversionista extranjero.

Ahora bien, también hay buenas noticias: el debate constitucional ha quedado atrás, está en marcha el plan para perfeccionar la institucionalidad que ayude a recuperar el Orden y la Seguridad, está culminando la política monetaria contractiva del Banco Central para reducir la inflación y el Gobierno. Pero, mantenemos una tasa de impuesto de primera categoría exageradamente alta que incide negativamente en la principal fuente del ahorro y la inversión. Como lo dice José de Gregorio analizando el impuesto corporativo: “Chile es comparativamente un país de alta recaudación de este impuesto como porcentaje del PIB y de alta tasa de impuesto entre los países de la OECD. Por eso mismo, de 38 países, Chile aparece en el lugar 35 en términos de competitividad de su sistema tributario”.

Es evidente que fue un error la Reforma Tributaria del 2014 al llevar ese impuesto al 27%. Cabe señalar que la tasa promedio en los países OCDE asciende a 23,6%.

¡Siendo Chile un país de reciente ingreso medio, tenemos más altos impuestos a las empresas que los países ricos del mundo!

Parece razonable que esa tasa llegue, como mínimo, a ser un punto inferior al promedio OCDE. Y para compatibilizar su financiamiento con las necesidades fiscales establecerla legalmente hoy, aplicándola gradualmente, si es necesario.

Sin embargo, eso es insuficiente. Se requiere elaborar una nueva ley de Inversión Extranjera que provea mecanismos modernos de invariabilidad tributaria y certeza jurídica, que tenga presente los acuerdos internacionales realizados por el país en las últimas décadas.

Finalmente, una importante iniciativa de la autoridad, es el esfuerzo de racionalización regulatoria que busca reducir en un tercio los tiempos de tramitación de un proyecto de inversión estándar y que descansa en cinco acciones precisas.

El cuadro siguiente ilustra las diferencias en las facilidades de hacer inversiones entre Chile, Nueva Zelanda y Australia, países que al igual que Chile descansan en ventajas comparativas similares y a los cuales deberíamos parecernos:

Como se aprecia estamos muy lejos de los países mencionados y desgraciadamente hemos retrocedido, ya que en la década previa estábamos en la posición 40. Por ello para dar un salto significativo es necesario que la reforma del Gobierno sea ambiciosa e incluya “el silencio administrativo positivo”, es decir, si cumplido el plazo de tramitación de un proyecto la autoridad reguladora no se ha pronunciado, el proyecto se entiende aprobado. Junto a lo anterior debe implementarse un mecanismo profundo de certificadores privados que aseguren la oportunidad de estos procesos. (JAFontaine,2023)

Aumentar las exportaciones

Un buen análisis del tema de la relevancia del proceso exportador para explicar el crecimiento del país lo hace el ex ministro Nicolás Eyzaguirre en una columna reciente. (Pulso 2023). Allí muestra cómo el proceso exportador ha sido clave en nuestro crecimiento y plantea como el deterioro en el crecimiento del comercio mundial ha incidido en la menor expansión de nuestra economía. Asimismo, plantea la advertencia del regreso al proteccionismo y el populismo. Y sugiere como ejemplo a seguir a Australia, Nueva Zelanda e Israel, manteniendo la apertura. Sin duda, tiene la razón y yo lo complementaría con sugerencias específicas en el campo de las exportaciones que el país debe abordar para retomar esa fuente principal de crecimiento. En concreto proponemos:

– Profundizar y agilizar la diplomacia comercial: el país ha pagado un costo no menor por la demora en la firma del Acuerdo Transpacífico (TPP-11), por ello hay que recuperar el tiempo perdido.

Para hacerlo hay países que resultan prioritarios como los de la zona asiática, especialmente India. Hoy es el país con mayor número de habitantes y con crecimiento económico significativo. Posee capital humano especialmente calificado para la revolución tecnológica que vive el mundo, por ello no es extraño que el capital humano de alta calificación que dirige empresas líderes en Estados Unidos es de origen indio. Invierte en capital físico un alto porcentaje del PIB (30%). Además, se integra en forma creciente al comercio y aplica modernizaciones de libremercado.

Los expertos, como Goldman Sachs, señalan que India será la segunda economía más grande del mundo en 50 años y si continúa con las tasas de crecimiento de los últimos años va ser el quinto mercado de consumo más grande del mundo en dos años más. (Chakravorti B, Gaurav Dalmia, Sept.2023)

Asimismo, geopolíticamente es muy importante para Chile. Es una democracia y su mercado es especialmente atractivo para impulsar nuestras exportaciones no tradicionales. La diplomacia económica pública y privada debe focalizarse en esa área.

