La idea de un contacto con extraterrestres fascina a la humanidad. ¿Pero qué pasaría si ocurriese? ¿Hay previstos protocolos de actuación? ¿Enviaríamos cazas o a un comité de bienvenida? Aunque estas cuestiones parecen de ciencia ficción, están sobre la mesa de gobiernos, agencias espaciales y centros de investigación, que las examinan seriamente. Estados Unidos ha creado el primer ejército del mundo de guardianes espaciales.

La NASA anunció en junio el establecimiento de «un grupo de estudio que analizará eventos en el cielo que no pueden identificarse como aeronaves o fenómenos naturales», el primero en sus 65 años de historia. Y científicos de universidades punteras se preparan para tener una conversación con seres extraterrestres. Pero, si pudiéramos entendernos con ellos, ¿qué les diríamos? ¿Y quién decide lo que debemos decirles?

Es un debate que se ha intensificado a raíz del derribo de un globo espía chino que violó el espacio aéreo de Estados Unidos. Llueve sobre mojado, porque en 2021 el Pentágono reveló que reconocía no tener explicación para 143 avistamientos. A raíz de la alarma social, se creó la Oficina de Resolución de Anomalías en Todos los Dominios, que en un año ha recibido otros 350 avisos. La mitad resultaron ser globos y chatarra espacial, pero 171 también son inexplicables. En definitiva, si nos tropezamos con vida extraterrestre, ¿cuál es el plan, si es que hay plan?

Pues sí, lo hay. Lo desarrolló la Academia Internacional de Astronáutica en 1989 para la eventualidad de que se detectase un mensaje de las estrellas, y el SETI, un proyecto civil y multinacional de búsqueda de inteligencia extraterrestre, lo revisó en 2010. Sus premisas son informar a la opinión pública y darle el mando al secretario general de la ONU para que ningún país monopolice las relaciones con una raza alienígena para aprovecharse de su tecnología.

| Estados unidos tiene el primer ejército del mundo dedicado a la guerra espacial. Está plenamente operativo desde el año pasado. Serían los primeros en detectar una nave del exterior

Pero huelga decir que no es de obligado seguimiento. ¿Y si son hostiles? Entonces habría que encomendarse al acuerdo verbal al que llegaron Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov en la Cumbre de Ginebra de 1985 y del que solo fueron testigos sus intérpretes. «¿Qué haréis si Estados Unidos es atacado por alguien del espacio? ¿Nos ayudaréis?», le preguntó el norteamericano a su homólogo soviético. «Sin duda», le respondió. «Vale, nosotros también», zanjó Reagan.

A continuación, describimos tres escenarios diferentes: el seguimiento de un fenómeno atmosférico no identificado (FANI), la nueva nomenclatura para evitar los recelos que levanta la palabra ‘ovni’; la captación de una señal inteligente procedente del espacio; y la detección de cualquier objeto de más allá del sistema solar que pueda haber sido enviado por una civilización más avanzada. Así reaccionaríamos.

Escenario 1. La guerra de los mundos

Hipótesis: seguimiento de un objeto espacial no identificado. / Interviene: Base de la Fuerza Espacial Schriever (Colorado, Estados Unidos).

Estados Unidos creó el primer ejército del mundo dedicado a la guerra en el espacio en 2019, aunque no ha estado plenamente operativo hasta el verano pasado. Es la Fuerza Espacial (Space Force), con cuartel general en la Base Schriever (Colorado), en las Montañas Rocosas. La dirige el general Jay Raymond, y no se ha escatimado para dotarla de medios. Su presupuesto anual ronda los 17.000 millones de dólares. Está equipada con 77 satélites y vehículos orbitales. Cuenta con 20.000 guardianes del espacio, como se denomina a sus efectivos, tras una intensa campaña de reclutamiento y de haber transferido unidades de las Fuerza Aérea; entre ellas, el 527 Escuadrón de Agresión Espacial, dedicado a la guerra electrónica.

En el caso de un contacto positivo con un objeto volador no identificado, los especialistas del 527 entran en acción. Operan desde un edificio de dos plantas apodado El Granero, repleto de equipos de radio y flanqueado por antenas camufladas que parecen gigantescas pelotas de golf. Su prioridad es la defensa del sistema del que dependen Internet y las telecomunicaciones. La precisión del GPS se basa en la sincronización de los relojes atómicos a bordo de 31 satélites, que permite triangular la posición exacta con estaciones de seguimiento terrestres. Es vital no solo para la seguridad de la aviación, sino para las infraestructuras críticas, la banca, los hospitales… A efectos prácticos, a los guardianes espaciales les da igual que se trate de una nave china o alienígena. Hasta que no se demuestre lo contrario, se considera una amenaza. Mientras se envían cazas F-22 Raptor a interceptarla, tratarán de establecer contacto con la nave, interferir sus sistemas de navegación e incluso (si se deja) hacerse con los mandos.

La jurisdicción de la Fuerza Espacial va más allá de la franja de 30 kilómetros de altitud utilizada por los aviones y se extiende hasta el espacio ultraterreno (hasta 160 kilómetros). Por eso, si la nave en cuestión ha llegado de otra galaxia, serían los primeros en detectarla. Si no es así, lo más lógico es que se trate

de un aparato de origen terrestre. Y el sospechoso habitual es China. «Aunque no estamos en guerra en el espacio, tampoco podemos decir que estamos exactamente en paz», declaró el almirante Charles Richard, exjefe del Comando Estratégico. «China está desarrollando un arsenal secreto de láseres, cañones electromagnéticos y armas de microondas de alta potencia», explicaba, obviando que Estados Unidos está haciendo lo mismo.

