“Chile necesita un cambio de rumbo urgente. Espero que este gobierno haya sido la última estación de un proceso extremadamente autodestructivo”, afirmó el economista Ricardo Caballero, académico del MIT, en una entrevista en Economía y Negocios (El Mercurio, 25 de agosto). Allí está sintetizado el principal reto que enfrenta nuestro país en los próximos tiempos.

Consultado sobre la dirección del cambio, Caballero dijo que se necesita un gobierno que se inspire en las experiencias exitosas, no en las utópicas, y que use evidencia sólida en sus decisiones y cuide los detalles de implementación. “Las políticas que se apoyan en soluciones de mercado -sostuvo-, tienen una gran ventaja de partida, porque siguen el cauce del río (…) Pero eso no quiere decir que el cauce natural no pueda hacer daño en su recorrido; es importante no descuidar los puntos débiles del río”.

¿Soluciones de mercado? Exactamente eso. Y la experiencia de Chile es que tales soluciones adquirieron su mayor pujanza cuando la democracia recuperada les dio plena legitimidad. Ese fue camino que permitió consolidar instituciones que dieron estabilidad a las inversiones y los contratos, potenciaron la cooperación entre el sector privado y el Estado, alentaron la libertad de emprender y ampliaron la inserción de nuestra economía en los mercados internacionales. Así dio un enorme salto nuestro país.

Por desgracia, Chile perdió el paso en el segundo gobierno de Michelle Bachelet, que fue la auténtica matriz del actual gobierno. El intento voluntarista de desconocer la dinámica del mercado, y hasta tratar de ir contra la corriente, está en la base del actual estancamiento. En realidad, es casi un milagro que el país haya podido sortear las tendencias autodestructivas de estos años.

Y todo pudo ser muchísimo peor si el proyecto de nueva Constitución que avaló Boric no hubiera sido rechazado hace 2 años. Pero él es perseverante: en julio del año pasado, en una entrevista en el programa Hard Talk, de la BBC, dijo que una parte de él quería “derrocar al capitalismo en Chile”.

Si el país consiguió evitar males mayores y mantenerse a flote en estos años es porque los propósitos originales de Boric no pudieron cumplirse. La sociedad opuso resistencia. En tal cuadro, hay que reconocer que la presencia de exconcertacionistas como Mario Marcel ha permitido neutralizar algunas de las peores ideas, como el intento de bloquear la suscripción del TPP11. Sin embargo, ello no ha bastado para contrarrestar el peso de las creencias del Frente Amplio y el PC. Las discusiones tributaria y previsional, por ejemplo, han mostrado la gravitación de las supersticiones anticapitalistas de la vieja y la nueva izquierda, que en los hechos tienden a despreciar la experiencia histórica.

El economista David Bravo, de la UC, señaló recientemente que el país vive una emergencia laboral. “Todos los indicadores muestran un mercado laboral deteriorado –dijo-, que aún no recupera la situación prepandemia: la tasa de ocupación, la de participación y otros” (DF). Y agregó que la agenda laboral del gobierno no se hace cargo de esto.

La ministra del Trabajo, Jeannette Jara, respondió así: “A algunas personas les gustan harto los eslóganes”. Y sucede que quienes se ganan la vida en la informalidad, sin contrato, y quienes están cesantes, suman cerca de 3 millones y medio de personas. O sea, están al margen de la seguridad social y no pueden ahorrar para su pensión. Si eso no es emergencia laboral, ¡qué lo es, entonces!

El 8 de agosto, al participar en la presentación de un libro, la ministra Jara aclaró desde dónde habla: “La izquierda existe con un sentido de clase. Puede haber muchos elementos programáticos, demandas sociales, banderas, contingencias, que nos pueden motivar en ciertos momentos, pero la perspectiva de clase es algo que no puede dejar de estar presente”.

¿Se da cuenta la ministra de lo que está diciendo? ¿Se refiere a la antigua noción de la lucha de clases, inspiradora de tantos desastres en la historia? ¿Acaso propone reeditar algo que se parezca al choque entre el proletariado y la burguesía, con la idea de que los proletarios aplasten sin contemplaciones a los burgueses? Debería explicarle al país qué significa su eslogan.

No hay duda de que el país necesita dejar definitivamente atrás visiones tan reaccionarias como la citada. Solo así podrá retomar la vía del verdadero progreso. Será indispensable un gran acuerdo nacional con vistas a definir políticas de Estado que se proyecten más allá de los cambios de gobierno. Hay que cortar las ataduras que han impedido el despliegue de la capacidad creativa de la sociedad.

Lo decisivo es reforzar el Estado de Derecho y asegurar la paz interna. De eso depende todo. Se trata de hacer retroceder a las fuerzas antisociales, garantizar la seguridad e imponer el imperio de la ley en todo el territorio. Sin ello, no podrá haber ni progreso económico ni avance social. Un asunto clave es el saneamiento de la política, lo que supone enfrentar las diversas formas de deslealtad hacia el régimen democrático. Chile puede superar sus actuales problemas, pero lo primero es precisar dónde está el norte.

Por Sergio Muñoz Riveros, analista político, para ex-ante.cl

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