Eran las 03:34 de la mañana, del 27 de febrero de 2010, y los chilenos comenzaron a sentir un nuevo sismo, de los que ya estaban acostumbrados. Pero pronto, el movimiento comenzó a tomar mucha fuerza, los segundos comenzaron a sentirse más largos y ya todos sabían que se trataba de un sismo diferente.
Estaban viviendo la potencia del terremoto de Maule, como lo llamaron más tarde, que tuvo una magnitud de 8,8 grados en la escala de Richter y que fue registrado como uno de los más grandes en la historia moderna.
En total, 500 personas murieron y más de 800.000 resultaron heridas o quedaron sin hogar.
Los daños materiales, emocionales y las pérdidas fueron significativas, lo que hace preguntar a muchos si un evento así se podría repetir.
Y aunque la ciencia no tiene una respuesta clara, pues es imposible predecir con certeza cuándo, sí hay estudios de patrones que pueden dar atisbos de las zonas de riesgo sobre dónde podría golpear un nuevo gran terremoto en el país.
Dónde podría ocurrir el próximo gran terremoto
“No significa que vaya a ocurrir mañana”, comienza a explicar Luis Donoso, sismólogo y académico de Geofísica Aplicada de la Universidad del Desarrollo a La Tercera. “Sin embargo, la zona que tiene mayor potencial de tener una magnitud cercana a M8.8, es Atacama. Como el sismo de 1922″.
Pero el especialista no habla de esta posible predicción sin recordar una anécdota “avergonzante” que vivió la ciencia. Gran parte de los científicos esperaban que en el año 2014, en Iquique, hubiese un “súper híper mega sismo” que rompiera desde Tocopilla hasta la frontera con Perú, pero el movimiento se rompió al medio, dejando en nada todas las teorías conspirativas.
“Se encontraron con un terremoto magnitud 8.2 y todos esperaban un 9.4, 9.5, una bestia, pero en realidad fue algo pequeño (en comparación a lo que se creía)”. De hecho, como no se “rompió” tanto, una zona al norte de Iquique, que está un poco metida en territorio peruano, entre la zona de la ruptura y Tocopilla, quedó pendiente de “un par de sismos ocho punto algo” que, a la fecha, no han sucedido.
Esta experiencia, según Donoso, no hace nada más que mostrar que aunque hayan patrones, “lo más seguro es que no va a coincidir como uno espera”.
Dicho esto, y volviendo al riesgo que tiene Atacama de ser la próxima zona golpeada por un gran terremoto, según el estudio Acoplamiento intersísmico, segmentación y comportamiento mecánico de la zona de subducción de Chile Central, de los franceses Marianne Métois, Anne Socket y Christophe Vigny, existen ciertos patrones que develan una posible gran ruptura en la zona.
“Tenemos un 8.4, está ahí, pero no sabemos si se va a romper todo o se va a romper por partes, entre Chañaral y La Serena”, explica Donoso sobre el artículo, que muestra con claridad que los lugares mencionados comprenden una zona de ruptura, es decir, un punto en el interior de la Tierra que se rompe y genera un sismo.
“Cuando se fractura toda la zona con potencial, se genera un sismo de magnitud asociada al tamaño de esa área. Esto quiere decir que, si es una gran área, será un gran sismo. En cambio, cuando se fractura solamente una fracción de esa área, la magnitud del sismo generado es inferior a la máxima esperada”, agrega.
En esta línea, el acoplamiento, que significa cuán trabada está la placa y con qué potencia se puede romper, es máximo en Atacama, en la zona norte y sur de la rotura de 1922.
“Este es un trabajo de las personas que están en la frontera del conocimiento. Es muy difícil encontrar algo que tenga más experiencia en ello”, aclara el especialista. “¿Puedo establecer dónde se rompe? Sí, dónde sí. Pero ¿cuándo? Eso está totalmente fuera del límite humano”.
¿La Inteligencia Artificial podría predecir un terremoto?
“No. Y tampoco creo que va a poder”, responde Donoso a La Tercera. “La razón fundamental es que la Inteligencia Artificial busca y asocia patrones, pero esos patrones son fenómenos que tienen cierta frecuencia. Pero cuando la frecuencia a nivel sísmico no es estable y tiene una variabilidad de varios años, deja de ser un patrón”, explica.
Para dar un ejemplo, el sismólogo recuerda los grandes sismos de la zona central de Chile: en 1575, 1657, 1730, 1822, 1906 y 1985. A simple vista, pareciera que existe un patrón, sin embargo, “cuando uno hace los números finos, se da cuenta que el promedio es 70 años, pero se le puede aumentar 20 más o restar 20 menos”.
Pero lo que haría la IA con estos datos es decir que, como el último fue en 1985, “hay que ponerle 70 años, entonces el próximo gran terremoto en Chile sería en 2045″.
A pesar de los potenciales que tiene esta tecnología, Donoso no puede dejar de recordar a un profesor que tuvo en la universidad, que siempre contaba una anécdota cuando el lanzamiento de las calculadoras programables hizo furor, allá por los años 80. El maestro decía que estos aparatos “sumaban muy rápido, pero tan rápido que si yo me demoraba media hora en equivocarme en un cálculo complejo, ahora cometía el mismo error en dos minutos”.
“La única ventaja es que yo puedo cometer tantos errores en media hora que, en algún momento, voy a encontrar la solución, pero no es que la calculadora me resuelva el problema”.
Así es la visión del sismólogo sobre la IA aplicada a su rubro, y en especial, a la eterna incertidumbre de poder predecir un sismo con la ciencia: una calculadora que solo ayuda a equivocarse más rápido.
“Según la IA, tendríamos que estar todos ya terremoteados”.
Si no se puede predecir con exactitud, ¿de qué me sirve conocer los patrones?
Pedro Encina, el hombre detrás de la cuenta Santiago Nostálgico donde guarda más de 17 mil fotografías de registro histórico, agregó una colección de los devastadores efectos del terremoto y tsunami del año 1922, en la Región de Atacama.
“Lo más probable es que ocurra algo parecido. Me refiero a algo en magnitud física, no en magnitud de daño, pero igual vamos a tener daños”, advierte el sismólogo.
Y es que quizás, cuando hay sismos que forman parte del día a día de los chilenos, se deja un poco de lado los riesgos que puede tener un golpe más fuerte, una especie de estado de negación permanente.
“Si la gente no conoce lo ocurrido, es difícil que tome conciencia, porque los desastres, en mi experiencia, duran un poco menos de una generación”, dice el experto, recordando a sus hijos, que asegura que ya se les borró la mayoría de los recuerdos del terremoto del 2010.
Pero más allá de sentir miedo, se trata de estar preparados.
Que ese sismo, que se sintió a las 03:34 de la mañana, que parecía ser uno más, y que no se pudo predecir, no sea tan devastador, dentro de lo que se pueda.
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