“Los cambios de gabinete son una especie de licor prohibido, una melodía mágica, un canto de sirena”, escribe Paula Walker, cuyos “primeros síntomas (…) comienzan siempre en la prensa”.

Pero más allá de la cobertura mediática, la pregunta de fondo, apunta según ella, a ¿cuáles son los efectos reales que tienen?

Y en eso, asegura, sí son “un recurso político que permite un nuevo comienzo a nivel anímico hacia el interior del gobierno (…) y a la vez, hacia afuera, permite ese anhelo escurridizo de manejar la agenda”.

Pero más allá de ello, y de las presiones de los partidos es importante tener claro que “el equilibrio que debiera guiar un cambio de gabinete” es el que se logra entre “gestionar” e “innovar” y hacerlo “desde una visión política”.

  Boletín semanal de Opinión de La Tercera por Juan Paulo Iglesias

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