Es necesario que el Presidente Boric viaje a ese país liderando una estrategia para profundizar el Acuerdo Comercial hoy vigente. Lo mismo deben hacer los sectores empresariales.

Asimismo, como lo dicen Claro y Delpiano, los esfuerzos exportadores no son solo grandes acuerdos, sino que también son los más modestos y humildes pero efectivos acuerdos para remover las barreras no arancelarias. Profundizar la estrategia para acabar con las “las barreras sanitarias y fitosanitarias, reglas de origen, sostenibilidad, logística o acceso a cadenas de intermediación” aprovechando la red de tratados comerciales es una tarea de cooperación pública y privada urgente de reforzar. Lo anterior debe ser complementado con los proyectos de infraestructura como puertos, cables, libre competencia en transporte marítimo, carreteras, etc.

Lo anterior no basta. Hoy tenemos oportunidades exportadoras impensadas dos décadas atrás. Son las que se producen por el cambio climático y la mayor demanda de “exportaciones verdes” y de insumos para “productos verdes”. Así la energía eólica, solar, el litio, las tierras raras, el hidrógeno verde, amoniaco verde, etc. son nuevas oportunidades. (Lavín J, 2022). Y como dice un experto: “Nos falta creernos el cuento de que somos un país minero, y lo otro es darse cuenta de que ya no somos la estrella, competimos con muchos otros distritos” (Jorge Cantallopts, Cesco, El Mercurio,2023). Y esa es la realidad tanto en los sectores mineros tradicionales y no tradicionales.

Es urgente desatar las amarras de la iniciativa privada, permitiendo la concesibilidad del litio, facilitando la inversión en hidrógeno verde, tierras raras, etc. y dando el paso de que Codelco y Enap reciban capitales privados que colaboren a aprovechar las oportunidades de exportación que existen. Esto resulta imprescindible, dada la evolución negativa de los niveles de endeudamiento de estas empresas y el deterioro en la productividad, especialmente de Codelco. El acuerdo Codelco-SQM, no siendo el ideal, significa destrabar un proceso de inversión, hay que multiplicar esas iniciativas. ¿Por qué no repetir lo mismo con Enap incorporando socios privados para el hidrógeno verde o para el cobre con Codelco, como lo ha propuesto el experto Marcos Lima?

También hay que volver a priorizar la agenda relacionada con las oportunidades en exportaciones de servicios, gracias a los avances logrados en el país durante los últimos 40 años en formación de capital humano sofisticado, junto con las externalidades de una economía abierta para incorporar nuevas tecnologías y conocimientos.

Aumentar el Empleo y mejorar el Capital Humano

Tanto en materia de empleo como en capacitación de la fuerza laboral, y en la educación existen necesidades de mejora que son urgentes. Más aún, cuando producto de la pandemia y nulo crecimiento de nuestra economía hoy existen alrededor de 400.0000 empleos por recuperar. Asimismo, necesitamos implementar las políticas que nos permitan volver a aumentar las oportunidades de trabajo femenino y juvenil. Existen hoy en el Congreso iniciativas legislativas con financiamiento que colaboran a ese propósito (ie: Sala Cuna universal), pero no han sido priorizadas. Y esa en particular es la más rentable socialmente si deseamos que se acabe la pobreza en Chile.

Pero eso no es todo, también hemos retrocedido desde la perspectiva de la formación y capacitación: hay alrededor de 50.000 escolares que dejaron de asistir a la educación escolar, las reformas para aumentar la efectividad de la capacitación de los trabajadores se han detenido. Existen planes que señalan que es factible incorporar de aquí al año 2030, 632.000 nuevos trabajadores y trabajadoras al mundo del trabajo respecto a la realidad base. Pero esto requiere un conjunto de iniciativas que se han estudiado, pero no se aplican porque el foco de las políticas públicas no está en el crecimiento.

En suma, “hay que hacer la pega”. Meta tenemos, agenda de políticas, también, ahora corresponde trabajar el sector público y el privado para hacerlas realidad.

Por Cristián Larroulet V., profesor e investigador CIES. Facultad de Economía y Negocios. Universidad del Desarrollo (UDD), para El Líbero

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