No sólo los números preocupan cada día más, sino también la crueldad de los hechos. Hablamos del aumento de casos de violencia, bullying o acoso escolar que han acaparado las portadas de los medios de comunicación en el último tiempo, y que se han constituido en uno de los principales factores de riesgo que afecta la integridad física y mental de niños, niñas y adolescentes (NNA). Y es que las agresiones ya no son sólo verbales, sino también físicas entre compañeros de clase, extendiéndose hasta los docentes y otros miembros del personal educativo.
Una realidad alarmante que, sin duda, impacta a nivel mundial. De acuerdo a UNESCO, cada mes, uno de cada tres estudiantes sufre acoso escolar en todo el mundo. Asimismo, más del 36% de ellos se ha visto afectado por una riña física con algún compañero o compañera de clases y casi uno de cada tres ha sido agredido físicamente, al menos, una vez al año. Chile, por cierto, no es la excepción. Según datos arrojados por la ONG internacional “Bullying Sin Fronteras”, el incremento de casos de acoso escolar ha sido de un 40% respecto de mediciones anteriores. En tanto, en 2023 la Superintendencia de Educación dio cuenta de 4.502 denuncias por “maltrato entre estudiantes”, siendo la segunda cifra más alta en una década.
Dentro de los índices de denuncias de maltrato registradas durante el período de 2023, la Superintendencia estableció que las relacionadas con ciberacoso -amenazas o agresiones a través de las redes sociales- alcanzaron un 18%.
Señales relevantes
Frente a este complejo escenario, ¿cómo detectar si mi hijo o hija está siendo víctima de acoso? Viviana Tartakowsky, directora de Psicología de la Universidad Bernardo O’Higgins (UBO), destaca que es crucial que los padres sean capaces de formularse esta pregunta, para así poder estar atentos a las señales que pudiera presentar su hijo o hija ante un caso de bullying o acoso escolar. Uno de sus esos primeros indicios es el cambio de comportamiento brusco y significativo.
“En los adolescentes o preadolescentes (10 a 18 años) es muy probable que manifiesten su deseo de no ir al colegio (un chico/a que antes lo hacía sin problemas), incremente o disminuya su alimentación, experimente cambios de humor como, por ejemplo, dejar de reírse o se aísle del grupo de amigos. En el caso de niños y niñas más pequeños, si bien es más probable que cuenten que están sufriendo algún hecho de violencia escolar, siempre y cuando exista confianza hacia sus figuras cuidadoras, muchas veces hay amenazas del o los agresores si el menor se atreve a comentar, por lo que es “normal” que silencien por terror y miedo. Ante ello, es importante observar problemas en el ciclo del sueño, vigilia, pesadillas, terrores nocturnos, encopresis o enuresis”, detalla la experta.
Estas señales deben ser atendidas por los padres a fin de poder ayudar y orientar a sus hijo/as, pero junto con el rol que tienen que cumplir los apoderados, también se han impulsado distintas iniciativas y políticas públicas diseñadas para enfrentar y disminuir esta problemática.
Una de esas medidas es la implementación de protocolos que todos los establecimientos educativos deben ejecutar para poder investigar los hechos de violencia y luego dar curso a alguna solución. “La apuesta debe ser, por una parte, la psicoeducación en temáticas de buen trato y los efectos que esto tiene y, por otra parte, la sanción precisa de este tipo de conductas”, comenta Tartakowsky.
Pasos para enfrentar el bullying escolar
La pregunta más frecuente al abordar estos conflictos es qué hacer si mi hijo o hija está siendo víctima de agresión. La especialista señala que el primer paso es restablecer la confianza para que los niños y niñas puedan comentar la situación a la que se ven expuestos. Luego, saber que si en caso de no haber dado a conocer el hecho de violencia, es “normal” por el tipo de dinámicas de amedrentamiento que se da en estas circunstancias. Es decir, no se debe llamar la atención por no contar.
“Posteriormente, es necesario hablar con el establecimiento educativo para que se tomen las medidas pertinentes, pues todos los establecimientos educativos deben por ley, sean estos públicos o privados, protocolos de acción frente al bullying. Lo relevante es que nunca se debe “llamar a los padres del agresor” para no agravar los hechos. Con el establecimiento y la aplicación de protocolos se deben determinar acciones de protección para la víctima y de sanción, junto con la reparación para el que ejerce bullying, dependiendo de la gravedad de los acontecimientos. Ahora bien, si el colegio no hace nada, incluso los padres pueden acudir a la Superintendencia de Educación”, indica la directora de Psicología de la UBO.
Por otra parte, si se está en la vereda contraria y es mi hijo o hija quien está agrediendo o acosando a uno de sus pares, también se deben aplicar recomendaciones que son necesarias para detener este mal comportamiento. Al respecto, Tartakowsky entrega algunas claves para poder enfrentar esta situación.
“Se debe comprender las causas que motivan la agresión y examinarse como cuidador/a. La mayor parte de los casos se explican porque son niño/as que no cuentan con figuras parentales, y por eso actúan así para llamar la atención, es decir, “acá estoy mamá o papá” o lamentablemente a veces son ello/as víctimas de agresión de parte de sus padres o figuras cuidadores y “desquitan su rabia con otros niño/as, en general los que se perciben más débiles”. De ahí es esencial impulsar la reflexión del acto cometido y la relevancia de que es justa una consecuencia, como modo de aprendizaje y la necesidad posterior de generar algún mecanismo de reparación para la víctima. El tipo de sanción debiese estar escrita en los protocolos y que sean coherentes con la falta (por ejemplo: es distinto reírse en varias de clases de un mismo día de un niño/a, que amenazarlo con un cuchillo o filo del sacapuntas). Muchas veces es necesario buscar apoyo profesional”, concluye la académica universitaria, quien hace un llamado a concientizar sobre este tema que se ha transformado en un peligro para la población infantil y juvenil en el marco del Día Internacional contra el Bullying o el Acoso Escolar, que se conmemora este 2 de mayo. “Debemos tener normas que regulen la convivencia escolar y que promuevan los buenos tratos, a todo nivel. Con sólo sancionar no se logra nada. Debe trabajarse en la promoción de buenos tratos, la prevención en población de riesgo y el establecimiento de consecuencias, cuando se trasgrede una norma”, refuerza la académica.