Un fuerte sismo remeció las construcciones de piedra y adobe de la ciudad, lo que dejó alrededor de mil muertos que en ese tiempo equivalía a un cuarto de la población de la capital. El gobernador de Chile, Martín de Mujica, se encontraba en Concepción, por lo que fue el obispo de Santiago, Gaspar de Villarroel, quien se hizo cargo de la catástrofe.
La magnitud del terremoto habría sido 8,5, según el Servicio sismológico de la Universidad de Chile estimó en 2007.
Tras el movimiento telúrico, la Iglesia de San Francisco y la Catedral resistieron a duras penas, mientras que la de San Agustín —ubicada en lo que hoy es calle Agustinas con Estado— se vino prácticamente toda abajo.
Sin embargo, sacerdotes y feligreses habrían quedado absortos ante el milagro: una figura del templo, intacta, se salvó de la destrucción. Era la imagen del Señor de la Agonía, que muestra a Jesús crucificado, en un trabajo que fue tallado por el fraile peruano, Pedro de Figueroa, e instalada en la iglesia en 1613.
Pero además, en un movimiento en apariencia imposible, la corona de espinas habría bajado hasta su cuello, convirtiéndose esta en un doloroso collar, lo que de inmediato se asoció a la catástrofe, relató el propio cura Villarroel, “como dando a entender que le lastimaba una tan severa sentencia”.
Ante el presunto milagro, los sacerdotes, liderados por el obispo de Santiago, hicieron una procesión e instalaron un improvisado altar con la imagen del crucifijo como su centro. Ese fue el inicio de un culto que perdura hasta el presente, con la intención de que no se repita la tragedia.
FACTOR “QUINTRALA”
Otro elemento que ha aportado a la leyenda es que, en un inicio, esta figura habría residido en la casa de Catalina de los Ríos y Lisperguer, o simplemente, “La Quintrala”, el mismo personaje que ha sido encarnado por destacadas figuras como Raquel Argandoña o Claudia di Girolamo.
Sucede que esta mitificada mujer, a quien incluso se le llegaron a atribuir pactos con el mismísimo Diablo, habría estado dado castigo a uno de sus esclavos, momento en que el Cristo volteó sus ojos, furiosos, hacia “La Quintrala”. Por supuesto, la mirada reprobatoria le habría gustado nada a ella, quien expulsó a la figura de su casa, quedando en manos de la Iglesia de San Agustín.
Eso sí, todo surgió de un relato bastante novelesco, elaborado por Benjamín Vicuña Mackenna, sobre ella, y lo único claro es que “La Quintrala” era vecina del templo en cuestión. Lo demás, coquetea con la ficción.
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