“No hace falta que Alberto se baje de la candidatura, ya lo bajó la realidad. No lo blanquea porque todavía falta mucho para terminar el gobierno. Tiene el acto reflejo de los boxeadores a los que les están pegando arriba del ring y saben que no van a ganar. Levanta los brazos y se cubre para que no le entren todas las manos. Aguanta”.

La definición, con metáfora deportiva incluida, pertenece a un ministro del gabinete nacional que está expectante por las definiciones electorales que lleguen en los próximos días, pero que nunca creyó que Alberto Fernández pudiera competir por la reelección. Es uno más en la hilera de funcionarios desilusionados con el gobierno que integran.

Detrás de las exclamaciones públicas de los albertistas, que siguen manteniendo la idea de que el Presidente tiene la posibilidad y la capacidad de presentarse en los próximos comicios, existe una realidad distinta. Hay una aceptación casi uniforme de que el Jefe de Estado está fuera de juego y que lo que le resta es apoyar a un candidato y mantenerse a flote hasta el final del mandato.

Dentro del peronismo especulan con dos posibilidades concretas – siempre y cuando Sergio Massa no sea el único candidato que alinee el espacio político – respecto al rol que puede jugar Fernández. Algunos creen que terminará apoyando a Daniel Scioli, el único precandidato lanzado, y otros que esperará que alguno de los gobernadores del PJ defina el momento de jugar, para luego acompañarlo.

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