A la Fuerza Espacial le preocupan especialmente los drones que superan cinco veces la velocidad del sonido y un satélite con un brazo robótico capaz de aproximarse a otro, agarrarlo por los pelos y ponerlo fuera de órbita.

Una de las misiones de la Fuerza Espacial es proporcionar «letalidad conjunta» al resto de los cuerpos armados, lo que no augura nada bueno para los presuntos aliens, que pueden acabar desintegrados por un misil o achicharrados por un láser de alta energía disparado desde el buque anfibio USS Portland. En el caso de capturar a sus ocupantes, no está claro cuál sería su estatus (¿refugiados, prisioneros de guerra?), pero hay filósofos como Peter Singer que consideran que, sin son capaces de experimentar dolor, habría que concederles los mismos derechos que a los humanos.

Escenario 2. El mensaje de las estrellas

Hipótesis: recepción de una señal de radio de origen inteligente. / Interviene: centro de respuesta de la Universidad de Saint Andrews (Escocia).

El sistema de radiotelescopios del Observatorio Jodrell Bank de Mánchester (Reino Unido) recibe una señal débil pero persistente procedente de una galaxia lejana. Quizá de otra civilización. ¿Qué hacer? Es lo que se plantean los científicos que participan en el hub de posdetección que lidera el lingüista computacional John Elliott en la Universidad escocesa de Saint Andrews, encargado de traducirlo y, eventualmente, responder.

Para facilitar esa posible conversación, se están inventando un idioma nuevo. Para componerlo, investigan lospatrones subyacentes en cientos de lenguajes humanos, los jeroglíficos egipcios y también los sonidos con los que se comunican los delfines y otros animales. Y el tema de conversación para romper el hielo que proponen son ecuaciones matemáticas y leyes físicas.

«No podemos permitirnos estar mal preparados, científica, social y políticamente, para un acontecimiento que podría ocurrir en cualquier momento», advierte Elliott. El equipo es multidisciplinar y hay incluso expertos que analizan cómo podría afectar a las religiones la noticia de que no estamos solos en el universo.

Desde los años noventa, los astrónomos han descubierto unos 5300 exoplanetas, mundos más allá del sistema solar, algunos de los cuales están en la zona habitable de su estrella. Los 59 últimos desde el Observatorio de Calar Alto (Almería), en un proyecto internacional coordinado por el investigador español Ignasi Ribas. Dos de ellos orbitan la estrella GJ 1002, a unos 16 años luz. Lo que significa que si alguna vez recibimos un saludo de aquella región estelar, conseguimos descifrarlo y decidimos responder, nuestro mensaje tardaría 16 años en llegar. Otros exoplanetas están a cientos o miles de años luz. «Debemos concienciarnos de que serán conversaciones que durarán varias generaciones.

La mayor preocupación es establecer algún acuerdo internacional para evitar que individuos o empresas respondan de forma independiente antes de que se forme un consenso sobre si es seguro responder y qué queremos decir como planeta», afirma el astrobiólogo Lewis Dartnell.

La perspectiva de enviar cualquier respuesta suscita controversia. Algunos consideran que es más seguro guardar silencio para no delatar nuestra presencia a seres cuyo nivel técnico e intenciones ignoramos. El cosmólogo Stephen Hawking advirtió en 2016 de que el primer contacto de la humanidad con una civilización más avanzada podría ser como el de los nativos americanos con Cristóbal Colón. «Aquello no salió muy bien». Pero Douglas Vakoch, presidente de METI, una organización que se ha propuesto enviar mensajes a miles de galaxias, discrepa.

«Suponemos que es más arriesgado hacer algo que no hacer nada, a pesar de que perder la oportunidad de conocer una tecnología alienígena podría privarnos de información valiosa para nuestra supervivencia», argumenta. De momento, los mensajes que estamos enviando son tan crípticos –en esencia, música y acertijos– que da la impresión de que no queremos revelar demasiado.

Escenario 3. Nave interestelar a la deriva

Hipótesis: detección de un objeto procedente de fuera del sistema solar. / Interviene: Observatorio de la Universidad de Harvard (Estados Unidos).

La misión del Proyecto Galileo, de la Universidad de Harvard, es buscar reliquias tecnológicas de civilizaciones extraterrestres. Es decir, cualquier tipo de objeto de fuera del sistema solar que se aproxime a la Tierra o que impacte en nuestro planeta, y que no sea un cometa o un meteorito.

«Podría tratarse de una sonda espacial pilotada por robots o por una inteligencia artificial alienígena. O podría ser una nave a la deriva», explica el astrofísico Avi Loeb, que dirige el proyecto. «Incluso si perteneció a una civilización ya extinguida, el hallazgo sería sensacional.

| Si se recibiera una señal de radio desde un exoplaneta, el primer tema de conversación serían ecuaciones matemáticas. La charla duraría generaciones

También la humanidad ha enviado vehículos al espacio, como las sondas Voyager, que seguirán vagando por el cosmos durante miles o millones de años. Aunque sus aparatos hayan dejado de funcionar, seguirán siendo un reflejo de nuestro estilo de vida y contendrán información preciosa para cualquier astrónomo de otro planeta que las encuentre».

Loeb aclara: «Informaremos de cualquier cosa que encontremos, con total transparencia. Y si no hallamos nada interesante… también. Pero nuestro objetivo es que los ovnis dejen de ser objetos no identificados».

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