En la centroderecha muchos se sorprenden por la última encuesta Cadem que vuelve a mostrar un incremento al apoyo al Presidente Boric, que llegaría al 36%. ¿Por qué no cae su apoyo si hubo una pobre reacción a los daños causados por las lluvias, ausencia del Estado y del Presidente en particular?

Hay a mi juicio explicaciones puntuales y otras estructurales. Vamos primero a las puntuales.

Se percibe un mayor optimismo sobre el futuro de la economía, en parte por la menor inflación (en la encuesta no está incorporado el efecto de alza de tarifas eléctricas) y también una incipiente mayor actividad. Está el conflicto con Argentina por los paneles solares, donde el gobierno ha utilizado a su favor el chovinismo, y también la gira del Presidente por Europa, que no sirve de mucho, pero luce. Además, Boric empieza a perfeccionar el perfil de líder populista y logra que mucha gente no le eche la culpa a él, sino a su gabinete de un mal gobierno. Eso explicaría que las supuestas cartas presidenciales del oficialismo: Carolina Tohá y Camila Vallejo, muestren un modesto rendimiento en las preferencias presidenciales, mientras su jefe se mantiene en torno al tercio de apoyo.

Entre los elementos estructurales está el piso de izquierda dura de este gobierno, justamente ese tercio. Es un grupo incondicional y acrítico, formado por una base de comunistas, reforzados por jóvenes, muchos de los cuales no trabajan, y por feministas y otros simpatizantes del Frente Amplio.

Pero un segundo factor estructural muy fuerte, que la centroderecha no ve (haría falta un espejo tridimensional para eso) es que la mala opinión de la gente acerca de la gestión del gobierno se extiende a toda la clase política. No es que la desilusión con el gobierno se transforme automáticamente en un aumento del apoyo a la oposición. Puede ser incluso al revés; gobierno y oposición caen juntos. Esto significaría que la centroderecha no logra perfilarse; no se diferencia del gobierno, no tiene identidad propia, no hace una oferta de valor reconocible. Ese es a mi juicio un elemento estructural del problema que tiene la centroderecha.

Y eso que oportunidades para diferenciarse no faltan. La criminalidad es la mayor preocupación de los chilenos, una encuesta señaló la definición de las RUF como la primera prioridad de las personas. Es que están matando gente todos los días, les roban los autos y los celulares. Si los policías no pueden disparar sus armas de fuego sin riesgo de terminar procesados, incluso acusados de intento de homicidio, los ciudadanos no se sienten seguros. La preocupación que sigue es la inmigración descontrolada. Los chilenos quieren que se expulse a los extranjeros delincuentes, que se controlen efectivamente las fronteras, que se refuerce la seguridad en las cárceles, que funcionen los inhibidores de señal de teléfonos móviles. La oposición debe denunciar al gobierno, acusarlo, incomodarlo, desnudarlo en su insensible actitud de no defender a la ciudadanía por prejuicios ideológicos.

Un tercer factor estructural de la incapacidad de la derecha para captar apoyo ciudadano es la sensación de la gente que los políticos, la mayoría, sólo se preocupan de sí mismos y viven una suerte de solipsismo (se miran el ombligo) preocupados de los cupos en las elecciones, de los pactos y sub-pactos. Ello origina conflictos entre los grupos de centroderecha y derecha más dura, peleas, descalificaciones. El electorado del sector repudia la falta de unidad, la considera una deslealtad pues los perjudica por buscar intereses particulares. Percibe que hay falta de liderazgo en dirigentes que no son capaces de imponerse frente a fracciones y caudillos locales. Resolver ya, esta semana, el grueso de los candidatos en las elecciones municipales y regionales es una necesidad urgente para la oposición, que debiera incluir a Chile Vamos, Republicanos, Demócratas y Amarillos.

Los dos últimos problemas estructurales: falta de identidad propia y liderazgos internos para interpretar la demanda de unidad en el sector, pueden ser resueltos por la propia centroderecha. El mundo vive un momento para la derecha, controlar la inmigración es una necesidad vital apoyada por las mayorías, enfrentar con decisión la criminalidad es un mínimo civilizatorio que la gente exige. La necesidad de crecimiento económico y valoración del mérito y esfuerzo es parte del ADN del sector. Basta de mirarle la cara al adversario, miren y escuchen a su gente.

Por Luis Larraín, economista, para El Líbero

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