Cuando Alejandro llegó a su casa a eso de las 22.30 de la noche no lo podía creer. Agitado aún por lo sucedido encendió la televisión buscando, quizás, respuestas a una experiencia al límite. Sus interrogantes se disiparon rápidamente, en segundos, al sintonizar un canal de televisión abierta: “Disparan a un carabinero en el centro de Santiago y los delincuentes huyeron en un auto azul”, relataban los reporteros policiales desde el sitio del suceso, en Avenida Matta.

Desde su casa en Peñalolén, Alejandro -cuya identidad completa nos resguardaremos por su seguridad- supo de inmediato que había sido testigo en primera persona del caso del que todos estaban hablando: el homicidio al suboficial Daniel Palma Yáñez (33), motorista de la Cuarta Comisaría de Santiago, quien fue asesinado -el miércoles 5 de abril- tras recibir dos disparos desde un auto marca Chevrolet, color azul.

Hace 15 años que el hombre maneja un taxi y lo que le sucedió ese noche, abordo del Nissan Versa, año 2018, no lo había vivido nunca.

Volante o maleta

Ese miércoles 5 de abril, Alejandro comenzó su día a las 6.00 de la mañana, iniciando su recorrido por las comunas de Ñuñoa, Peñalolén, La Reina y Santiago. En su taxi techo amarillo realiza “carreras” por las distintas calles de la ciudad, tomando pasajeros y también atendiendo el llamado de algunos clientes frecuentes.

Como parte de su rutina, a las 16.00 de la tarde emprendió regreso a su casa en Peñalolén. Allí descansó hasta las 20.45 de la noche para luego volver a tomar el taxi e ir a buscar a su esposa a la intersección de Biobío con San Francisco, en la comuna de Santiago.

Sin salirse de su rutina, Alejandro encendió la radio y esperó con paciencia que su señora llegara, lo saludara y ambos enfilaran nuevamente hacia Peñalolén para cerrar una jornada que, a esas alturas, transcurría con normalidad. Los noticieros informaban sobre la tramitación de la Ley Nain Retamal y se hacía la previa del partido por Copa Libertadores entre Colo-Colo y Deportivo Pereira.

El reloj del taxista marcaba las 21.15 de la noche cuando de pronto escuchó una fuerte frenada de auto por atrás de donde él se encontraba. Miró enseguida por el espejo retrovisor y ahí vio un vehículo de color azul. Cuando horas más tarde concurrió a declarar a la 43 comisaría de Carabineros, no recordaba la marca, ni otra característica, sino que se quedó con el color del auto y lo que de inmediato comenzó a suceder.

Cuatro sujetos se bajaron del vehículo, de los cuales tres se acercaron al taxi y otro arrancó por calle San Francisco. Uno de los hombres -el que vestía ropa oscura y tenía el pelo crespo, corto y de color negro- se subió al costado del copiloto. Los otros dos integrantes del grupo se subieron en el asiento de atrás.

“Maneja y sácanos de aquí. Quédate tranquilo, que si te portas bien no te voy hacer nada”, le dijo el hombre que se sentó a su lado, al momento en que sacó una pistola y se la acercó al estómago.

La huida

A Alejandro no le quedó otra que callar y acatar. Su “copiloto”, primero le indicó dirigirse hacia Quinta Normal, pero rápidamente rectificó: “Mejor déjanos en Zenteno”, le dijo.

El taxista inició marcha por calle San Francisco, luego tomó calle Placer hacia el oriente para posteriormente tomar Santa Rosa hacia el norte. Fue allí que avanzó unos metros y vio que un sujeto caminaba a paso rápido por la calle, por lo que su entonces captor -identificado como alguien con tono extranjero- le dijo que se detuviera. “¡Súbete!”, le ordenó al peatón.

Este cuarto pasajero se subió por la parte trasera y se recostó al igual que los otros dos integrantes del grupo que ya estaban ahí. Alejandro, por su parte, nervioso veía cómo uno tras otro, pasaban por el lugar dispositivos de Carabineros, con las balizas encendidas y a toda velocidad.

El taxista siguió manejando por Santa Rosa hacia el norte, hasta que recibió una nueva instrucción de detenerse. El cuarto integrante del grupo que hace poco había subido, ahora volvió a bajarse, pero en calle Maule para perderse a paso rápido en una tensa noche en la capital.

Alejandro continúo manejando, siguiendo las instrucciones de su copiloto, quien era el único que esa noche habló. Ya en calle San Diego esta improvisada “carrera” vivía sus últimos minutos, pues ya al doblar a la izquierda tomó Pedro Lagos, siguió hacia el sur y ahí hasta Pedro Lagos con Zenteno. “Acá nos bajamos”, le dijo el hombre de nacionalidad extranjera que, según los antecedentes que se manejan en la causa, es de origen venezolano.

“Al bajarse los sujetos de forma inmediata inicié la marcha rápidamente a buscar a mi señora a su trabajo, donde la recojo y nos fuimos hasta nuestro domicilio, lugar donde prendí el televisor y al ver las noticias me percaté que unos sujetos le habían disparado a un funcionario de Carabineros donde mostraban un vehículo color azul que reconocí de inmediato como el móvil donde se habían bajado estos sujetos”, le dijo Alejandro a los policías de la 43° comisaría de Peñalolén.

El taxista zafó de una jornada tensa en un centro de Santiago, donde tuvo que manejar con una pistola en el estómago y con el aliento en la nuca de los homicidas más buscados del país. No la cuenta dos veces.

Original de La Tercera

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